Beatriz de los Mozos es una joven empresaria vallisoletana que ha levantado un imperio a partir de unas zapatillas. Un producto fabricado en España, inspirado en la tradición y amoldado a las necesidades de hoy. Ahora factura cinco millones anuales, tiene una tienda en Madrid, otra en Londres y está a punto de abrir una más en París.

Además, sus zapatillas son lucidas por prestigiosas personalidades. Tamará Falcó, Beatrice Borromeo, Tatiana Santo Domingo y Pippa Middleton, entre muchas otras, son fanes declaradas de las zapatillas Flabelus.

La elegante tienda Flabelus parece sacada de un cuento y en su interior se encuentran Beatriz de los Mozos, Fortunata, Quijano, Penélope, Poirot, Bovary, Dante, Beatrice, Darcy, Bernarda… y tantos otros nombres que resultarán familiares a los seguidores de la literatura universal.

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Beatriz de los Mozos le cuenta a EL ESPAÑOL que todos sus productos están bautizados con nombres de personajes literarios: eso explica la estética novelesca que se respira en el ambiente. Al parecer, el curso de 2021 se inspiró en el libro de Mujercitas, 2022 en El gran Gatsby y 2023 en Mulán. Ahora es el turno de Alicia en el País de las Maravillas.

Planteamiento

Y, como todas las grandes historias tienen un inicio (o planteamiento), Beatriz cuenta el suyo: estudió derecho en Valladolid, se trasladó a Madrid, encontró trabajo en una agencia internacional de fusiones y adquisiciones (M&A; Mergers and acquisitions). Y, por último, se dio cuenta de que eso no era lo suyo.

Había algo que no terminaba de encajar con sus esquemas de vida. «Quizás era la impersonalidad del trabajo… o la falta de «contacto humano»… o la falta de relación directa con los resultados. Era un trabajo demasiado solitario: el ordenador y yo, todo repetitivo», explica la empresaria a este periódico.


Beatriz de los Mozos en la tienda Flabelus de Hermosilla 35, Madrid.

Reconoce ser una persona curiosa que siente interés por casi todo, de modo que su trabajo le parecía interesante. Aun así, la práctica no terminaba de llenarla. «¿Qué estoy aportando yo?, me preguntaba. Necesitaba ver que lo que hacía influía en algo«, dice. Fue en ese contexto de desidia cuando lo dejó todo y se fue a hacer un máster de política internacional en Londres.

Una vez hubo terminado estos estudios, Beatriz encontró hueco en un loco proyecto en una empresa en ciernes de Inteligencia Artificial para abogados. El trabajo era fascinante a la par que provocador y sus números fueron asombrosos. Pero quería más. Quería su propio proyecto.

De toda la vida, a Beatriz le han entusiasmado aquellos productos locales que no han sucumbido ante la «turisficación» y que siguen gozando de cierto prestigio artesanal. Esa clase de detalles que no son matrioskas si viajas a Rusia, ni mini torres Eiffel si vas a París, ni camisetas I LOVE NY si vas a Nueva York.

Beatriz habla, por ejemplo -y muy en concreto-, de las zapatillas venecianas. Beatriz las calza con entusiasmo desde que era niña, pero su espalda ha ido perdiendo la elasticidad de la infancia y ahora sufre dolores lumbares debido a la cualidad plana de la suela. «En Londes iba andando a todas partes, pero acababa machacada«, sostiene Beatriz.

En ese anhelo de la comodidad que proporciona una alpargata clásica, una alpargata española, surgió la idea de crear un calzado que trajese lo mejor de ambos mundos: estilo y comodidad

Llámese destino, llámese como quiera llamarse, aquella idea coincidió con un hecho muy especial. Beatriz, para hacer sus pedidos de zapatillas venecianas, no podía meterse en una página online y realizar su compra, pues aún no existían portales online dedicados a esta clase de calzado. Si quería conseguir algo diferente, tenía que recurrir a alguna amiga que se las enviase desde localizaciones concretas. O a tiendas recónditas.

Beatriz de los Mozos.


Beatriz de los Mozos.

Mirta Rojo

ES Fascinante

En agosto de 2019 todo seguía igual. No obstante, en septiembre, un mes más tarde, Beatriz se dio cuenta de que habían aflorado decenas de portales online para comprar calzado veneneciano. «Esto se está poniendo de moda», pensó. «Esta es la mía».

