A menudo adquirimos alimentos en el supermercado que nos parecen absolutamente saludables y totalmente inocuos para el medio ambiente. Y, sin embargo, a veces un producto puede ser al mismo tiempo bueno para la salud pero nocivo para el planeta. Un caso paradigmático de esta contradicción lo constituye el aguacate, fruta tropical que ya está arraigada en España, aunque no hace tantos años era una perfecta desconocida en nuestro país.
El aguacate, que muchos tienen ya como un elemento imprescindible en su despensa, contiene abundante vitamina E y omega 3, lo que convierte este producto como un complemento ideal para casi cualquier tipo de dieta. No es extraño, por tanto, que su consumo esté aumentando de forma rápida no solo en España, sino en toda Europa, donde su venta aumenta un 15% anual, según las últimas cifras del sector.
Un cultivo-esponja allí donde escasea el agua
Ahora bien, el aguacate presenta un problema: es un árbol que consume agua a raudales. Es una auténtica esponja que precisa ingentes cantidades de este recurso escaso para crecer y dar sus frutos. Y el problema es que en España cada vez hay menos agua. Uno de los lugares donde se cultiva el aguacate en nuestro país en Málaga, concretamente en la Auxarquía, con 10.000 hectáreas dedicadas a esta fruta y al mango, a pesar de que se trata de una provincia habitualmente azotada por la sequía. No es el único caso, pues en España abundan los ejemplos de cultivos con grandes exigencias de agua plantados en un ambiente prácticamente desértico.
El consumo suele ser de 1.200 litros de agua por metro cuadrado y año, según el portal aguacastur, si bien estas cantidades varían en función de la variedad, el clima del lugar y la raza del aguacate. En todo caso, se trata de una cantidad enorme de agua. Otro portal especializado, Huertolia, señala que en su primer año de vida, un aguacate puede necesitar alrededor de 500-600 litros de agua durante la semana. Durante su segunda etapa de crecimiento, que comprende el segundo y tercer año, la cantidad de agua requerida se incrementa a cerca de 800-900 litros por semana.
En estas circunstancias, no es extraño que países como Marruecos eliminaran a principios de esta década los subsidios que concedían a los cultivos de aguacate por el elevado impacto sobre los recursos hídricos, dada la fuerte sequía que asola al país vecino.
El doble de CO2 que los plátanos
Pero no sólo es el agua. El aguacate genera una gran huella de carbono, es decir, emite mucho dióxido de carbono a la atmósfera. ¿Cómo lo hace? Fundamentalmente, a través del transporte que se necesitan para traer a España las grandes cantidades de esta fruta que llegan desde el exterior.
Y es que, aunque en España también se cultiva, como sucede en Málaga, lo cierto es que nuestro país importa al año grandes cantidades de esta mercancía, desde países americanos, pero también europeos.
Según las cifras de ASAJA, en 2021 España importó 207.000 toneladas de aguacate, procedentes fundamentalmente de México, Perú y Holanda. Para entonces, la subida ya era de un 300% respecto a los cinco años anteriores.
Eso supone un creciente tráfico de buques cargueros y camiones de gran tonelaje a través del Océano Atlántico y de las autopistas europeas, con la consiguiente contaminación atmosférica y la emisión de gases de efecto invernadero.
Hay estudios que cuantifican las emisiones generadas por el aguacate. Un estudio hecho público por la organización Carbon Footprint afirma que la huella de carbono que generan dos únicos aguacates es el doble que las de un kilo de plátanos. Los dos aguacates generan 846,3 gramos de CO2 durante todo su proceso de cultivo, almacenamiento y, sobre todo, transporte. En cambio, un kilo de plátano genera 480 gramos. Dado que esta última fruta procede de Canarias y es necesario su transporte en barco hasta la Península y resto de Europa, es evidentemente que aún hay frutas con menos huella de carbono (las que se cultivan cerca del punto de consumo).
No se detienen ahí las consecuencias negativas para el medio ambiente. En muchos lugares de Latinoamérica donde se cultivan ha sido necesario talar grandes áreas de selva para crear nuevos cultivos, a menudo derivados de la creciente demanda en Europa.
En definitiva, no todas las frutas que compramos en el mercado tienen el mismo impacto sobre el medio, de modo que, tal y como aconsejan los expertos, lo mejor es adquirir siempre productos de proximidad, de temporada y propios de nuestro país y, por tanto, con exigencias hídricas menos acusadas.
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