Majdi al Darini pensó que seguir la orden de evacuación y abandonar su hogar en el norte de Gaza para trasladarse al sur del enclave era la mejor opción para salvar la vida. Después de un mes de guerra, a mediados de noviembre, emprendió la marcha junto a su familia. Pero, mientras caminaban, este gazatí de 50 años, padre de cuatro hijos y funcionario público jubilado fue detenido. Desde entonces, sus manos quedaron inmovilizadas. Durante 40 días y 40 noches, estuvo retenido con las manos atadas. Aún se intuyen las heridas que le dejaron las ataduras que le maniataban “todo el tiempo”, explicaba a The New York Times. La presión de los nudos cortaron sus muñecas y, en esas condiciones deplorables en las que tuvo lugar su detención, inevitablemente se le infectaron las heridas. Las costras alrededor de sus muñecas son otra marca más del calvario que han vivido y viven miles de hombres en la Franja de Gaza.
Desde que comenzó la operación terrestre, a finales de octubre, varios vídeos compartidos por el Ejército israelí mostraban a cientos de hombres palestinos en ropa interior, sentados al aire libre en el frío, a veces con los ojos vendados. En algunos de ellos, también se ven mujeres y niños. Los alinean en las calles, en medio de la destrucción y sin protección que abrigara sus cuerpos del frío. Muchos fueron transportados en camiones como si fueran ganado. Algunos de ellos ya han sido liberados y han relatado su vía crucis. Tras conocer sus testimonios, Ajith Sunghay, el jefe de la oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos en los territorios palestinos ocupados de Naciones Unidas, ha denunciado el trato de las autoridades israelíes. “Son hombres que fueron detenidos por las fuerzas de seguridad israelíes en lugares desconocidos durante entre 30 y 55 días, y describieron haber sido golpeados, humillados, sometidos a malos tratos y lo que podría constituir tortura”, señaló.
Varios grupos de derechos humanos, dentro y fuera de Palestina, se han unido a estas denuncias. Aún se desconoce el número exacto de arrestados. El Ejército israelí afirmó recientemente que hay 2.300 detenidos en Gaza. Pero las estimaciones basadas en los testimonios de los liberados sugieren que el número real de detenidos es mucho mayor. “Un detenido dijo que los agentes israelíes les habían informado personalmente de que había aproximadamente 7.000 detenidos en Gaza”, ha declarado el Monitor Euro-Mediterráneo de Derechos Humanos, con sede en Ginebra. Además, también han podido confirmar que, entre los arrestados, se cuentan heridos y enfermos sustraídos de los hospitales Al Maamdani y Al Shifa de la Ciudad de Gaza, junto a 99 miembros del personal médico y ocho periodistas. Semanas después de su detención, los paraderos de todos ellos aún se desconocen.
Niños y mujeres
Israel avisó. Durante el primer mes de la guerra, en octubre, el Ejército israelí dijo que aquellos que no habían huido de las zonas bajo órdenes de evacuación “podrían ser considerados socios de una organización terrorista”, en referencia a Hamás, y, por lo tanto, serían detenidos. Francesca Albanese, relatora especial de la ONU para los territorios palestinos ocupados, dijo entonces que designar a civiles que no evacuaban como cómplices del terrorismo no era sólo una amenaza de castigo colectivo, sino que podría constituir una limpieza étnica. Además, huir no era garantía de nada. Darini siguió esa orden de evacuación y fue detenido igualmente. El mes pasado, un portavoz del gobierno israelí, Eylon Levi, ya anunció que las fuerzas israelíes estaban deteniendo a “hombres en edad militar” en toda la Franja de Gaza. Pero también había niños y mujeres entre los centenares de detenidos.
“Cuando me arrestaron en Gaza, [los soldados israelíes] me obligaron a quitarme toda la ropa; no les importaba que yo fuera un niño”, declaró un chico de 14 años al monitor Euro-Med. “Me ataron las manos y los pies con esposas de plástico; me arrojaron a un lugar aterrador y me golpearon por todos lados; nos dieron escasas cantidades de comida”, añadió este preadolescente. “Mis manos se hincharon y había señales de golpes en mi cuerpo y cara durante días”, reconoció. El relato de este menor se repite entre los adultos que han logrado salir. El medio israelí Haaretz ha revelado los crímenes cometidos contra detenidos en algunos de los campos militares en Israel. En Sde Teiman, cerca de la sureña Beersheba, varios de estos gazatíes han perdido la vida. Las circunstancias de las muertes aún no están claras y el Ejército israelí ha afirmado que las está investigando después de declarar que los prisioneros muertos eran “terroristas”.
Desaparición forzada
Las condiciones en estos centros son deplorables. Las autoridades militares los someten a un “completo aislamiento impuesto a los prisioneros, específicamente a los de Gaza”, “la denegación de visitas del Comité Internacional de la Cruz Roja y la prohibición de que los abogados visiten a los detenidos gazatíes”, denuncia Addameer, la principal organización palestina en defensa de los presos palestinos encarcelados en prisiones israelíes. Allí, son desnudados, golpeados, interrogados y retenidos en régimen de incomunicación durante los últimos tres meses. Todo ello cuenta con el beneplácito de la mayoría política israelí. En la Knesset, el Parlamento israelí, se aprobaron una serie de normas que impedían a los detenidos de Gaza reunirse con sus abogados durante cuatro meses adicionales. “Crean así una cobertura legal para el delito de desaparición forzada cometido contra miles de detenidos”, denuncia el Monitor Euro-Mediterráneo en un comunicado publicado la semana pasada.
Cada una de las vivencias de estos hombres que han sido liberados y han podido contarlo es carne de cañón para las pesadillas. “Nos sometieron a torturas y palizas, el Ejército amenazó con dispararnos mientras estábamos desnudos en el frío, y luego las mujeres soldados nos atacaron y nos sometieron a insultos obscenos”, denunciaba Muhammad Abu Samra a Al Jazeera. Ahora, en los hospitales de Gaza, no sólo tratan a los heridos por los bombardeos o por los ataques de las tropas israelíes, sino que el poco personal médico que queda se dedica a curar las heridas en muñecas y rodillas de estos detenidos. Durante semanas, miles de hombres fueron y siguen siendo forzados a sobrevivir lejos de su casa con pies y manos inmovilizados, y el estómago rugiendo, y el hedor corporal aumentando. Aunque las cicatrices de sus muñecas lleguen a desaparecer, el recuerdo de la tortura siempre les acompañará.