Las imágenes siguen en nuestras retinas: Una potente narcolancha a toda velocidad arrolla, tras torearla, a una frágil embarcación en la que iba una patrulla de la Guardia Civil y dos agentes mueren en acto de servicio. Una tragedia que nos interpela: Los narcotraficantes poseen mejores medios que los agentes de la ley, algo que como sociedad debería sonrojarnos. ¿Cómo es posible que quienes luchan contra el imperio de la droga salgan literalmente a jugarse la vida poco menos que a pecho descubierto? La prevención debe siempre adelantarse a las lamentaciones; esta fatalidad se podía haber evitado. No valen las declaraciones grandilocuentes a toro pasado, tampoco se soluciona con indemnizaciones a las viudas, la concesión de una medalla roja, pensionada, a título póstumo, ni con placas conmemorativa, tampoco con flores; no queremos mártires. Este suceso nos recuerda que evitar que la droga conviva con nosotros supone pagar un peaje carísimo como es las vidas de quienes nos protegen. Uno se pregunta cómo es posible que los PGE no destinen el dinero necesario para pertrechar a los servidores públicos; han matado a dos de los nuestros, ciudadanos con uniforme, que han ofrendado sus vidas por luchar contra esa plaga llamada droga que tanto dolor nos ocasiona. Estamos en deuda con ellos, dos héroes que no querían serlo; dos agentes anónimos que sin pretenderlo son famosos efímeramente. David Pérez y Miguel Ángel González, guardias civiles, In Memoriam.