A sus 81 años, Martin Scorsese sigue pensando en cine, transmitiendo ideas con guiones que suenan a música y aún no está preparado para dejar de trabajar. Mide su vida en películas, no en años, y todavía mantiene los pies en el suelo.
Porque el neoyorquino no olvida que tuvo la suerte de que Paul Newman se le ofreciera para rodar con él, pero hubo otros momentos en los que no fue tan fácil. «Hubo veces que nadie me cogía el teléfono«, recuerda.
Scorsese visita España después de que su última película, ‘Los asesinos de la luna’, de Apple Original Films, haya conseguido 10 nominaciones a los Óscar, entre ellas las de mejor película, mejor dirección y mejor actriz protagonista para Lily Gladstone, que ha acompañado al maestro en esta excursión a Madrid aunque no ha acudido con él a la Academia del Cine donde este viernes ha charlado sobre cine con el director español Rodrigo Cortés.
Las duras condiciones impuestas por Apple, promotor de la visita, con invitaciones limitadas y prohibición expresa de registrar el evento en audio o vídeo, ha convertido la charla en un objeto de deseo que ha dejado a muchos seguidores, académicos y no, fuera del evento.
La soltura e impecable memoria de Scorsese han hecho de la breve conversación en la que se iban a detallar curiosidades sobre ‘Los asesinos de la luna‘ en una clase magistral sobre historia del cine.
El director norteamericano empezó a hablar de cine, de la vida y de música -para él, casi lo mismo-, y acabó contando anécdotas con sus actores fetiche, Robert De Niro y Leonardo Di Caprio.
Y metió en el saco la primera vez que rodó con Al Pacino: «Él repetía y repetía, dije: lo tenemos, pero él seguía -se ríe-. Si un actor disfruta trabajando lo dejo a su aire aunque sean cosas que no voy a utilizar, aunque luego lo uso igualmente«.
«Yo no hablo de años sino de películas»
El director de ‘Uno de los nuestros’ asegura que cada una de sus 27 películas -«si es que han sido 27, no llevo la cuenta»- ha sido «una excursión para crear algo, cada una como un universo. Y eso te afecta en tu vida privada también. Porque cada una exige un esfuerzo singular, yo no hablo de años sino de películas».
«Me doy cuenta de que he explorado la técnica todo lo que he podido; esto tiene que ver con el movimiento de cámara y algunas estructuras en las narrativas de contar historias y por eso he alternado ficción con documentales». Aunque no le gusta del todo ese término porque, señala, hace con ellas «lo mismo que en películas narradas».
«Trato de no ponerme límites, no me gusta estar restringido por lo que se considera narrativo. Lo más difícil para mí es la trama, la histori a. ¿Por qué el público tiene que saber todo? No puedo llevar el hilo de una trama, todavía no sé qué pasaba en ‘Infiltrados’, y creo que el guionista tampoco», ha bromeado provocando de nuevo la risa de los asistentes.
Se declara amante del cine soviético desde los 20 años -cita al ‘Acorazado Potemkin’- que exploró en ‘Uno de los nuestros’ (…). «La superposición de imágenes que se dio en el movimiento ‘underground’ del cine en Nueva York, me parecía que venía de un ambiente obrero, el mío. Durante años me fascinaron los fundidos, hasta que leí que Otto Preminger los odiaba», vuelve a sonreír.
«Ya no necesito pirotecnia en mi cine»
«Entonces no había CGI -imágenes creadas por ordenador-, no se podían ‘coser’ las tomas para que pareciese una sola, pero ahora se puede. Entonces, si las imágenes no significan nada, tendremos que reinventar las imágenes. Trato de volver a pensar y sentir algo distinto, no interferir para demostrar que puedo hacer pirotécnica con el sonido y la cámara. Ya no necesito pirotecnia en mi cine», ha sentenciado.
Sorprende del maestro la agilidad para abrirse a las nuevas tendencias audiovisuales desde su intelecto.
Si los espectadores van a ver una película, no los amarguemos con una larga retahíla de títulos de crédito, considera, y aunque siente nostalgia por «aquellas presentaciones tan bonitas -yo lo hice en ‘Alicia ya no vive aquí’-, eso ya no está, es otro mundo, ahora los espectadores quieren que empiece rápido la película».
Le importa mucho esa primera escena que «te mete en la historia, la forma de empezar, la velocidad: una imagen que debería atraer al público es tan arriesgado y difícil como un buen montaje».
Y ha contado cómo, al terminar ‘Los asesinos de la luna’, se sintió culpable y quiso ser él en persona el que se dirigiera al público para pedir perdón, en esa recreación de los programas radiofónicos «con aquellos guiones tan malos».
«No pensé que iba a ser un momento tan emotivo para mi«, ha dicho en uno de los pocos momentos en los que se ha puesto serio. La película es una historia en la que se pide perdón por los abusos cometidos contra los nativos americanos, personificados en los indios Osage.