Del mismo modo en que Steve Jobs y otros pioneros de la informática trabajaban en sus garajes en los años ochenta en aquellos prototipos que revolucionaron la informática, un grupo de jóvenes estudiantes de 15 años de edad procedentes de distintos puntos de la provincia de Alicante trabajan también en un garaje para montar un cohete que se eleve hasta cincuenta kilómetros por encima del nivel del suelo. Toda una experiencia en una provincia donde los estudios de ingeniería aeroespacial son más que una moda, al contar con esta titulación actualmente en la Universidad Miguel Hernández, así como en la Universidad de Alicante a partir del próximo curso. Y donde destaca la labor de empresas punteras como PLD Space que están convirtiendo a la provincia en un referente.

Para este grupo de amigos aficionados a la cohetería amateur, todo empezó como un juego, rebatir a los terraplanistas en su empeño en defender que la Tierra no es redonda. La cosa casi empezó como una broma, pero se ha convertido en un fascinante reto en el que llevan embarcados desde hace dos años y del que han entendido su gran magnitud e incluso la posibilidad de dedicarse profesionalmente a la ingeniería aeroespacial.

La idea surgió hace dos años durante un encendido debate de uno de ellos en la entonces red social Twitter que se enzarzó con unos terraplanistas. «En Estados Unidos hay mucha gente que se dedica a hacer cohetería amateur, en España no hay casi nadie. Así que me dije ¿y si lo intentamos hacer nosotros?», relató Alejandro López Ferrández, joven de Callosa de Segura, que es el cabecilla de este grupo en el que también se encuentran Nicolás de Eusebio Gargallo de Ibi y Manuel Bernabeu Marco de Cox. Al principio, pensaban que era cosa de dos semanas, pero pronto vieron que era un reto mucho más complicado de lo que creían. 

Un garaje en Callosa de Segura es el sitio donde trabajan en la construcción de este prototipo, tras haber pasado el primer año desde que se planteó el reto documentándose y estudiando para hacer este sueño realidad. Con el tiempo, se les uniendo nuevos miembros y se han incorporado otros dos jóvenes de Villena y de Madrid. El proyecto ha sido bautizado como Curvedhorizon.

Algunos de los materiales con los que están trabajando en la construcción del proyecto. Axel Álvarez


El objetivo final es hacer un cohete que tenga capacidad de elevarse hasta cincuenta kilómetros, donde ya se puede grabar la curvatura de la Tierra y dejar claro que es redonda. «Los terraplanistas usan globos aerostáticos, pero éstos no llegan a los treinta kilómetros de altura», explicó Alejandro. En estos momentos el prototipo en el que están trabajando usa un motor de combustible sólido para el que realizarán un primer encendido estático el 7 de abril, una prueba que servirá para determinar si todo funciona bien. El 17 de diciembre ya hubo un primer intento que no tuvo éxito a causa de un problema en el sistema de ignición. El encendido estático servirá para demostrar que el motor funciona y será un argumento de peso para poder pedir financiación y buscar a patrocinadores. Por el momento tienen una página en internet donde tratan de recaudar fondos para financiar el proyecto. Ya han tocado a las puertas de PLD Space, de la Universidad de Alicante y de otra empresa de satélites de la provincia donde aseguran que se han mostrado interesados por el trabajo. En los primeros momentos, se autofinanciaban ellos mismos y corrían con todos los gastos, pero pronto han tenido que empezar a recurrir a intentar captar fondos. Los materiales y las herramientas para este prototipo han tenido un presupuesto de 700 euros y para volver a intentarlo necesitan otros 400 euros más. Y para poder volarlo, hasta dos o tres kilómetros de altura necesitaría entre 1.600 y 2.000 euros.

Combustibles

«El combustible sólido es un tipo de propelente que es como la pólvora que tiene una composición diferente, cuya mezcla hemos hecho nosotros», relató. Son más sencillos, es un demostrador tecnológico para conseguir financiación y hacer un cohete con menos presupuesto. Este prototipo alcanzaría los dos o los tres kilómetros de altura y sería ya la siguiente fase para un proyecto más ambicioso.

 En el objetivo final, cuando se construya el cohete que se elevará hasta cincuenta kilómetros por encima del suelo se usarán motores de combustibles líquidos, como la gasolina. Aquí es cuando los costes van a empezar a dispararse y el momento en que van a necesitar toda la ayuda posible. Si todo va bien es una fase que podrían completar en dos años. 

Alejandro cada día va a la nave a seguir trabajando en el cohete. Con sus otros compañeros se puede reunir telemáticamente y se juntan cuando necesitan fabricar piezas. Aunque en sus redes sociales han ido contando la marcha del proyecto, cuentan con varios vídeos de la evolución del proyecto que subirán a Youtube.

Alejandro confiesa que desde los seis años empezó a empaparse de todo lo referido a la ingeniería aeroespacial. «Al principio veía vídeos de despegues», explica, luego ha empezado a documentarse más en serio, con la ayuda de uno de sus profesores de instituto que le fue asesorando en esos primeros momentos. Hoy está algo más cerca de ver cumplirse un sueño que empezó como un reto.