«El teléfono de Ana fue manipulado justo antes y justo después de morir». La familia de Ana Buza, la joven de 19 años cuyo cuerpo apareció sin vida tras el quitamiedos de una carretera en Carmona (Sevilla), en septiembre de 2019, y cuya muerte se investiga como presunto asesinato de violencia de género, ha conseguido que el Juzgado de Violencia sobre la Mujer número 2 de Sevilla amplíe el tiempo de instrucción, de investigación, para poder esclarecer qué ocurrió. «Hay nuevos datos y son tan importantes», afirma Antonio, padre de Ana, a CASO ABIERTO, «que dan pie a una nueva línea de investigación». Así lo ha hecho constar la familia de Ana en un escrito presentado ante el juez.
«Tras un primer examen del contenido del teléfono de Ana» -afirma un perito informático contratado por la familia- se ha descubierto que hay «archivos eliminados el mismo día de la muerte de Ana, instantes anteriores y posteriores al trágico suceso». El informe pericial muestra «que hay numerosos archivos del teléfono que se han borrado una semana después de su muerte, concretamente el día 13 de septiembre de 2019″. Dicho informe «destaca la existencia de registros en el teléfono de Ana otros días: 16, 18, 23, 24 y 25 de septiembre, esto es, en fechas en las que el teléfono de la fallecida todavía no había sido hallado».
Un borrado, además, que «no puede realizarse automáticamente» -según el perito que lo ha analizado y que está trabajando en un informe para trasladar todos los detalles al juzgado-, sino que se ha llevado a cabo de manera intencionada». ¿Quién fue? Según el experto, todo lleva a él. A R.V., quien fuera la pareja de Ana, quien aseguró que Ana se había arrojado del coche en marcha, que se había suicidado sin que él pudiera hacer nada. Al único investigado como presunto autor de su muerte por el Juzgado de Violencia sobre la mujer. El experto ha hallado conexión del teléfono de R.V. a menos de diez metros del de la joven un día después de fallecer.
19 días sin el terminal
«El móvil se analiza porque yo lo encuentro, 19 días después, a 72 metros de donde estaba el cadáver de Ana», explicaba Antonio, su padre, hace tres meses a CASO ABIERTO. «El cuerpo, el coche y el teléfono hacen un triángulo. Apareció sin funda, ¿quién lo puso allí? La Guardia Civil no sabe explicarlo. La madre del investigado parece que sí, y así lo ha testificado en sede judicial a finales de agosto de 2023. Dijo que ella lo encontró en el coche de su hijo, al cual los agentes le permitieron acercarse, y que se lo dio a un guardia civil. Si se lo dio a un agente, ¿por qué aparece tantos días después tirado?». Antonio recelaba: «¿lo tiró el agente?, ¿lo tiró ella? ¿Quién?».
Esclarecer ese dato, tras las nuevas pesquisas familiares, resulta más necesario si cabe, pues el informe pericial arroja que se manipuló durante esos días en los que nadie sabía dónde estaba el terminal. Respecto al ordenador de Ana, «hay cosas llamativas también», cuenta Antonio. Ya se está trabajando en ello. Un informe más.
Desde 2019, fecha en la que el cuerpo de Ana apareció sin vida, la familia ha contratado a varios expertos en diferentes áreas: criminalistas, forenses, peritos en reconstrucción de accidentes, etc. «Ninguno conocía la existencia del otro, porque no queríamos influir, nuestro objetivo es investigar, no imputar a nadie que sea inocente», explica Antonio. Todos coincidieron: atropello.
«Todos refieren que mi hija, por la causa que sea: una discusión, una pelea… se baja del coche. Camina por el arcén y él, en su caza y captura, la atropella intencionadamente a una velocidad de unos 120 kilómetros por hora». Al principio se impuso la versión de su novio, “se ha tirado del coche en marcha”, ahora no. «Se creó una presunción de suicidio sin base científica alguna».
«Extrañas circunstancias»
«Su hija ha muerto en extrañas circunstancias». Eran las 7:00 horas cuando un agente de la Guardia Civil llamó al timbre de casa. El timbre despertó a Antonio. En minutos llegó el shock. Ana Buza, 19 años, había sido hallada sin vida tras el quitamiedos de la carretera. A 60 metros de su cuerpo estaba el coche de su novio. Él tenía unos rasguños, nada. Tres llamadas al 112 dieron cuenta del «suceso».
Kilómetro 511 de la autovía A-4, próximo al carril de entrada a Carmona (Sevilla). En el reloj pasan unos minutos de las tres de la madrugada. El equipo médico, en el lugar del suceso, realizó el masaje cardíaco, no pudieron hacer nada. Ana volvía junto a su novio, R.V., de casa de la madre de él. «Iban a pasar el fin de semana allí», apuntaba su padre, Antonio a este periódico el pasado mes de octubre, «algo ocurrió para que el mismo viernes se volvieran».
