Un descubrimiento de la Universidad de Tel Aviv (Israel) ha logrado cultivar variedades de tomate con menor consumo de agua y sin reducir su rendimiento, calidad ni sabor. Los investigadores emplearon la tecnología de edición genética CRISPR, que está siendo usada cada vez más para tratar de adaptar productos agrícolas a las crecientes condiciones de aridez y escasez de agua.