Aunque el matricidio de Castro Urdiales sigue rodeado de incógnitas, la investigación las va despejando poco a poco. Algunas se supieron nada más conocerse el macabro suceso. Como que el hijo mayor de Silvia López, de 15 años, era el asesino confeso de su madre. O que ambos hijos simularon un secuestro como coartada.
Otros datos van saliendo a la luz gota a gota, a medida que avanzan las pesquisas. Una investigación extremadamente delicada, dados los factores del suceso: el homicidio brutal de una madre protagonizado por sus dos hijos adoptados y menores de edad. Una familia que, según su entorno, vivía una vida absolutamente normal. O eso parecía en un primer momento.
El Periódico de España, del grupo Prensa Ibérica, en colaboración con Caso Abierto, ha hablado con fuentes próximas a la investigación y al entorno de los afectados en el municipio. Con esa información hemos trazado una posible aproximación a lo que sucedió el fatídico 7 de febrero en la urbanización Paraíso X de Castro Urdiales.
En la cocina
Uno de los extremos que han quedado confirmados es que el crimen no se produjo dentro del coche, como se creyó en un primer momento. La primero teoría situaba en el interior del vehículo a los tres protagonistas en el momento del apuñalamiento. La mujer estaría en el puesto de conductor y su hijo mayor, desde el asiento trasero, le habría propinado una puñalada en el cuello.
El Periódico de España apuntó que el interior del domicilio estaba removido. Se debe a que fue allí, dentro del chalet donde residía la familia, donde se produjo el crimen. El detonante habría sido una discusión entre Silvia y su hijo mayor. La mujer habría reñido a los dos hermanos, nacidos en Rusia y adoptados por el matrimonio cuando ambos tenían 4 y 2 años respectivamente.
Según ha explicado el chico en su declaración, la pelea habría estado ocasionada por una reprimenda de su madre, que les habría reñido por presuntas malas notas, aunque en el municipio aseguran que la trayectoria académica de los chicos era muy buena y que “no estamos en tiempo de notas, no está acabando ningún trimestre ahora”, según cuentan fuentes vecinales a este periódico.
Sea como fuere, fue ahí, en la cocina, donde el chico habría agarrado un cuchillo y le habría dado a su madre una puñalada en el cuello. Después le propinó varias más, cerca de una veintena, «por rabia», declaró el chico. Este método provocó que la cocina se llenase de sangre, por lo que el hijo mayor, con la ayuda de su hermano de 13 años, decidieron ponerle al cadáver una bolsa en la cabeza, para que no siguiese manchando.
Los vecinos sitúan el momento de los hechos antes de las 6 de la tarde y no a las 7, que es cuando se barajaba que se sometió el crimen. “Fue cuando escuchamos ruidos, no más tarde de las 6”, explican fuentes de la urbanización a este periódico. Aunque, añaden, era habitual escuchar a la madre reñir a los pequeños. Una discusión que habría llegado como castigo a las malas notas, según testificó el hijo mayor.
Esa es la línea de defensa del matricida confeso, que ha asegurado que su madre les insultaba y maltrataba. Según su declaración y los testimonios de algunos vecinos de Castro Urdiales, Silvia tenía un carácter posesivo con los niños. Apenas los dejaba salir (más allá de para salir a la iglesia) y se mostraba muy dura con ellos.
Traslado del cuerpo
Tras cometer el crimen, los dos chicos habrían quitado la ropa de la madre, con la idea de limpiar la sangre. Después le ataron las manos. Trasladaron juntos el cadáver semidesnudo de Silvia hasta el garaje de la urbanización, en el que el matrimonio guarda su coche. Metieron el cuerpo de la madre en el asiento trasero e intentaron arrancarlo. Su primer idea era huir en coche. Pero el plan salió mal.
El mayor de los hermanos fue el que intentó conducir, pero no logró salir de su plaza de garaje. Se trata de un parking comunitario, pero cada una de las plazas está cerrada con una persiana individual. Contra esa puerta estrelló el coche. Los dos hermanos optaron por coger el teléfono móvil de la madre y huir, dejando allí el cuerpo de Silvia. Serían las 8 de la tarde.
La abuela de los niños, madre de Silvia, reside muy cerca de la vivienda donde se cometieron los hechos. La mujer llamó en repetidas ocasiones al teléfono de su hija. Los chicos optaron por hacer caso omiso de la llamada. Al final, dada la insistencia, optaron por descolgar y decirle a la abuela que los habían secuestrado. La mujer decidió llamar a su yerno (el marido de Silvia, que estaba trabajando en Llodio, Álava) y a la Guardia Civil.
Huida al Cotolino
Los chicos optaron por huir juntos del lugar de los hechos. En torno a las 9 y media de la noche, la Guardia Civil accedió al garaje y halló el coche empotrado. En el asiento trasero y con una bolsa de basura en la cabeza estaba el cadáver de Silvia, ensangrentado y con numerosas puñaladas.
Padre y abuela habrían intentado ponerse en contacto con los chicos una vez más tras la llamada que atendieron. Pero para entonces, los dos hermanos ya habían desconectado el terminal y emprendido la huida hacia un desfiladero que hay en uno de los extremos del municipio. La abuela fue la que alertó a las autoridades de que podrían estar resguardándose allí, en una especie de búnker que hay en el parque.
En torno a las 2 y media de la madrugada, la Guardia Civil halló a los dos hermanos en el mencionado parque. El pequeño se quedó quieto y permitió la detención. El grande, el autor confeso de los hechos, echó a correr. La huida duró en torno a una hora, que fue el tiempo que los agentes tardaron en detenerlo. El chico confesó el crimen. Su hermano de 13 años ha ingresado en un centro de acogida, donde se evalúa cuál es la mejor opción para que siga viviendo. El mayor está en un centro de menores de régimen cerrado.