En los grupos de jóvenes que hacen botellón en Pamplona es frecuente ver a alguien o a varios tomar pacharán con naranja, el llamado ‘butano’ que se tomaba en los 80-90 y que recientemente se ha vuelto a poner de moda. En Canarias, desde hace años es tradición hacer la sobremesa los fines de semana con ‘el barranquito’, una suerte de carajillo elaborado con café de la isla, Licor 43, leche condensada, canela y limón. En Valencia, dos importantes destilerías han recuperado el ‘barrejat’, una bebida muy popular durante el siglo XX entre los jornaleros del campo que mezcla la cazalla y la mistela. 

¿Qué está ocurriendo para que las bebidas ‘vintage’ vuelvan a estar de moda, para que la edición americana de ‘Vogue’ asegure que el carajillo está destinado a ser el «cóctel cafeinado» de 2024? Sí, ha leído bien, el carajillo. Esa tradicional bebida que combina café con una bebida alcóholica -coñac, ron, anís, orujo o whisky- se ha convertido en la bebida de moda en México, ya que se puede degustar en muchos restaurantes y coctelerías. Solo hay que echar un vistazo a Tiktok para ver como el Carajillo 43 -café con Licor 43- es el must de los cócteles ahora mismo. 

En España, varias marcas, entre ellas Anís del Mono, se han lanzado a sacar su propio producto de carajillo ya mezclado, buscando replicar el éxito mexicano aprovechando esa querencia cada vez más extendida en nuestro país de alargar la sobremesa. «En Canarias es muy común los domingos en la sobremesa tomar un ‘barranquito’, que es carajillo con café, canela y limón», cuenta Ruth Nieves García, bartender de Kamezi, un restaurante de Lanzarote incluido en la Guía Michelin y con un sol Repsol.  

Al alza en México

«En México está más al alza que aquí, y vamos a intentar conseguir que aquí lo esté. En Lanzarote, no se destilaba hasta hace poco la coctelería y ahora va resurgiendo, sobre todo con el tardeo», señala la experta en cócteles que es una de las finalistas del concurso de Carajillo 43 que tendrá lugar hoy en la Wine Edition de Madrid Fusión. Su creación mezcla Licor 43 con un café canario, vinagre afrutado y crema de café. 

Andrés Torres, de Casa Nova, posa con su creación de carajillo. ALFREDO CALIZ


«Desde hace un año nosotros teníamos la idea de sacar un café especial para hacer sobremesa, como se hacía antiguamente, hacer algo diferenciador y como opción en el menú degustación, y ahora el concurso nos ha servido para forzarnos a hacerlo», explica Rubén Moreiro, jefe de sala y sumiller de Consentido, un restaurante de Salamanca con dos soles Repsol y que también es finalista del concurso. En su caso, han mezclado crema casera de Licor 43 con nata, tofe, blended de distintos cafés y polvo de bellotas de la zona. Lo han bautizado como «charrajillo», por su creación salmantina. 

«[El auge del carajillo] tiene mucho que ver con alargar las sobremesas. Es un reflejo de la sociedad. Aquí siempre el tardeo ha sido muy fuerte, el café torero que llaman, empezar el aperitivo y seguir hasta la noche», añade Moreiro. 

La expansión mundial del carajillo, cuyo origen algunos remontan a la Guerra de Independencia de Cuba, parece imparable. Incluso la revista británica de gastronomía ‘Delish’ destacó recientemente que va a ser una de las bebidas de moda este año por tener un sabor «muy apreciado». Hasta el crítico gastronómico del New York Times Pete Wells se ha rendido ante él: «Es una bebida que se inventó en España, pero se hizo popular en México. En Nueva York fue eclipsada por el expresso martini, desafortundamente».

El ‘butano’ de Navarra

Pero no es es sólo el carajillo la única bebida que se vuelve a recuperar y comienza a estar de moda. En Navarra y Aragón ha vuelto a consumirse mucho entre los adolescentes y los jóvenes el pacharán en combinado, con naranja principalmente, algo que antaño se conocía como el ‘butano’.

“Era una bebida que estuvo varios años en crisis, pero desde hace pocos años, tres o cuatro, no sé decirte, vendemos un montón de pacharán en combinados [precio 7,50 euros]”, asegura Andoni, dueño del bar de copas El Subsuelo, en la Plaza del Castillo de Pamplona, uno de los locales más famosos de la ciudad. “Antes el consumidor de pacharán era el del cliente de restaurante de comidas, de la partida de cartas, la sobremesa, pero ahora ha resurgido entre la gente joven”, afirma soprendido Andoni, que trabaja en su bar con el Pacharán Basarana Negra.

Según el hostelero, este auge puede tener que ver con que al público más joven le gustan “las bebidas más dulces” y ha aprovechado también el efecto del Puerto de Indias, la ginebra rosa, de la que también vende “un montón”. Andoni asegura que uno de cada diez clientes pide pacharán en combinado. “La gente siempre te acaba sorprendiendo”. 

Más económico

«Lo toma mucha gente, es que te sale mucho más barato que otras cosas. Un pacharán con naranja en la zona de peñas puede costar cinco euros, aunque en otros bares te pueden cobrar ocho», cuenta Sara, que tiene 18 años, y confiesa que es una bebida muy trabajada en los botellones, precisamente por ser muy económica. «Además, la botella es más grande. Da para más. Yo no la conocía, pero me lo dijo una amiga, la probé y la verdad es que me gustó, es más dulce. En mi pandilla la tomamos tres o cuatro».

De forma paralela, dos de las empresas de bebidas de mayor arraigo en la Ribera valenciana, Cerveró y la cooperativa La Baronia, van a empezar a comercializar el ‘barrejat’, un licor que fue muy popular durante el siglo XX entre los jornaleros del campo y que mezcla cazalla y mistela. En Valencia capital sigue siendo conocida, aunque ahora estos productores quieren «actualizarlo y modernizarlo» para captar a los jóvenes, según publicó Levante.