Wilkie Collins, nació en Londres en 1824, estudió Derecho y además de escritor también fue pintor y actor. Conoció a Charles Dickens en 1851 y para entonces ya había publicado una biografía de su padre, una novela histórica y un libro de viajes. Sin embargo, el encuentro entre ambos fue decisivo para sus carreras literarias. Por entonces, Dickens trabajaba como editor de Household words un periódico que incluía novelas seriadas. En 1859, Dickens fundó All the Year Round una revista literaria semanal en la que participó Wilkie Collins con’ La mujer de blanco’ una novela que se incluye en el subgénero de la novela sensacionalista, de gran popularidad en Gran Bretaña, que surge a partir de las novelas melodramáticas y que gracias a autores como Collins, Wood o Braddon, tomó cuerpo y se asentó en esta forma de publicaciones hasta la llegada de los libros y sus préstamos bibliotecarios.
Collins ya se había estrenado con otras novelas ‘sensacionales’ repletas de violencia y misterio con la clase media como protagonista y no de los bajos fondos, con técnicas brillantes en su escritura como en ‘La mujer de blanco’, que además de obtener una enorme repercusión sentó las bases del relato detectivesco moderno que posteriormente fue tan imitado. Como en otras obras suyas la protagonista casi se presenta como una heroína dramáticamente condicionada, no solo por ser mujer, sino por una arbitraria situación legal, reflejo de los conocimientos de derecho que poseía el autor.
‘La mujer de blanco’ es una novela epistolar seriada entre 1859 y 1860, considerada una de las primeras novelas de misterio, ejemplo precoz de novela policíaca cuyo protagonista masculino se convierte en un auténtico detective cuya finalidad es demostrar la inocencia y salvar de la injusticia a su alter ego femenino. Toda la narración la conocemos a través de diarios, cartas y mensajes entre todos los participantes del misterio a resolver y así escuchando la voz de todos, desaparece el narrador omnisciente tan habitual en este tipo de novelas.
Todo comienza cuando un acaudalado señor, pone como profesor de dibujo a su sobrina y una media hermana de ésta. La muchacha en cuestión, Laura Fairlie, es una gran heredera, e irremediablemente los jóvenes se enamoran a pesar de estar ella prometida a un baronet. La historia de amor se ve truncada por la responsabilidad de ambos, él parte a tierras ignotas, a correr aventuras y ella toma por marido a un lord mayor en edad y del que queda prontamente claro sus problemas pecuniarios. Este lord tiene como mejores amigos a una pareja, unos condes, quien casualmente la mujer es la tía de Laura y a la vez una perjudicada de la herencia familiar a favor de la sobrina. Una serie de misterios, encuentros, desencuentros y una misteriosa mujer vestida de blanco serán los elementos para que el entramado de la novela se vaya complicando cada vez más. Herencias, grandes terratenientes, criados, muertes, manicomios, misterio y espías son el aderezo insustituible en este tipo de narraciones donde los episodios han de terminar siempre con cierto grado de tensión para afianzar el seguimiento de la obra.
Los personajes encuentran a su propio antagonista en la obra, además de desarrollarse por pares, es decir, al lado de la protagonista, frágil y delicada, bella y rica heredera se nos presenta su media hermana, pobre, afeada, de carácter masculinizado, empoderada y valiente. El autor se sirve así de los pares para engrandecer sus personajes no sólo con los antagonistas enriqueciendo las cualidades y defectos en función de las diferentes personalidades de cada uno.
Al ser la novela epistolar los marcos de cada una de las series de cartas o diarios en los que se desarrolla la narración cambian en función de quien escribe. No se suceden todos en la misma localización, ni de la misma manera ya que para solventar el misterio, el protagonista se mueve de escenario, viajando no sólo dentro de la ciudad de Londres, si no a su campiña, visitando diferentes pueblos y villas, con lo cual las descripciones suelen ser muy minuciosas y detalladas. Las epístolas incluyen diálogos y otras formas de abreviar la lentitud que pueda ejercer un tipo de narración así y a su vez agrega mayor realismo a la historia al imitar el funcionamiento de la vida real y mostrando puntos de vista diferentes para remediar el sermo absentis ad absentem, es decir, la comunicación diferida tanto en el tiempo como en el espacio en el que el emisor o autor escribe en un lugar y el momento distintos de aquellos en será recepcionada o leída.
Collins encontró en esta novela la forma de presentar al lector un caso a modo de juicio como si el lector fuera el propio jurado. Gracias a esta estructura disfrutó de muchísima popularidad en su tiempo, convirtiéndose en un maestro de la situación y el efecto. Envidiado positivamente por esta característica por Dickens, es bien sabido que él siempre intentó imitar al gran Charles en la delineación de caracteres y en la ficción didáctica.