«¿Qué ha pasado?». Fue la primera pregunta que la familia hizo a los agentes. «En ese momento la pareja de guardias civiles no contestó. Se limitaron a decir que había muerto en extrañas circunstancias», recuerda Antonio. La versión oficial, narrada por el novio de Ana, hablaba de suicidio: «Se ha tirado». La joven se habría arrojado del coche en marcha. La dieron por buena. Ana, brillante estudiante, leal, divertida, feliz, sin problema aparente, ¿había puesto fin a su vida así?
Cuatro versiones
Antonio Buza se personó en la causa. Descubrió que la jueza del juzgado n° 2 de Carmona, encargado de las investigaciones, había cerrado el caso en 36 horas. «Accedí, también a lo que contó R.V. en el lugar de los hechos. Dio cuatro versiones diferentes. En la primera dijo que se le había cruzado un animal; luego que se despistó al mirar atrás, por un ruido». Nada cuadraba. Los agentes de Tráfico preguntaron por qué estaba Ana fuera del coche, si no había lunas rotas ni ventanas abiertas.
«Al lugar del suceso, sin saber cómo, llegó la madre de él. Tras hablar con ella, esto lo pone en el acta, él contó que Ana había discutido conmigo por sus malas notas y se había suicidado por ello». El curso no había empezado aún. El anterior, Ana lo sacó con matrículas de honor. «Un agente, que conocía a mi hija, dijo que era imposible, que era muy buena estudiante, en bachillerato le dieron la Excelencia… Fue cuando él dijo que la discusión había sido por dinero». Antonio se pregunta «¿pero en aquel lugar no había nadie medianamente inteligente?».
A la familia, el día posterior, R.V. le daría, afirma Antonio, una quinta versión: «Nos dijo que en el trayecto se abrió la puerta sola, se cayó la mochila y Ana se cayó al intentar cogerla”.
Caso cerrado
El caso estaba cerrado. Ana se había suicidado. No había más. «Ni dos días le dieron. Sin haber llegado siquiera el informe de Tráfico ni el informe completo de autopsia de mi hija, lo cerraron», lamentaba Antonio, y lamenta también hoy. La familia planteó un recurso. En vano. La jueza y el fiscal se negaron a reabrirlo en septiembre de 2019 «porque, textualmente, decía el fiscal, es humanamente comprensible que un padre no acepte el suicidio de su hija y busque culpables en terceras personas».
Antonio insistió. «La Audiencia Provincial lo reabrió a los dos meses de morir mi hija porque había indicios claros de criminalidad y desde entonces no se ha cerrado jamás». Arrancó la lucha. Tras un periplo judicial “muy doloroso”, la misma Audiencia Provincial de Sevilla ordenó, cuatro años después, que la investigación la asumiera el Juzgado de Violencia contra la Mujer de Sevilla.
«Existen razones que justifican la fijación de un nuevo plazo máximo para la finalización de la presente instrucción», ha respondido ahora su señoría. El tiempo de instrucción concluía este lunes. “Por ello interesamos que, conforme a lo establecido en el artículo 324 de la LECrim., se acuerde la ampliación en 6 meses del plazo de instrucción”.
Una relación tóxica
Amigos, familia y conocidos, prácticamente todo el pueblo de Carmona, despidieron a la joven rotos. ¿Qué ha pasado? En la mente de todos, una Ana diferente desde que lo conoció a él. Su entorno la dibuja «aislada». Hablan de «control», «celos» y «prohibiciones». Si alguna vez salía sin su pareja, «de repente él llegaba». Sus amigas le habían dicho que esa relación era «tóxica», no era sana. «Al parecer, mi hija ya no tenía Instagram, Whatsapp ni redes sociales». El control llegaba incluso a clase. Él iba a la facultad para comprobar si ella estaba en el aula y la esperaba en la puerta de clase, observándola fijamente por el cristal, hasta que saliera, ha declarado una compañera en esta fase de instrucción.
«Días después de su muerte», narraba Antonio en este periódico, «una persona me hace llegar un email». Era de Ana, «dirigido a una psicóloga», que había sido orientadora escolar de ella. En éste, la joven pedía ayuda, «hablaba de celos, control, de episodios de violencia con su pareja. “El mail lo mandó en marzo de 2019, seis meses después mi hija estaba muerta».
Ana tenía planes, ilusiones, sueños. Acaba de matricularse en segundo de Filosofía. «Tengo muchas ganas de empezar», le dijo a su padre. No le dio tiempo. Murió antes de empezar. «Tuvo que vivir un gran miedo, espanto y soledad cuando le arrebataban la vida», lamentaban sus padres a CASO ABIERTO. No hay cese en su lucha. «Demostraré que R.V. ha asesinado a mi hija». De momento, tiene seis meses más.