Cada palabra que pronuncia Joe Biden parece su epitafio, farfulla confuso hasta el punto de que sus discursos trasladados al castellano parecen inventados por el traductor. No es viejo, está viejo. La paradoja consiste en que su edad provecta fue un aliciente para que los Demócratas lo impulsaran como aspirante a la Casa Blanca. La primera vez que los dirigentes del partido fueron a casa del eterno senador para que formalizara su candidatura presidencial, su atlética esposa Jill Biden desfiló provocadora en biquini delante de la comisión de notables, y en el vientre llevaba escrito a gran tamaño un rotundo «NO».
Sin embargo, el supuesto partido progresista renegó de coronar hitos como el primer candidato negro o la primera mujer. Tras el fracaso de Hillary Clinton, cundió el pánico ante la posibilidad de desempolvar a Bernie Sanders o promocionar a la escuela de la inflamable Ocasio Cortez. De ahí la conjura para que el siguiente candidato fuera varón, blanco, cristiano, de edad avanzada, ideológicamente ortodoxo y anclado en la «ciénaga» de Washington que Trump había jurado drenar. Biden se ajustaba al retrato robot, sobre todo por la parte robótica. No es mal presidente por viejo. Es presidente por viejo, y punto.
Biden era propenso a las meteduras de pata o gaffe-prone antes de llegar a la Casa Blanca. De hecho, su incontinencia se enarboló para impugnar su vicepresidencia con Obama, autor de la frase «no subestiméis la capacidad de Biden para joderla» cuando su segundo tenía una edad aceptable. El actual titular debía ser un presidente de un solo mandato, el problema surgió al anunciar que deseaba continua hasta los 86 años, proyectado por la áspera nulidad de Kamala Harris como versión depurada de Hillary. Así las cosas, el New York Times se encabrita y pregunta hoy retóricamente por qué la edad penaliza al Demócrata pero inmuniza a Trump, solo cuatro años menos viejo. Biden rejuvenecerá instantáneamente si gana, aunque parece milagroso que concurse. Entretanto, se le reprocha el único dato todavía censurable en una sociedad donde sexo y peso son indiscutibles.