Todavía recordamos con cariño el buen sabor de boca que nos dejó Marta Díaz con ‘Mi querida cofradía’ (2018), una comedia que se desarrollaba en el entorno religioso de una hermandad de Ronda. Por supuesto que se puede hacer una buena comedia de cualquier situación siempre que se partan de dos premisas esenciales que no se cumplen en el caso que nos ocupa: un buen guion y una espléndida dirección de actores.

‘La reina del convento’ no pasa los estándares mínimos del cine profesional y el naufragio es completo. La película comienza con un Mario Vaquerizo (aquí, una mujer), rezando ante un Cristo en una iglesia, ante el que musita: “¡qué abdominales!”.

Harto de vivir con su madrina Bibiana Fernández, decide ingresar en un convento para casarse con Jesús. La madre superiora de la estrafalaria comunidad es Antonia San Juan, que lleva en todo momento una banda rosa a modo de miss que reza Madre Superiora. Las situaciones, diálogos y gags nos retrotraen al cine que hacía Chiquito de la Calzada, con perdón para el maestro.

En una secuencia la debutante Carmen Perona quiere homenajear la escena de la ducha de ‘Psicosis’. Es entonces cuando con la hermana que interpreta Gemma Cuervo, por mirar donde no debe, descubre el pene de Mario Vaquerizo, y se desmaya (no es spoiler, está en el tráiler).

Aunque parece que las resonancias que Perona deseaba alcanzar eran las de ‘Entre tinieblas’ de Almodóvar, dado que en este convento no faltan magdalenas alucinógenas ni toques lésbicos. Lamentablemente, la sensación de amateurismo malogra cualquier intento de tomar la operación en serio.

Una curiosidad: el maquillaje y la caracterización de Vaquerizo le otorga un parecido razonable con María Botto. Y una pregunta: por qué en fechas cercanas a la fiesta de los Goya la cartelera se tiene que emborronar con los estrenos más inanes del año (‘Palacio Estilistas’, ‘Honeymoon’, ‘Faro’ y esta inclasificable historia de monjas).