En Gran Canaria quedan 567 kilómetros de caminos para la trashumancia del ganado y es probable que algunos tramos ya los usaran los primeros pobladores de la isla, hace unos 2000 años. Pero esos senderos están desapareciendo al mismo ritmo que se reduce el número de pastores de ‘la mudá’, actualmente solo una quincena, según advierte un estudio de campo del Departamento de Geografía de la ULPGC.
Las imágenes bucólicas de los rebaños de ovejas que cruzan las cumbres de Gran Canaria en busca de los pastos más verdes pueden ser muy pronto un recuerdo del pasado, pues solo queda un pequeño grupo de familias que mantiene a duras penas esta tradición de siglos. El relevo generacional no está garantizado.
Esta es una de las conclusiones del estudio Documentación histórica, recopilación oral y cartografía de la Trashumancia en Gran Canaria. Buscando la primavera, cuyo resumen fotográfico se expone estos días en las fachadas de la Casa Palacio del Cabildo para dar a conocer la situación real de los últimos valientes de la mudá, la forma que tienen ellos de llamar al traslado de los animales.
Pues no solo se trata de realizar el viaje con las ovejas y cabras entre dos localidades de la isla, a veces con caminatas de varios días con frío o calor, sino de cargar con todos los utensilios para cuidar los rebaños, ordeñar y elaborar los quesos. Ahora tienen la ayuda de los vehículos todoterreno, pero cuando no existían coches ni carreteras esa mudanza también se hacía a pie.
La trashumancia es tan dura, aún hoy, que cada vez son menos los pastores que se dedican a ella, como bien se refleja en el estudio. Cuando se hizo el trabajo de campo, en el año 2021, se entrevistaron a los 23 ganaderos que quedaban. Actualmente el número se ha reducido a solo 16, según explican los geógrafos Claudio Moreno, coordinador del proyecto, y Javier Gil, experto en la ganadería tradicional de Canarias y autor de las fotografías.
El informe es un primer paso para la declaración de la trashumancia como Patrimonio Cultural Inmaterial
Ambos, junto a los investigadores Juan Manuel Parreño, Pedro Quintana, Antonio Bueno, María Hernández y Santiago Díaz han hecho una radiografía del estado actual de la trashumancia, dando la voz a sus protagonistas. Esta memoria es «el primer cimiento para elevar una propuesta de declaración de esta actividad como Patrimonio Cultural Inmaterial».
Las fuentes utilizadas para elaborar el informe son las referencias documentales, las bibliográficas y las entrevistas a los pastores. No existen muchas investigaciones académicas sobre la trashumancia en Gran Canaria, pese a que es la única isla en la que perdura, mientras que las piezas periodístico-divulgativas suelen tener un enfoque etnográfico y «un tono nostálgico respecto a un mundo casi perdido».
«Sin duda alguna», relatan los autores del estudio, «han sido las entrevistas la mayor y mejor fuente de información que hemos trabajado, pues el bagaje cultural y el conocimiento territorial hacen de los pastores trashumantes verdaderos sabios de la tierra». Según Moreno y Gil, «es tanta y tan rica la información que pueden dar que se necesitarían muchísimas horas de conversación para documentar este modelo de gestión agroecológico y cultural con el respeto que se merece».
La edad media de los 23 pastores era de 60,3 años en el momento de las entrevistas. El mayor de 83, Saturnino Mayor de La Cumbre; y las menores, con 28, las hermanas Natalia y Beatriz Mayor Monzón, de Cercados de Araña. Solo cuatro trashumantes estaban por debajo de los 40 años.
Hace diez años había 50 pastores que hacían ‘la muda’ y en actualidad solo resisten 16
«Hay una regresión importante para la sostenibilidad de este modelo económico; hace diez años había casi 50 pastores y ahora mismo quedan 16, eso es preocupante», comenta Gil. Lo mismo ocurre con la superficie de terrenos pastables, que hace 15 años era de 11.000 hectáreas y se ha reducido a 5.000 hectáreas, de las cuales 4.000 son las de la trashumancia.
El informe sostiene que el mundo rural grancanario «todavía esconde personas que a los ojos de la población general parecen invisibles, pero que gestionan el equilibrio de los ciclos ecológicos de la isla, buscando y dando alimento; sabios de la tierra, un potencial que no se puede obviar en el futuro verde al que tanto se aspira».
