Inicio International “Los niños nos recuerdan que somos máquinas de amar”

“Los niños nos recuerdan que somos máquinas de amar”

24
0

Vivimos en un mundo en el que la música se consume a una velocidad vertiginosa, casi sin darnos tiempo a asimilar lo que escuchamos. Probablemente ocurra porque estamos inundados de capas y más capas de información efímera. Y ahora, para rematar la profundidad del contenido, el mal uso de la inteligencia artificial nos bombardea con contenidos creados demasiado similares. 

En medio de todo esto, me entero de que Jorge Ruiz lanza un nuevo disco y pienso «detengamos todo para escuchar algo que realmente me va a llegar al alma». 

A pesar de ser el cerebro detrás de éxitos como “El secreto de las tortugas”, con más de 60 millones de reproducciones en Spotify, e himnos generacionales como “No pido tanto, idiota” y “Perdona si te llamo amor”, a Jorge le gusta caminar entre los mortales casi como un desconocido. Puede estar dando un concierto en el Wizink Center, y ser confundido con un miembro del equipo técnico. Pero una vez en el escenario, su voz canaliza emociones y vivencias que conectan con recuerdos y vivencias. Eso ocurrirá el próximo 17 de febrero. En ese enorme escenario presentará su nuevo trabajo Manual para seres maravillosos. Iremos a clase.

Como embajador de la Fundación Promete desde hace cinco años, Jorge Ruiz ha estado al frente de proyectos innovadores en educación, como el concurso nacional lanzado con el single “Inevitable”, interpretado junto a su hija Mia, que invita a los centros educativos de toda España a interpretar la canción de la manera más creativa posible, con el premio de un concierto de Maldita Nerea en el colegio ganador.

Este concurso es un reflejo de la filosofía educativa de este artista murciano afincado en Madrid desde los 90. A través de este proyecto, busca inspirar a los niños y jóvenes a explorar y expresar su creatividad.

Jorge Ruiz no persigue el éxito fácil, ni giras millonarias, ni aparecer en programas o redes populares diciendo tonterías. Es alguien cuya alma se nutre de las profundas conexiones que ha forjado con sus fans, quienes le agradecen haber impactado sus vidas. ¿Cuántos artistas pueden decir lo mismo? 

Pregunta.- Me encuentro en un lugar muy peculiar, tu estudio, un espacio lleno de centenares de libros y discos, que me llama mucho la atención. ¿Por qué se llama «La Bailarina»?

Respuesta.- Se llama así en honor a mi hija, a quien dediqué un disco. Así que también puse el nombre al estudio «La Bailarina» en su honor. Es un espacio acondicionado con mi micrófono para grabar las voces, pero esencialmente es un lugar para componer. Me gusta decir que las canciones nos componen a nosotros, así que me rodeo de cosas que me inspiran.

P.- Aún identificado con «las tortugas», sigues recibiendo agradecimientos de fans por los cambios que ha habido en sus vidas al escuchar tus canciones. Ahora te embarcas en el proyecto de lanzar un disco. ¿Era necesario? ¿Sentiste que era el momento?

R.- Sí, cada disco mío corresponde a un cambio existencial. Este ha sido uno de los más significativos en mi vida. Atravesé una crisis creativa vinculada al impacto mental post-pandemia. Es un disco donde me he expuesto completamente. Hay una canción llamada «Duele», que es inusual en mi repertorio, donde abordo temas más oscuros y egoístas. Describe mi caída al fondo del pozo, un lugar sin luz, un aspecto poco habitual en mi escritura, pero común a todos.

P.- Entonces ¿este disco es como los antiguos vinilos de dos caras, mostrando que la vida no solo tiene un lado? 

R.- Efectivamente, la oscuridad, siendo una ausencia de luz, ofrece una información valiosa. Aunque prefiero hablar de la luz, este disco me rompió y eso es lo que he contado. La canción «Duele» ha resonado mucho con el público, y lo he podido comprobar en su popularidad en streaming. La gente se identifica con esa sombra, algo muy freudiano, pero real.

Antiguamente, los álbumes se hacían con más calma, pero hoy en día, la industria musical es frenética, casi paranoica.

P.- ¿Dirías que el álbum es como los de antes, conceptual, con un hilo conductor?

