La escenificación de apoyo hacia Santiago Abascal en la asamblea general extraordinaria de Vox de este sábado fue total. El líder del partido se blinda como presidente los próximos cuatro años a las puertas de un ciclo electoral complicado. Sobre todo, en Galicia y País Vasco. Las elecciones europeas son la gran esperanza para el partido ultra, como demostró el propio Abascal con referencias constantes a países como Italia, Hungría, Francia, Holanda, Argentina o Estados Unidos, donde sus partidos homólogos han llegado al Gobierno, han mejorado sus resultados o pueden volver a ganar. 

La cúpula ultraconservadora lleva semanas haciendo esfuerzos por negar cualquier atisbo de crisis interna. Tanto Abascal como la portavoz parlamentaria, Pepa Millán, o algunos de sus dirigentes autonómicos señalaron insistentemente a la prensa y acusaron a los medios de atacar a su partido, alineados con otras formaciones políticas y élites económicas y mediáticas que, literalmente, dijo, “se mueren por matar a Vox”. El mensaje de fondo, a los afiliados y a los cuadros, era muy claro: aguantar. Por eso Abascal dijo tantas veces que Vox “ni está en declive”, ni está en horas bajas, sino que “es parte del futuro”. Se valió de ejemplos internacionales, especialmente la italiana Giorgia Meloni y el argentino Javier Milei, para lanzar el mensaje de que en España también es posible.

Ante el inminente arranque del ciclo electoral, el líder de Vox hizo un llamamiento expreso a los abstencionistas, convencido de que si un porcentaje pequeño de los que se quedan en casa van a votar, su partido podría alcanzar el 5% del voto y entrar en el Parlamento gallego por primera vez. Lo que pretendía el dirigente era frenar la estrategia del PP, que lleva días asegurando que la mayoría absoluta de Alfonso Rueda está en riesgo y podría gobernar la izquierda.

Todo el poder para Abascal

El cónclave que tuvo lugar este sábado en Madrid (y que dista mucho en asistentes y ambiente de otros grandes actos que el partido ha celebrado en los últimos años en Vistalegre) estaba previsto para marzo. Se adelantó, según explicaron en la cúpula, para no interferir en el periodo electoral. Pero también ha servido para blindar la figura de Abascal y nombrar a un nuevo comité ejecutivo donde todo el poder, realmente, reside en el presidente.

Entre los nombres más destacados de esta nueva dirección está el único vicepresidente, el portavoz en el Parlament catalán, Ignacio Garriga. Algunas voces advierten de que es el dirigente que más peso gana mientras que otras se reafirman en que es un hombre de la total lealtad de Abascal y que, por tanto, es el máximo dirigente el que pasa a tener un mayor control

Después de las críticas públicas del diputado y candidato a la alcaldía madrileña, Javier Ortega Smith, al que muchos situaron como el único capaz de competir con Abascal por la presidencia, el líder nacional decidió mantenerlo en la ejecutiva. Eso sí, como vocal. Ortega Smith, que tuvo que desmentir que realmente tuviera pretensiones de liderar, sí lamentó sin matices marchas del partido como la de Iván Espinosa de los Monteros, y ha mostrado una distancia notable con el líder, teniendo en cuenta que durante tantos años fue su mano derecha. También se mantiene como vocal el eurodiputado Jorge Buxadé, que también era el portavoz de la ejecutiva y ha dejado de serlo.

Buxadé, que militó durante años en distintas formaciones de ideología falangista, se encargó de buena parte de las negociaciones de los gobiernos autonómicos tras el 28 de mayo y es, con diferencia, la voz de la corriente más dura de Vox. A pesar de que siempre ha contado con la total confianza de Abascal, también perdió poder en esta reestructuración porque dejó de ser vicepresidente. Fue Garriga el que durante su discurso quiso mencionarlo de manera expresa.

En cuanto a la presidencia de los vicepresidentes autonómicos y los diputados nacionales en el comité ejecutivo, es quizá, la otra gran novedad. Abascal quiere darle foco a sus dirigentes territoriales, convencido de que son el escaparate para exhibir la fuerza de Vox. El vicepresidente de Castilla y León, Juan García-Gallardo, y uno de los dirigentes más conocidos, levantó los mayores aplausos en el auditorio. 

Todos los dirigentes que tomaron la palabra -y Abascal cogió el testigo en último término- confirmaron que Vox no tiene ninguna intención de girar en su programa ideológico. Al contrario. Las grandes reivindicaciones fueron la defensa de la familia, el derecho a la vida, el control de fronteras, la expulsión de okupas inmediata, el campo y acabar con gasto político o subvenciones públicas a sindicatos o patronal. “Somos los únicos que de verdad defendemos al pueblo”, resumía el líder nacional.

El futuro

La idea era dar carpetazo al malestar interno aflorado en los últimos meses por los resultados de las generales y por marchas destacadas como la de Espinosa de los Monteros, y a pesar del rechazo a que exista una crisis dentro del partido, Abascal envió muchos mensajes en clave interna. Entre ellos, preguntar directamente dónde estaban esas supuestas corrientes y los candidatos alternativos. Los vicepresidentes autonómicos también se delataron en sus intervenciones, mostrando la necesidad de acabar con el ruido cuando, de manera rotunda, repetían que “el único líder” era Abascal.

Otra debilidad de Vox, a quien el PP también tiene decidido achicar, quedó al descubierto cuando el líder explicó que pediría prestados diputados para impulsar un referéndum vinculante sobre la reforma del artículo 49 de la Constitución. La pérdida de escaños en las pasadas generales les impide hacerlo en solitario, igual que acudir al Tribunal Constitucional como venían haciendo en la pasada legislatura. Abascal mira fuera de España, donde la extrema derecha sí crece, para decirles a los suyos que llegará el momento.