El poema es mi cuerpo/ esto es poesía. Aida González Rossi cita a la escritora peruana Blanca Varela al principio de Si yo hubiera elegido, uno de los poemas que componen su obra Pueblo, yo. Oye. Cuerpecito. Oír y el cuerpo están muy vinculados a lo que la escritora tinerfeña viene a hacer el próximo 29 de febrero al espacio creativo La Caracola, ubicado en la capital grancanaria: un taller de escrituras orales que lleva por título Las voces son los cuerpos, en el que escribir se vuelve un juego compartido durante sus dos días de duración.
Si yo hubiera elegido sentirme así… si me hubieran preguntado oye cuerpecito tú quieres incendios forestales, helicópteros, catástrofes. La poesía de Aida, al igual que su narrativa en la obra Leche condensada (Caballo de Troya, 2023), busca romper con el imaginario cis, hetero y patriarcal, «romper con cómo entendemos el lenguaje», en palabras de la autora. Y para ello, uno de sus mayores aliados es la oralidad que, como ella misma indica «lleva a mirar a territorios de la intimidad a los que antes quizá no nos atrevíamos a mirar».
Esto lleva, en palabras de González Rossi, a «mirar hacia nuestros acentos»: «Si yo pienso en mi casa, pienso en el habla más cotidiana y más basta. Si pienso en mi relación con mis amigas, pienso en una forma de hablar que no está tan mediada por cómo se supone que debemos hablar».
No es Rossi la única autora que abraza lo rítmico y directo de la oralidad en sus textos. Junto a ella, un despojo conjunto de la norma, de las estructuras que pesan, una corriente de voces, en su mayoría de mujeres, que sin miedo muestran sus acentos, sus expresiones más íntimas y familiares, las palabras que dan forma a sus pensamientos más profundos y sucios, esos que asustan y a veces no se encuentra modo alguno de sacar.
Las de la también tinerfeña Andrea Abreu (con su Panza de burro) o la sevillana Greta García (con su Solo quería bailar) son algunas de estas voces a las que se refiere González Rossi, autoras cuyos textos se van a leer en el taller junto a otros de Nivaria Tejera, Víctor Ramírez o Cristina Morales. Autoras que estiran como un chicle en la boca las expresiones, que amoldan las palabras a sus lenguas, que van más allá de los límites impuestos por la norma para descubrir y descubrirse.
Encontrar la voz
González Rossi escribe en su columna Con enfado, escribir que siempre le ha costado mucho escribir desde el enfado. En su lugar, ella acaba «en la fiesta». «Creo que también es guay celebrar lo que en teoría no se debería celebrar. Es un poco esta cosa de la celebración de lo que se entiende como cosas de niñas, cosas poco serias. ¿Qué entendemos por seriedad? ¿Qué entendemos por lo que vale la pena contar? Está muy mediado por la educación tan sesgada que nos dan. Por eso me interesa ese territorio de la risa adolescente, de la risa nerviosa, de lo que se supone que es lo feo, lo que no hay que mirar», explica la autora de Leche condensada.
Y en su columna, escribe: La mayoría de chicas que escribimos lo hacemos porque hemos pasado por cosas que nos enfadan. El germen de nuestra escritura, seguramente, está formado por esas conversaciones que hemos tenido botadas en un césped o en la arena de una playa (en suelos que rascarnos luego, casi siempre) en las que nos hemos quejado de todo y más, en las que hemos compartido inseguridades, dudas, violencias, necesidades de cambios, conocimientos vetados pero flotantes en nuestras cabezas que, asintiendo, confesaban: estamos tan cabreadas. Yo creo que ese apretón de manos de las amigas tras esa confesión es la escritura feminista.
El feminismo es el río compartido de miel y cuidados del que beben González Rossi y el resto de autoras que se van a trabajar en el taller que tendrá lugar en La Caracola los días 29 de febrero y 1 de marzo, un espacio que también va acorde con los valores que se intuyen en la escritura de la autora tinerfeña: un espacio seguro, pet friendly y adaptado a todo tipo de personas. Un espacio seguro, como las escrituras de estas autoras que iluminan lo oscuro, «me permiten transitarlo», como escribe Rossi. Escrituras que, desde la rabia o la fiesta, son abrazo dentro de su juego.
«Vamos a trabajar cómo jugar con la oralidad», puntualiza la autora tinerfeña en referencia al taller. «Lo que vamos a trabajar es cómo acceder a ese lenguaje, cómo llevar a la escritura el lenguaje hablado, no va a ser de poesía ni de narrativa». Cuatro horas para leer, escribir y compartir y dejar ver entre las líneas personalidades, anhelos y miedos.