La activista antifascista italiana Ilaria Salis, de 39 años, apareció el pasado lunes atada manos y pies en un tribunal de Budapest. Y desde entonces la tormenta política y mediática en Italia ha sido imparable. Una ola de indignación en todo el país han forzado a la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, a llamar a su homólogo húngaro, Viktor Orbán, y al ministro de Asuntos Exteriores transalpino, Antonio Tajani, a convocar al embajador de Hungría en Roma.
Este desenlace, que ha abierto una inesperada crisis entre dos Gobiernos gobernados por fuerzas políticas afines, ha puesto así la atención sobre la historia de Salis, una maestra y activista cercana a grupos de extrema izquierda que en febrero de 2023 fue detenida y puesta en prisión preventiva en Budapest. La razón: haber supuestamente agredido a varios neonazis durante unas conmemoraciones por un batallón nazi que en 1945 intentó impedir el asedio de Budapest por parte del Ejército Rojo.
De hecho, el caso, que hasta ahora había sido casi ignorado por la prensa y la política italiana, ha estallado después de que se divulgaran unas fotografías de Salis entrando en la sala de un tribunal de Budapest escoltada por policías y con grilletes metálicos en manos y pies, unas imágenes que generaron un gran impacto en Italia.
Encadenadas
“Queremos saber por qué no se respetan las reglas sobre el tratamiento de los detenidos”, ha dicho Tajani, al explicar la razón de la convocatoria del embajador húngaro. “Le he explicado [a Meloni] que la justicia no depende del Gobierno, sino del Parlamento”, ha respondido este jueves Orbán. “Lo único que estoy legitimado a hacer es a dar detalles de su trato [en la cárcel] y ejercitar influencia para que tenga un digno trato”, ha continuado.
La situación también ha evidenciado, como suele ocurrir cada vez con mayor frecuencia desde hace algunas semanas, la división dentro de la mayoría gubernamental, tras que el líder de la Liga, Matteo Salvini, cargara duramente contra la joven, desmarcándose así del resto de aliados. “¿Salis? Absurdo que sea maestra. Si fuera mi hija no estaría feliz”, ha dicho el legüista.
Según el padre de la detenida, su hija ha sido tratada en Hungría “como un animal”. De igual manera, una compañera de celda de la activista, la también italiana Carmen Giorgio, ha confirmado el relato de Salis sobre las duras e insalubres condiciones de detención, que incluían dormitorios “repletos de chinches” y cenas en condiciones insalubres. “A mí también me encadenaron así”, contó Giorgio.