Carlo Ancelotti está afrontando una temporada con hándicap, como si fuera un experimentado golfista. Los problemas le surgen antes, durante y después de los encuentros de Liga, Copa o Champions. No importa la competición. Son tantos los impedimentos que está encontrando que si estos no aparecen desconfía. Por suerte, cuenta con antibióticos como Brahim Díaz, un jugador que al principio le parecía de herboristería. Fue el mejor de un Real Madrid que no pudo darle el golpe definitivo a LaLiga.
Carvajal suspende en la jugada definitiva
Frente al Atlético partía con la enésima anomalía provocada por la baja de Rüdiger, quien, siguiendo su instinto, forzó para no dejar solo a Nacho en el eje de la zaga. No llegó y fue titular Carvajal, al igual que Brahim, quien se enteró de su rol prácticamente a la hora del inicio del tercer asalto de la trilogía. El lateral ‘centralizado’ vivió de la inercia de su estado de forma durante gran parte del encuentro, pero en la jugada definitiva perdió la marca para conceder el empate a Llorente. Él y toda la zaga cayeron en bloque en el últmo suspiro, algo inédito para ellos.
LaLiga está adulterada debió pensar ‘Carletto’, tomando el argumentario de Xavi y del FC Barcelona, cuando en el calentamiento vio cómo perdía a Vinicius por unos problemas en las cervicales. Da igual que el techo del Bernabéu esté descubierto o cerrado, en el Real Madrid reciente siempre hay un contratiempo, pero a la vez una solución. Nada más conocerse los problemas del extremo brasileño, Joselu salió a calentar para jugar.
Hubo misterio hasta el momento en el que los jugadores del conjunto blanco salieron al campo. El elegido fue finalmente el malagueño, el ‘genio de la lámpara’ del Real Madrid que fue clave en la semifinal de la Supercopa, precisamente ante el Atlético. Fue la decisión correcta, porque jugar sin una referencia en ataque, como la que representaría el ariete gallego, provocó que los locales hundiesen al equipo que más les ha hecho sufrir esta temporada. El mismo que volvió a sacar un resultado positivo en el fin de la trilogía.
«Convencido» de jugar con la selección española
Brahim ha compensado la desventaja que le da el nombre y la naturaleza de repescado con un talento igualador. Con el del derbi lleva siete tantos, dos de ellos al Atlético, a lo que hay que sumar tres asistencias. Hizo añicos la apuesta de Simeone por Rodrigo Riquelme en el lateral. No estuvo fino atrás, donde tuvo que ser ayudado por Mario Hermoso, que acabó suplantándole, y tampoco en ataque, anulado por Lucas Vázquez.
El malagueño no fue un problema solo por el flanco derecho, también en la izquierda, donde igualmente apareció para desequilibrar el balance defensivo de un Atlético que siempre tuvo clara la fórmula: aprovechar la estatura en las jugadas a balón parado, alternativa a través de la que gozó de las mejores opciones.
Brahim también está en la carrera por la próxima Eurocopa. “Aquí lo importante es el convencimiento de los jugadores para estar en un lugar o en otro. El futbolista está convencido y quiere jugar con España. Es español, celebro su rendimiento porque es uno más que se suma a la causa”, dijo el seleccionador Luis de la Fuente cuando estaba en el aire el encantamiento de Marruecos.
Genialidad y ovación antes del empate
Brahim tiene un ‘don’ que le hace seleccionable para cualquier combinado: es capaz de jugar su propio partido, independientemente de las circunstancias. En la primera masticó los espacios cuando no los había y en la segunda se unió a toda la tropa en los contraataques. Su nivel de acierto es mucho mayor al de dos jugadores que están por encima, como Rodrygo, que ha perdido el duende.
También mejora en ciertos contextos a Vinicius, un brillante agitador que en ocasiones se nubla en la definición. Es el mejor actor de reparto, aunque tenga alma de protagonista, como demostró en la jugada de despedida de un derbi que deja al Real Madrid relaminéndose en el tiempo de descuento. Con la anormalidad que ello supone. Antes del 1-1, Brahim hizo un caño a Hermoso, recortó y chutó al palo largo rozando el palo. El Bernabéu le despidió con una mezcla de orgullo y disgusto con Ancelotti, que acabó pagando su retirada con el mazazo de Llorente.