Seguridad informática y competitividad

Para garantizar su crecimiento, las empresas españolas tienen la necesidad de acelerar su transformación digital, ya que la conectividad está creando una nueva realidad. Con herramientas como el Internet de las Cosas, IoT, la información se ha convertido en material imprescindible para aumentar su competitividad y su resiliencia en mercados cada vez más volátiles.

Según el informe Perspectivas España 2023: Transformación digital, elaborado por KPMG junto a la CEOE, el 58% de los empresarios y directivos españoles incluyó “la transformación digital entre sus prioridades estratégicas”.

Lo que plantea otro reto: implementar políticas de seguridad informática útiles y efectivas. Y es que las pymes son un claro objetivo para este tipo de ciberataques ya que no destinan tantos esfuerzos a tomar las medidas de ciberseguridad necesario.

A esta vulnerabilidad hay que añadir el incremento de la movilidad, motivado principalmente por el aumento de nuevas fórmulas laborales como el teletrabajo, y el uso de las herramientas en la nube.

Las amenazas más frecuentes

Las amenazas informáticas tienen consecuencias en dos ámbitos. El primero de ellos puede implicar un parón en la actividad de la empresa afectada. La segunda, conlleva crisis de reputación por la pérdida de confianza entre clientes y proveedores. Esto supone pérdidas económicas que pueden poner en peligro la continuidad de estas empresas.

Los ataques más frecuentes suelen ser los llamados malware. Se trata de un tipo de software malicioso diseñado para instalarse en dispositivos habituales como los smartphones, tabletas y ordenadores, de forma que el usuario no sabe que lo ha instalado. Una vez infectado un dispositivo, los ciberdelincuentes pueden causar todo tipo de daños, como secuestrar y robar datos.

Otro de los fenómenos que más ha crecido notablemente desde el comienzo de la pandemia del covid-19 es la ingeniería social. En este caso, los atacantes emplean diferentes formas de engañar a los usuarios para conseguir información como datos bancarios, claves o información confidencial. El phishing es la forma más habitual de esta práctica y se desarrolla en forma de correo electrónico, mensajes de texto, suplantación de identidad digital o webs fraudulentas que se parecen a las webs oficiales. Aquí, la víctima del ciberfraude facilita los datos que se le solicitan ya que confía en el emisor del mensaje.