La vejez es una larga enfermedad. Una enfermedad difícil de mantener en el cuerpo. Pesa, debilita y te hace temblar. El cuerpo intenta escupirla, no la quiere, la repudia. Las arrugas no son más que el sarpullido de esta alergia inevitable. Así empieza Olor a hormiga (Reservoir Books), el debut en novela de la escritora y artista multidisciplinar Júlia Peró (Barcelona, 1995). Una arriesgada incursión entre los inevitables estragos que el tiempo deja en nuestro cuerpo y en nuestra mente. Cruel y tierna, desagradable y sensual, incómoda y cautivadora, la historia de Olvido está a medio camino del suspense gótico, el surrealismo y el haiku. Una original ópera prima sobre el miedo a la vejez contada a través de los ojos de una señora con demencia.

«La idea surgió cuando empecé a notar que la vejez estaba llegando. Me empezaban a salir canas y arrugas, y comencé a preocuparme», explica Peró en una conversación con El Independiente. «Si le preguntas a gente de nuestra edad, seguramente la mayoría te dirán que no le tienen miedo a envejecer, pero seguro que hay muchos que ya se están tapando las canas, poniéndose ácido hialurónico en los labios, retocándose las arrugas o usando sérums antiedad. Incluso los más jóvenes».

Por otro lado, la escritora catalana también se sirvió de su propia experiencia vital recordando cuando, a los 17 años, se fue a vivir con su abuela con principio de demencia. «Era demasiado joven y me di cuenta de que nadie me había educado para cuidar de la vejez, ni para llevar procesos de demencia».

Sin embargo, la autora niega rotundamente que Olvido sea su abuela, de hecho la protagonista de esta novela tiene más que ver consigo misma y con un ejercicio por imaginarse a sí misma en esa situación, un experimento literario para navegar a través de sus propios miedos. Por eso, no deja de sorprender la relación entre el tema del libro, la vejez, y la aparente juventud de su autora. La generación de Peró ha crecido con la sensación de que han nacido en un mundo desgastado, donde el futuro está en constante descomposición a medida que la existencia del ser humano avanza. La esperanza parece una utopía de otro tiempo, y la obsesión por mantenerse eternamente joven resulta enfermiza. «Nos están diciendo que seguramente no tendremos ni jubilación y me preocupa qué va a pasar cuando llegue a esa edad, si voy a llegar, qué va a pasar, cómo me voy a encontrar, qué posibilidades tendré; si me cuidarán o si me dejarán vivir donde quiera…», reflexiona la escritora.

Una vejez virgen

La vejez que pinta Júlia Peró en Olor a hormiga es la de una persona sin experiencia y también sin tiempo, un túnel sin salida en el que parece que solo queda esperar a la muerte. «Llegas a la vejez y parece que ya lo hayas hecho todo, ya tienes todos los cheques vitales hechos. Por eso cuesta identificar el personaje de Olvido con la vejez. Ella es virgen en muchas cosas: en amigas, en llevarse bien con su familia, en aspectos sexuales y sociales, en estudios, en sueños. No ha hecho apenas nada y no le queda mucho tiempo. Es ese tiempo que queda el que me preocupa a mí. Olvido piensa: ‘Bueno, me voy a morir y ya está’. Vive con la abulia de que ya no tiene nada que hacer, ni nadie con quien compartir». Así presenta la autora a la protagonista de su novela. Un relato asfixiante contado a través de unos ojos cansados y tristes, pero también reflexivos e incluso hambrientos.

«El objetivo de la novela es mostrar los procesos tan salvajes que conlleva la vejez a través de una persona que está sufriendo y está enfadada», asegura Peró. Por eso huye del tópico de la abuela entrañable y complaciente, evitando su infantilización y romantización. «Muchas veces pensamos en el típico ejemplo de la abuela que te hace el cocido o te cose un jersey, y a lo mejor las abuelas están cansadas de cocinar. Mi intención era hablar de la vejez imaginando cómo seré yo cuando sea vieja, y no creo que acabe siendo la típica señora dócil que todo lo acepta todo y que dice a todo que sí».

[…] Salir de fiesta. Comer mucho azúcar. Cagar sin pañal. Competir. Conducir. Fumar. Correr con unas tijeras en la mano. Trabajar. Tener credibilidad. Tatuarse. Llevar escote. Maquillarse mucho. Menstruar. Ver una peli de terror. Procrear. Tomar cafeína. Contratar un seguro de vida. Y al final vivimos en un medio constante a existir en esas edades. En las edades de ‘no tener edad para nada’. (Olor a hormiga, Júlia Peró)

El poder de decidir y la salud mental, también en los mayores

Sobre esa infantilización también reflexiona la autora en la novela, comparando los roles de poder que se adoptan con respecto a los bebés, pero también con los mayores. «Nos enseñan muchísimo a cuidar, pero este cuidado muchas veces viene de un control y Olvido lo dice en el libro: ‘Prefiero cagarme en las paredes de mi casa, es más digno cagarse en estas paredes que en otras’. Creo que el hecho de poder decidir es un debate muy crítico y controversial, porque al final estamos hablando de gente que necesita ciertas ayudas, pero no por eso nadie tiene que decidir qué es lo que quieren. Con esto no quiere decir que esté en contra de las residencias, no planteo soluciones, planteo preguntas».

Por otro lado, la catalana apela a subrayar la importancia de la ayuda psicológica también en las personas que están pasando por un proceso de demencia. «Me parece durísimo que releguemos a esta gente a una esquinita para que pase su proceso como buenamente pueda. No nos estamos preocupando por cómo están viviendo lo que tienen en la cabeza».

El tabú de la sexualidad femenina

En la novela, la llegada de una chica que se dedica a cuidar a Olvido revoluciona todo su mundo, incluido un extraño despertar del deseo sexual que confunde aun más a la anciana. Reflejo de una historia de amor en la que la protagonista no solo acaba queriendo a esta chica, sino que quiere ser ella, viendo en su juventud y lozanía todo lo que Olvido querría ser.

Peró refleja aquí una sexualidad femenina sin tabúes, erótica y sucia, pero también sensible y delicada. «El libro es un ejercicio de honestidad, no solo de mis inseguridades y mi miedo a la vejez, sino que intenta relatar cosas que no he podido ver antes ni en las pelis ni en los libros, como la sexualidad femenina en la vejez e incluso la sexualidad femenina en general. Si vieras el sexo a través de una mirilla, no el porno sino el sexo real, es así, sudas, manchas, sangras, ves el michelín, te preocupa cómo te huele el cuerpo de repente, cómo te percibes ante los demás. Quería explorar esto desde una mirada femenina. Porque al final estamos muy acostumbrados a pensar y a ver con los ojos de los hombres».

Un feminismo accidental pero efectivo

Otro de los temas que subyacen en esta novela tan estéticamente plástica y fundamentalmente reflexiva es el asunto del feminismo. El hecho de que su autora utilice el recurso literario de escribir desde un narrador demente, provoca que muchos prejuicios y convenciones se esfumen permitiendo una capacidad expresiva libre y desapegada.

El feminismo al que apela un personaje como Olvido no parte desde la consciencia, sino desde el accidente y la rebelión. Algo que Peró justifica como «una respuesta natural del cuerpo y de la persona. Odiar, enfadarte o criticar las cosas que te han afectado durante toda tu vida. No es que ella sea feminista, pero lo ha pasado tan mal que acaba rebelándose».

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