Carlo Ancelotti. / EP

El último verano más de un madridista tenía por majareta a su Real. Parecía ir de sobrado hasta lo inadmisible, incluso para todo un Madrid. El equipo había cerrado una temporada muy discreta, una Copa ante Osasuna, zurras ante el Barça en la Supercopa y el City en la Champions, y a varias cuadras de los culés en la Liga. Para colmo, Benzema dio un inesperado carpetazo. Como enmiendas al francés, rácanas para muchos, Joselu, proa del descendido Espanyol, y Brahim, por el que Ancelotti torcía el morro ante sus íntimos. Pocas serpentinas. Un Madrid periclitado, se decía.