Una investigación dirigida por un equipo de la Universidad de Estocolmo (Suecia) explica la existencia de 14 “trampas evolutivas” que, en última instancia, pueden conducir a la propia desaparición como especie de la faz de la Tierra.
Según los científicos que han elaborado este estudio, parte del problema radica en el progreso tecnológico que ha experimentado el ser humano y del que derivan múltiples amenazas. El informe explica que el planeta está atravesando lo que se conoce como una policrisis, en la que múltiples amenazas (desde el cambio climático hasta pandemias globales) están creando las condiciones para poner fin a la era del Antropoceno más temprano que tarde.
“Los humanos son increíblemente creativos como especie. Somos capaces de innovar y adaptarnos a muchas circunstancias y podemos cooperar a escalas sorprendentemente grandes. Pero estas capacidades resultan tener consecuencias no intencionadas“, afirmó el antropólogo Peter Søgaard Jørgensen, de la Universidad de Estocolmo, según recoge el portal Infobae.
De los 14 posibles callejones sin salida evolutivos para la humanidad, cinco de ellos están etiquetados como globales:
1- Simplificación: los sistemas se vuelven demasiado especializados para adaptarse a la supervivencia, como sucede con los monocultivos.
2- Crecimiento obsesivo: una búsqueda incesante de crecimiento económico y un exceso de consumo que daña el bienestar.
3- Sobreexplotación: uso de los ecosistemas muy superior a lo que la Tierra puede soportar.
4- Enfrentamientos: división de la sociedad y generación de más conflictos internacionales.
5- Deterioro de la salud: contagio de enfermedades infecciosas y bacterias multirresistentes.
Otros cinco se describen como trampas tecnológicas y son:
6- Combustibles fósiles, cuya persistencia no facilita la transición o el crecimiento de otras formas de energía limpia.
7- Contaminación química, que envenena la salud humana y la naturaleza.
8- Tecnología que amenaza el planeta, como las armas nucleares.
9- Aumento de la autonomía tecnológica y robótica, incluyendo la novedosa y temida Inteligencia Artificial.
10- Desinformación.
Los investigadores denominan a las cuatro restantes trampas estructurales más vinculadas a la economía y la digitalización.
11- Cortoplacismo de las cosas y la inmediatez de todo. Falta de previsión a largo plazo.
12- El consumo excesivo que ejercen las personas y que el mundo no puede soportar.
13- La desconexión con la biosfera y el errático comportamiento humano para cuidar el único planeta donde sabe que es posible la vida.
14- La pérdida de capital social, donde un mundo cada vez más digital corta la interacción social y puede contribuir a una mayor división de la sociedad.
Los expertos calculan que 12 de estos 14 problemas se encuentran en estado avanzado. Sólo la autonomía tecnológica y la pérdida de capital social no se han convertido todavía en cuestiones preocupantes. Lo que es aún más alarmante es que estos callejones sin salida tienden a reforzarse mutuamente entre sí, lo que significa que es probable que quedemos atrapados en más de uno de estos callejones.
Aún hay esperanza
“Las trampas evolutivas son un concepto muy conocido en el mundo animal. Al igual que muchos insectos se sienten atraídos por la luz, un reflejo evolutivo que puede causar su muerte, la humanidad corre el riesgo de responder a nuevos fenómenos de manera dañina”, afirma Søgaard Jørgensen.
Si bien se trata de un panorama bastante sombrío, los investigadores no se dan por vencidos todavía. Lo que se necesita ahora, dice el equipo, es una transformación activa: realizar esfuerzos decididos en otra dirección.
«Al igual que muchos insectos se sienten atraídos por la luz, un reflejo evolutivo que puede causar su muerte, la humanidad corre el riesgo de responder a nuevos fenómenos de manera dañina”
“Puede que seamos miopes y destructivos como especie, pero también somos creativos, innovadores y colaborativos”, señalaron los investigadores. Eso significa que hay esperanzas de que nuestro destino aún no esté escrito.
“Una cosa muy sencilla que todo el mundo puede hacer es involucrarse más en la naturaleza y la sociedad y, al mismo tiempo, aprender sobre las consecuencias globales positivas y negativas de nuestras propias acciones locales”, afirma Jørgensen. “No hay nada mejor que apoyar a lo que necesita protección”, concluye.
Estudio de referencia: https://royalsocietypublishing.org/doi/10.1098/rstb.2022.0261
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