Y contactó con varios fabricadores para ver si podían realizar un modelo que implicase otro tipo de suela más cómoda, pero no recibió otra cosa que negativas. «Yo, en mi ingenuidad de aquel entonces, no entendía que no pudiesen hacer lo que yo quería. Tiempo después me di cuenta de que su forma de coser las zapatillas, siempre a mano, no era compatible con mis pretensiones. La aguja no traspasaba la suela si esta era demasiado gorda», explica.

Al fin encontró una fábrica alicantina que accedió a poner en páctica su particular locura. ¿El resultado? La primera Flabelus. Sólo había que cambiar la horma de la alpargata para hacerla más elegante y parecida a la zapatilla veneciana, pero manteniendo las características de la alpargata.

Nudo

Este milagro hecho calzado llegó a manos de Beatriz en los primeros días de confinamiento por pandemia. La fábrica estaba a punto de cerrar, era un típico caso de ahora o nunca, así que Beatriz hizo un pedido al por mayor de aquella primera muestra, que le llegó en el mes de julio.

Antes de eso, había seguido el consejo de un buen amigo, y Beatriz había decidido lanzar una campaña en Kickstarter, una plataforma dedicada al micromecenazgo de proyectos creativos a través de diferentes formas de crowfunding. En este caso, Beatriz ofrecía la compra de las nuevas Flabelus a partir de un precio muy bajo. «La cosa estaba en crear early adopters«, dice la empresaria.

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«Dije: qué buena idea, seguro que encuentro a un montón de gente súper guay que está interesada en comprar mis zapatos antes de que salgan. Mentira, pero bueno. Recaudé 3.000 euros gracias a la inversión de mis amigos y familiares, y entonces todo cerró, mi campaña caducó después de que la plataforma me diese dos meses de prórroga y, aún así, perdí la inversión«, relata.

Beatriz, lejos de sucumbir ante las adversidades, volvió a la carga con su campaña una vez hubo transcurrido la primera fase de la pandemia. Insistió mucho («Fui muy, muy, muy pesada», confiesa) para recaudar dinero y logró financiar su proyecto.

Desenlace

La originalidad y la calidad del producto se encargaron del resto. Hoy en día, la compañía de Beatriz factura más de 5 millones al año, tiene dos tiendas físicas en Madrid, otra en Londres, y está a punto de abrir una en pleno centro neurálgico de París.

«A nuestros clientes no les importa el precio, están dispuestos a pagar por la calidad», asegura la vallisoletana cuando hace referencia al precio de sus productos. También la sotisficación, la sostenibilidad y los valores que hay detrás de la empresa son elementos proclives a la aceptación del coste, que es elevado en comparación otros productos aparentemente similares.

«El calzado Flabelus funciona en el oreja a oreja. Sencillamente gusta y las personas con esta clase de gustos ven calzado Flabelus por la calle y preguntan que de dónde lo han sacado para poder comprarlo. Otra cosa es lo que después podamos hacer nosotras para vender el producto, que también, pero de base tiene que funcionar. Y la gente no es tonta, las estrategias de marketing te pueden funcionar durante un tiempo, pero, si el producto no es de calidad, olvídate de que siga funcionando», expone Beatriz.

Según su experiencia, Beatriz no recomienda el uso de una estrategia inicial de posicionamiento basada en la exclusividad a aquellos que quieran emprender con esta clase de empresas, pues lo importante es el crecimiento -sostiene-, y hay que hacer colaboraciones con varias marcas para generar sinergias, hay que sacar cosas constantemente, hacer pop-ups en otras tiendas… y, en general, ganarse un puesto en el mercado según las característiacas del producto.

Hoy en día, la idea es que la imagen de marca de Flabelus se asocie con un producto sostenible y Made in Spain, pues el calzado creado por Beatriz de los Mozos se inspira en la alpargata clásica española y se fabrica en talleres de Alicante y de Andalucía de forma artesanal. Según afirma, una marca pierde valor cuando no se conocen sus condiciones de producción. 

Lo último que cuenta Beatriz (además, con notable pasión) a este periódico es la importancia de la alpargata para España. Explica cómo los romanos en el siglo II d.C ya utilizaban alpargatas de esparto cuando llegaban a la península Ibérica porque eran más cómodas que sus tradicionales sandalias.

«Los romanos venían aquí y decían: esto es la bomba. Imagínatelos andando con sus alpargatas de cintas. Y eso es Flabelus, un calzado centenario que es bueno porque es cómodo y que se vuelve aún más elegante gracias a su cruce con la zapatilla veneciana», conclye Beatriz de los Mozos.