Cada palabra que pronuncia Joe Biden parece su epitafio, farfulla confuso hasta el punto de que sus discursos trasladados al castellano parecen inventados por el traductor. No es viejo, está viejo. La paradoja consiste en que su edad provecta fue un aliciente para que los Demócratas lo impulsaran como aspirante a la Casa Blanca. La primera vez que los dirigentes del partido fueron a casa del eterno senador para que formalizara su candidatura presidencial, su atlética esposa Jill Biden desfiló provocadora en biquini delante de la comisión de notables, y en el vientre llevaba escrito a gran tamaño un rotundo «NO».