El procés llegó hasta la Rusia de Putin, hasta la alta traición, o eso parece, y eso ya es mucha nieve y mucha mierda para meter en la amnistía, que ya estaba reventona como un odre viejo. La redacción de la amnistía está siendo una carnicería de costurones y de morcillas legislativas, y aún estarán los matarifes y los remendones intentando dar forma a ese pellejo contrahecho a poco de votarse la ley. Es normal que ocurra esto, porque el propio concepto de la ley de amnistía es un oxímoron, nada menos que el intento de establecer por ley la impunidad y la arbitrariedad de unos particulares. Así, claro, cuando no se suelta la costura de un delito se salta un botón de la constitucionalidad, que es lo que pasa cuando un señorito de cuerpo de escombro ha encargado un trajecito de bailarín. Yo creo que el personal se va dando cuenta de que es imposible meter ahí, en ese zapatito de cristal legal, las lorzas y sabañones de los indepes, su golpe y sus mangazos, pero lo siguen intentando, con sudores y lumbago de sastre ratonero o de paje con cojincito ante Puigdemont, un poco como Santos Cerdán.

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