La sonrisa de María del Mar Reyes es amplia y constante, al menos cuando está lidiando con telas, agujas e hilos porque está cumpliendo un sueño. Cuando era pequeña, la madre de una amiga cosía para su hija todo lo que ella quería. «Cuando iba a una fiesta de Fin de Año ella le enseñaba un vestido que le gustaba de una revista y su madre sacaba el patrón y se lo hacía». ¡Envidiaba, en cierto modo, «la suerte de mi amiga, pero sobre todo, admiraba la capacidad que tenía su madre! Ahora, es ella la que está aprendiendo a hacer su propia ropa, comprobando con esfuerzo, tesón y bajo la atenta mirada de Noelia González, la profesora de costura de la Universidad Popular en Telde, tiene todo un mundo de posibilidades por delante.

MARÍA DEL MAR REYES, COSIENDO UN CHALECO Andrés Cruz


Con el listón alto, pero alcanzable

Después de haberse hecho «una falda preciosa» se ha apuntado «a valiente» y está terminando de elaborar un chaleco. Su ideal es poder emular al diseñador Lorenzo Caprile cuando en un conocido programa televisivo «coloca una tela sobre un maniquí y moldea un vestido casi de la nada», pero mientras, las tres horas que pasa cada miércoles en el local habilitado como taller de costura en la calle José Arencibia Gil suponen para ella, que se dedica a la banca, un oasis de creatividad, aunque ya se ha ido equipando y montando un pequeño espacio para coser en casa.

La suya es tan solo una de las muchísimas historias que hay detrás de la treintena de alumnas que este año tiene Noelia González a través de la Universidad Popular y Gestel, la empresa pública que depende directamente de la Concejalía de Cultura de Telde, y que se distribuyen en tres grupos.

Reencuentro tras décadas

Las puntadas unen tejidos, pero también pueden reunir a personas. Eso es lo que ha pasado con Agustina Morales y Ana Alejo, que han vuelto a encontrarse en este taller después de varias décadas y cuentan ilusionadas que fue Agustina quien enseñó a leer a Ana en el CEIP Poeta Fernando González, donde la primera fue profesora de Infantil y Primaria hasta su jubilación. Las dos están encantadas con esta coincidencia.

EN PRIMER PLANO, NOELIA GONZÁLEZ EXPLICA A UNA DE SUS ALUMNAS CÓMO CONTINUAR COSIENDO Andrés Cruz


Agustina ya sabía coser y por eso ha elegido dedicar estas tres horas a aprender patchwork o almanzuela, una técnica que requiere «mucha paciencia y precisión». Tras su jubilación, sentía que cada vez salía menos y empezaba a relacionarse con menos personas y cuando su amiga y vecina Estrella Galindo le comentó que se había entrado a través de otra alumna de la existencia de estas clases, no lo dudó. Ahora, las dos se acompañan cada miércoles y trazan los patrones sobre un papel milimetrado, formando el diseño de lo que luego, con trozos de tela, plasmarán en sus bolsos, colchas o neceseres.

Este trabajo minucioso es para Estrella un oasis de relax, lo que hace que se pase toda la semana con ganas de ir a esta clase.

Un respiro en la conciliación imposible

También para Ana Alejo esta es una oportunidad «para bajar las pulsaciones» que suelen elevarse «cuando se intenta conciliar el trabajo con la educación de los hijos». Estas tres horas a la semana son suyas, para no pensar en las tareas administrativas que realiza en una empresa del sector privado, ni en actividades infantiles ni labores en el hogar. Aunque previamente sabía coser algo, llevaba muchos años sin hacerlo y ahora disfruta haciéndose algunas prendas e, incluso, muñecos para adornar las fiestas navideñas.

Junto a ella se sienta Elizabeth M., que llegó a estas clases porque buscaba una actividad para las tardes y al mirar la oferta de la Universidad Popular en Telde encontró estas clases. «Había cosido algún botón y zurcido algún agujero, pero nada más». Ahora ya tiene varias prendas elaboradas por ella y se adentra en las técnicas del patchwork.

