Imaginemos un mundo en el que nuestros seres queridos no necesariamente deben desaparecer de nuestras vidas justo en el momento de su muerte porque, gracias a una tecnología revolucionaria, y por un periodo limitado de tiempo, tenemos la posibilidad de insertar sus memorias en el cuerpo de otra persona para poder disfrutar de su presencia un poco más y disponer del tiempo suficiente para decir adiós como no tuvimos la ocasión de hacerlo en su momento. Ese es el mundo en el que transcurre el nuevo largometraje protagonizado por Gael García Bernal, ‘Another End’, y representa una premisa argumental tan prometedora que la superficialidad y el sinsentido de la historia contruida por el director italiano Piero Messina a partir de ella resultan doblemente exasperantes.
Al principio de la película, el personaje encarnado por García Bernal está triste por la muerte de su novia, hasta tal punto de que intenta suicidarse. Eso lo convierte en el cliente idóneo para la compañía que comercializa el avance científico arriba citado y, por tanto, no tardamos en verlo reviviendo su relación de pareja con una mujer cuyo cuerpo no se parece en nada al de su novia pero que, al menos durante unas horas al día, es ella. Que esa situación hace al muchacho perder aún más el norte es algo que cualquiera puede entender porque, obviamente, prolongar nuestra relación con los muertos de esa manera es una aberración, pero la película no parece ser consciente de ello.
En realidad, a lo largo de su metraje ‘Another End’ demuestra no ser consciente ni de ello ni de casi nada, por varios motivos. Primero, deja mucho que desear a la hora de explicar el funcionamiento de esa nueva tecnología con un mínimo de convicción, y de hecho resulta cada vez más disparatada en ese sentido a medida que avanza; segundo, no da muestras de entender los dilemas éticos derivados de ella -¿no es vender el propio cuerpo para proporcionar solaz a otras personas una forma de prostitución?-; tercero, no aprovecha su premisa para explorar asuntos como los mecanismos del duelo o la conexión entre el cuerpo y el alma. En lugar de todo eso, se limita a empujar a su protagonista a un comportamiento crecientemente errático, de camino hacia el tipo de giro argumental final capaz de que toda una platea estalle en carcajadas. Seguro que no es la reacción que Messina esperaba causar en el espectador.
La ‘comedia’ de Oliver Assayas
Las risas que ‘Hors du temps’ provoca, en cambio, son intencionadas. También presentada hoy en la Berlinale como candidata al Oso de Oro, probablemente sea la película más cercana a la comedia de Olivier Assayas aunque esté matizada por el tipo de melancolía bucólica que ya derrochaba la que sin duda es una de las obras más logradas del maestro francés, ‘Las horas del verano’. De lo que no cabe duda es que es su ficción más autobiográfica, porque en ella recrea de forma más bien literal los meses de confinamiento que pasó durante la pandemia en la casa de campo familiar a las afueras de París, en compañía de su hermano y las novias de ambos, y a través de la que se abre a compartir con el público asuntos que le son muy personales: su condición de hombre patológicamente neurótico, su difícil relación fraternal, la veneración que siente por el pintor David Hockney y por grupos musicales como Les Rita Mitsouko, su relación con la biblioteca que le legó su padre, su pena por no haber hecho abuela a su madre antes de que muriera y sus problemas con Mia Hansen-Love, que además de ser otra gran cineasta tuvo una relación con él que dio como fruto una hija.
Pese a ser una obra inconfundiblemente menor en la filmografía del director de ‘Irma Vep’ y ‘Finales de agosto, principios de septiembre’, ‘Hors du Temps’ deja clara su propia tracendencia a través de su título -en castellano, “fuera del tiempo”-, que alude al estado de suspensión en el que el Covid nos sumió pero también la revela como una obra que no solo es consciente de llegar tarde a hablar de los efectos de la pandemia sino que lo hace de forma deliberada. Assayas creyó ver en el confinamiento la posibilidad de una utopía, una oportunidad para leer y hacer instrospección y reconectar con el mundo natural y, recordemos, salir de él mejorados. Esta película es la constatación de un fracaso y, a su liviana manera, una tragedia.