En ese pequeño universo, las mujeres tienen una altísima participación en las labores de pastoreo. «Aunque las rutas trashumantes y las estancias en las vueltas suelen realizarlas los hombres, las mujeres no dejan de trabajar en el ámbito de la casa familiar, pues se encargan de todas las actividades agrícolas, del ganado estabulado, la elaboración del queso, las compras y ventas, así como la logísticas de ayuda al pastor mientras está fuera del hogar, como llevarle comida y ropa limpia o recoger la leche que haya en ese momento», resaltan los geógrafos.
El estudio resalta el papel de las mujeres en la continuidad de esta práctica ganadera de siglos
Un dato indica hasta qué punto resulta fundamental el trabajo de las mujeres en este sistema de la trashumancia: solo cinco de los 19 pastores entrevistados son solteros. El estudio también explica que «es un mundo muy marcado por la endogamia», lo que se detecta por la repetición de los apellidos de las personas contactadas, así como su distribución geográfica. Se ponen como ejemplo los Guedes y Ramírez del Sur; los Mayor de la Cumbre; y los Moreno, Medina y Mendoza de las medianías del Norte.
Los trashumantes, además de descender de familias delicadas a esa misma actividad, suelen casarse con hijas de otros pastores, «mujeres que saben desde niñas cuáles son las complejidades y exigencias de la actividad, y que son conscientes de la ingente cantidad y variedad de trabajos que tendrán que llevar a cabo a lo largo del año».
Sin embargo, alertan los investigadores, «aunque todos los entrevistados provienen de familias de pastores, no se observa que el relevo generacional quede garantizado; es más, existe, desde este punto de vista, un grave riesgo de desaparición de la actividad».
En Gran Canaria se pastorean entre 6.000 y 8.000 ovejas y unas 20.000 cabras. Y la cabaña ganadera se distribuye preferentemente por las medianías y cumbres, porque las condiciones ambientales propias de esas zonas favorecen el crecimiento de plantas forrajeras y pastizales, en comparación con las del litoral, árido y salitroso.
El censo señala que la oveja es el animal predominante en el ganado de los trashumantes, 4.092 ejemplares, que suponen el 78% del total del ovino en régimen extensivo. El 100% de estos animales son de la raza autóctona canaria, «lo que demuestra la mejora genética que están poniendo en práctica estos profesionales».
El ganado caprino representa el 23% del total, con 1.224 animales, y el vacuno un escasísimo 0,1%, siete vacas. Estas dos últimas especies las mantienen estabuladas para producción de leche y elaboración de quesos de mezcla.
Los pastizales
Otra fase del estudio fue conocer dónde se encuentran los principales pastizales. En el Norte de la isla se citan las zonas de Piso Firme, Cortijo de Caideros, Los Nogales, Lomo Gordo, Cueva de Sosa, Aguas de Fontanales, Cortijo de Pavón, El Inciensal, Lomo del Palo, Samarrita, Tres Cruces, El Saucillo, Pico Viento, Cortijo El Gusano, Cueva Corcho y Las Longueras de Agaete.
En la Cumbre hay pastos de las familias Mayor y Monzón, mientras que en las medianías del Este se localizan Lomo de La Vega y Vuelta de la Sardina. Por último, en la costa del Este están El Calasio, Los Moriscos y Lomo Cardón.
La distribución de los pastos para la trashumancia se ubican, sobre todo, en lo que los pastores llaman la Costa, que sería la Cuenca de Tejeda, lugares como Timagada, El Espinillo, La Solana, El Chorrillo, El Carrizal de Tejeda, El Toscón, La Vuelta del Bentayga, El Juncal, Pajonales, La Candelilla, Tirma, Majada Alta, Guardaya, Cueva Caballero, Acusa y El Parralillo. Y en la costa del Norte, uno de los pastores lleva sus animales a Los Giles.
Al analizar el futuro de esta práctica, los autores concluyen que «hablar del futuro de la trashumancia en la última isla donde aún se practica resulta complicado, pero los datos son desalentadores». Una prueba de ello es «la trágica situación» que se ha vivido en los últimos años por la pandemia y la guerra de Ucrania. La subida de precios de los piensos «puede ser la estocada definitiva a un sector tan dependiente y vulnerable». Sin embargo, añaden, «puede haber miradas optimistas, pues esta sociedad pastoril ha salido de otras peores».