El pase a la final se resolverá en el partido de vuelta en el campo de la Real Sociedad, y será así porque en Son Moix, en líneas generales, hubo más ambiente que juego, más cánticos que goles y más ilusión que atrevimiento.
Ni el Mallorca ni la Real Sociedad propusieron jugar, y podríamos decir que se dedicaron más, cada uno de ellos, a que el otro no jugara y cuando te ocupas más de destruir es difícil que puedas construir.
Aún así, Abdón, Sadiq (gracias Sadiq), Barrenetxea y Dani Rodríguez tuvieron opciones de marcar, pero el 0-0 estaba incrustado en el marcador y nadie fue capaz de arrancarlo.
No es la primera vez que estos dos equipos, en las dos últimas temporadas, resuelven sus partidos así, empatando o con marcadores mínimos y eso conlleva a una vuelta de semifinales tremenda a jugar en el Reale Arena.
No me atrevo a apostar. La Real, se supone, es más equipo, pero el Mallorca compite y es un dolor de muelas (frase de Ernesto Valverde), al menos en la presente edición de la Copa del Rey.
Extraordinario recibimiento de la afición bermellona a los suyos, al nivel de las grandes ocasiones.
Queda un pasito para llegar a la cuarta final de Copa de la historia para el equipo mallorquinista. Opciones hay y hay que creer en ellas.