R.- Sí, es muy real. Antiguamente, los álbumes se hacían con más calma, pero hoy en día, la industria musical es frenética, casi paranoica. Crear un disco con un concepto claro es raro hoy en día. El álbum está grabado al estilo antiguo, con una producción tradicional, trabajando con músicos y productores destacados como Miguel Lamas, mi director musical y uno de los mejores bateristas del mundo.

P.- ¿Podrías resumir el mensaje del álbum?

R.- Si tuviera que resumirlo en una palabra, sería «inevitable», el primer single. Es una apuesta personal que refleja mi interés en la educación y la infancia. Muchas de mis canciones naturalmente han llegado a las aulas, pero esta es la primera vez que intento aportar directamente al ámbito educativo. La canción habla del amor puro, una energía valiosa y creadora. Sabíamos que no sería convencional, pero la respuesta ha sido abrumadora. Más de 140 colegios han participado con versiones creativas de la canción, incluyendo proyectos educativos impresionantes, como un coro inclusivo de niños sordos que cantan a través de implantes óseos. Esto va más allá de la simple difusión de una canción; es un testimonio del valor de la educación y de las cosas importantes que ocurren lejos de las cámaras.

P.- Ahora, con tu preocupación por la educación y en estos tiempos tan caóticos y con tanta información difícil de digerir, ¿qué deberíamos decirles a los niños?

R.- Bueno, como dice un amigo mío, los niños ya poseen toda la verdad dentro de ellos. A menudo se habla de inculcar valores, pero yo pienso que los valores ya están en el niño. Los niños no nacen odiando, nacen amando. El odio es algo que se adquiere.

P.- Interesante. ¿Es un mensaje para los progenitores hooligans?

R.- Exacto. Lo que ocurre en algunos partidos de fútbol, como los grandes enfados en el tráfico, tiene un valor como expresión emocional. Hay teorías que sugieren que hay menos guerras en el mundo en parte gracias a estos desahogos, donde la gente libera emociones que de otro modo podrían convertirse en algo más violento. Pero la realidad es que no nacemos con odio, lo llevamos dentro y, según el ambiente en que crezcamos, se puede inclinar hacia un lado u otro. Creo, y esto está respaldado por estudios, que somos máquinas de amar y de crear. Esto no es algo que yo me haya inventado, es una realidad. Necesitamos recordarlo más a menudo porque hay gente que piensa que no puede crear o que el amor es raro. El amor es muy común y nos ha traído hasta aquí. 

Crecemos pensando que no somos capaces de crear nada original, cuando es justo lo contrario.

P.- También estás realizando un proceso de mentoría para jóvenes artistas emergentes. ¿Qué encuentras en ellos y cuál es el principal mensaje que quieres transmitir?

R.- Es un proceso que tuve que atravesar casi sólo porque nadie me lo enseñó. Se basa en la idea de que no puedes evitar ser quien eres. Nos expresamos creando cosas, dando frutos. ¿Cuál es tu fruto? De ahí viene la palabra “dis-frute”. Es lo que yo llamo «el gran melón». Crecemos pensando que no somos capaces de crear nada original, cuando es justo lo contrario. En las aulas infantiles, das a los niños bolígrafos, música, y lápices, y comienza el festival de la creatividad. Luego, ese potencial necesita ser acompañado de manera diligente. La idea es «dejar que suceda». Pero luego, a los 6 años, nos sientan en una silla y empiezan las lecciones, lo cual continúa hasta la universidad. Esto está lejos de avivar nuestro potencial. Entonces, cuando veo artistas en los que creo y veo talento, trabajo para desarrollarlo en todas las facetas posibles. Si no puedo ayudar directamente, les doy contactos útiles. Por ejemplo, si vienen aquí sin abogado o sin recursos, les oriento. Creo que el artista se hace a sí mismo. 

P.- ¿El talento debería ser más prioritario en la sociedad?

R.- El talento debe ser respetado y honrado. Los maestros que entienden esto hacen literalmente magia en las aulas. Lo que ha sucedido con el concurso «Inevitable» es algo mágico que trasciende a Maldita Nerea y a todos los que hemos ideado esta propuesta. Los niños nos devuelven ese amor de una manera aún más poderosa. Me han dicho «te quiero» muchas veces, pero cada vez que mi hija pequeña o mi hijo pequeño me lo dicen, es como si lo escuchara por primera vez. Por eso digo que somos literalmente máquinas de amar y nos lo recuerdan los niños. No es una frase hecha ni buenismo, es una realidad literal.

Todas las claves de la actualidad y últimas horas, en el canal de WhatsApp de El Independiente. Únete aquí