Un nieto muy afortunado

Al otro lado del aula, Pino González, de Lomo Magullo anda enfrascada estos días en la elaboración de una colcha, también con la técnica de patchwork. «Quería habérsela regalado a mi nieto en su segundo cumpleaños, que fue el 17 de enero, pero no llegué a tiempo, así que se la daré en cuanto la termine». Para ajustarse a aficiones del niño, ha elegido telas de coche, de herramientas y del espacio, entre otras.

Esto no es lo único que ha cosido para el pequeño de la familia, ya que en los dos años que lleva acudiendo a estas clases le ha hecho varias prendas de vestir que son, precisamente, las creaciones que más ilusión le han hecho.

UNA DE LAS CLASES DE COSTURA DE LA UNIVERSIDAD POPULAR EN TELDE Andrés Cruz


Sin miedos

En el grupo de los miércoles hay una alumna que se atreve con todo y a pesar de que está comenzando su aprendizaje está intentando coser un bolso con piel. Para ello no ha dudado en comprar hasta un pisante especial para la máquina de coser. Elvira Monzón es de Valsequillo, de 60 años, jamás había cosido y asegura que «este es mi momento». Desde octubre hasta ahora ya se ha hecho bolsos, neceseres y un gorro, y ahora da un salto a la peletería cruzando los dedos para que salga bien y confiando en la experiencia de su profesora, que no le quita el ojo de encima mientras pasa de una mesa a otra atendiendo a todas las alumnas.




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Trabajos de las alumnas del taller de costura de la Universidad Popular de Telde

Y lo mejor de todo, destaca Antonia Ramírez, de 67 años, «es el ambiente que se genera en el grupo». Ella, que sabía coser, ha encontrado en esta actividad una segunda familia con la que seguir aprendiendo, cosiendo y haciendo nuevas amigas que se turnan cada semana para llevar té, algunos refrescos y alguna cosa para picotear.

Una profesora con mucha experiencia

Noelia González lleva ya más de cuatro años dando clases en la Universidad Popular de Telde, pero antes fue profesora en Ingenio durante diez años. Afirma que le gusta «mucho transmitir todo lo que sé» y que la clave de sus clases es que «intento ser paciente hasta que la gente coge la técnica«, independientemente del nivel.

Los nuevos hábitos de consumo hace que cada vez más personas quieran sacar más provecho a sus prendas de vestir y acudan a clases de costura para aprender a arreglarlas y eso se ha notado tanto en las clases que imparte Noelia González a través de la Universidad Popular y el Ayuntamiento de Telde, como en su propio taller.

Además, ha cambiado el perfil de las alumnas. «Antes venían más abuelas y madres que buscaban una actividad para salir de casa, pero después de la pandemia viene muchísima gente que está saturada, estresada o al borde de una depresión, un perfil que tiene entre 40 y 55 años», explica la docente.

Cree que los oficios tradicionales como la costura vuelven a estar en boga. » En el taller tengo cada vez más trabajo y no solo para no perder prendas de las que no quieren desprenderse, sino que ahora que las tallas son estándares muchas personas tienen que adaptarlas. También las calidades ya no son las mismas y se estropean más, como las cremalleras de los vaqueros»

Además de docente, Noelia González está vinculada al programa Gran Canaria Moda Cálida. «Estudié primero un ciclo medio y luego el superior de Confección e hice las prácticas con el diseñador Gabriel Croissier y con Nuria Díaz, con quienes me acerqué a este mundo y me apasionó, así que le pedí a Croissier que me dejara ayudarle en la pasarela». Poco después realizó una colección de bolsos con un tejido de corcho que Nuria Díaz usó en un desfile de Calima «y después me propuse continuar como costurera para arreglos de última hora y planchadora«.