El avance tecnológico y los mercados bursátiles van de la mano. En las últimas décadas, los valores tecnológicos se han vuelto fijos en prácticamente cualquier cartera y no son pocas las compañías del sector que se han convertido en auténticos colosos, siendo los ‘7 Magníficos’ la encarnación última de estos. En 2023, selectivos del sector, como el Nasdaq, el FANG+ Index o el SOX, fueron los grandes triunfadores de un año marcado por el auge de la inversión en inteligencia artificial (IA). Pero ¿y si la próxima revolución tecnológica tiene cuatro ruedas?

Los expertos de Morgan Stanley Research creen que, con los avances en informática y capacidad de procesamiento que hemos visto y que se seguirán dando en los próximos años, los vehículos definidos por software (SDV, por sus siglas en inglés) podrían «trastornar» el mercado del automóvil en la próxima «década y media». El uso de la tecnología en los coches no es ni mucho menos nuevo, ya que son muchos los modelos que cuentan con funciones como la navegación inteligente desde hace tiempo. Sin embargo, los SDV son diferentes.

«El coche está pasando de ser una red estática de sistemas de software encapsulados en hardware móvil a convertirse en un dispositivo electrónico móvil inteligente y superconectado», afirma Lee Simpson, responsable de investigación de hardware tecnológico de Morgan Stanley en Europa. En este sentido, un software más sofisticado podría aumentar «drásticamente» la potencia de cálculo en el habitáculo de un coche, permitiendo que los vehículos puedan actualizarse a distancia con nuevas funciones, como si de un teléfono inteligente se tratase, sin necesidad de acudir a un concesionario o a un mecánico.

Todo esto no significaría nada sin números para ilustrarlo. Morgan Stanley calcula que los SDV podrían representar el 90% de la producción total de automóviles en 2029, frente a apenas un 3,4% en 2021, impulsados por las funciones de navegación, infoentretenimiento y confort. En consecuencia, Simpson destaca que «podría impulsar un gasto adicional de 15.000 millones de dólares en semiconductores en los próximos cinco o seis años».

UN NUEVO NEGOCIO

Como decimos, el cambio de paradigma que supondría la estandarización o hegemonía de los SDV no es algo menor. Frente a unos coches que, hoy en día, cambian relativamente poco a lo largo de su vida útil, Morgan Stanley subraya que la capacidad de actualizarlos de forma constante y regular no solo implica profundos cambios en el modelo de negocio de los fabricantes.

Para la firma neoyorquina será clave expandir el negocio «mucho más allá» del punto de venta inicial, reforzando la relación con el cliente, promoviendo una mayor fidelidad a la marca y utilizando análisis de datos a bordo para personalizar y perfeccionar el software, además de apostar por las suscripciones a distintos productos o funciones. Asimismo, este desarrollo dejará otros grandes beneficiarios como podrían ser los proveedores que ayudan a diseñar, fabricar y programar los sistemas de a bordo necesarios para hacer funcionar las nuevas funciones.

«El futuro estará dominado por los fabricantes de automóviles que logren situar el software en el centro de sus decisiones de diseño y sean pioneros en la computación del coche a la nube, lo que allanará el camino para las actualizaciones por aire de nuevas funciones de primera clase, así como para la conducción autónoma», afirma Simpson.

En este sentido, el banco de inversión señala que hay «un puñado» de fabricantes de automóviles «con visión de futuro», especialmente en el mercado de los vehículos eléctricos, que ya han desarrollado algunas de estas capacidades, lo que deja a muchas empresas tradicionales «en diversas fases de recuperación». «Algunos crean su propio software, mientras que otros se asocian con fabricantes de chips, empresas tecnológicas y diseñadores de sistemas de software«, apuntan.

UN LARGO CAMINO POR DELANTE

Sin embargo, este futuro todavía está muy lejos de hacerse realidad. Si bien ese horizonte de 2029 parece prometedor por el lado de la producción, los fabricantes de automóviles tienen que convencer a los conductores y, sobre todo, a los organismos reguladores, de que los SDV son tan seguros o más que sus precursores analógicos.

Los consumidores ya han adoptado funciones como el aparcamiento autónomo, el frenado de emergencia, la detección de ángulos muertos y el reconocimiento de carril. Pero la expansión de las actualizaciones de software y firmware hará mucho más complejo el proceso de garantizar la seguridad. Recientemente, los SDV han sufrido una serie de contratiempos de gran repercusión, como accidentes mortales, despidos y retiradas masivas del mercado, que pueden obstaculizar los esfuerzos de los fabricantes de automóviles por ganarse la confianza de los consumidores.

«Si los conductores van a dejar que los ordenadores se pongan al volante, primero querrán tener la seguridad de que esos ordenadores no son vulnerables a los piratas informáticos. La seguridad es una promesa a largo plazo, desde la gestión de datos que ayuda a los conductores a realizar un mantenimiento preventivo hasta la asistencia al conductor conectada a la nube, que mejora con el tiempo», afirma Simpson.

Otro reto importante está relacionado con el diseño. Los fabricantes de automóviles tendrán que replantearse la arquitectura tradicional del sistema eléctrico y electrónico de un vehículo. Dicho de otro modo, los fabricantes deberán consolidar el cerebro de un coche en un puñado de procesadores de alto rendimiento. Centralizar las funciones en un pequeño número de potentes procesadores que se dediquen a pequeñas funciones, explican desde la firma neoyorquina, también agilizaría el cableado y reduciría la necesidad de múltiples unidades de control redundantes, lo que agilizaría el ciclo de innovación.

«A partir de ahí, los fabricantes de automóviles podrían empezar la transición hacia la computación centralizada, allanando el camino para una mayor automatización y, finalmente, la adopción generalizada de los coches autoconducidos. Los inversores deberían fijarse especialmente en las empresas, desde los fabricantes de hardware hasta los de componentes finos, que están liderando este cambio incremental», concluyen.