Juan Pablo Martín-Caro fundó Pablosky en 1969. No fue hasta unas décadas después, a finales del siglo pasado y principios del actual, cuando sus zapatos llegaron a los pies de todos los niños del país. Los Martín-Caro, que fabrican su calzado infantil y juvenil y han desarrollado su propia tecnología podal, no tenían suficiente con España, por lo que a finales de los años 80 se expandieron hacia otros países.

«Pablosky ha sido por muchos años una de las marcas más populares de calzado infantil entre las familias españolas. Tuvo ese prestigio de gran marca que se traducía en que muchas familias que querían hacer un obsequio a otra en forma de calzado infantil regalaban Pablosky porque suponía una distinción porque era un regalo de calidad», expresa Jacinto Llorca, especialista en la industria de la moda y autor de El Código Retail: lo que el management puede aprender del retail.

Esta marca supo «trabajar muy bien su posicionamiento dentro del punto de venta». «Las zapaterías con calzado infantil que presumían de tener un buen producto siempre contaban con Pablosky en los lineales» y se podían ver publicidades de Pablosky en las tiendas, desde cartelería hasta expositores. «Fue una marca que supo estar cerca de los consumidores«, sostiene. 

En la década de 2010, el 30% de la facturación exterior la recogía esta empresa toledana en la zona más rica de Oriente Medio, en Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Baréin, Kuwait, Qatar y Omán, donde también tenían la mitad de los establecimientos y córneres franquiciados. Jesús Martín-Caro, hijo del fundador de Pablosky, ya indicaba entonces en una entrevista con la revista Emprendedores que la estrategia de expansión de su compañía se basaba en «estar en el mercado oportuno en el momento oportuno». 

«Durante muchos años parecían líderes en ese segmento premium de calzado infantil, pero, de un tiempo a esta parte, han empezado a surgir otras marcas españolas muy interesantes que han hecho las cosas muy bien y con las que comenzaba a competir Pablosky en los lineales, como Zapato Feroz o Biomecanics», relata Llorca.

Durante la internacionalización, la familia se encontró ya en los últimos años con dos piedras en el camino, el descenso de las ventas y la competencia de países como China. La compañía presume de que trabajan a mano las colecciones en sus instalaciones de Fuensalida (Toledo) y en Villena (Alicante). «Durante su fabricación, cada zapato puede pasar por una media de hasta 100 manos diferentes», explican en su página web. Ahora, esta empresa familiar contará con menos efectivos para revisar sus calzados. Desde noviembre del año pasado, esta planta se ha convertido en un lugar en el que se ha emprendido el conflicto laboral más relevante de la historia actual de Pablosky.

El ere de Pablosky

El pasado viernes, 48 trabajadores desfilaron hacia los despachos de los directivos para firmar sus despidos. Les explicaron que habían entrado en la lista del ere que ha acometido la empresa en su fábrica de Fuensalida. «Les han despedido traumáticamente, que era lo que estábamos intentando evitar los sindicatos», explica Lola Aceituno, delegada sindical de UGT de Calzados Pablo S.L.U.

Las negociaciones entre los sindicatos y los Martín-Caro, encabezados por el consejero delegado, Jesús Martín-Caro, finalizaron el 4 de enero ante la imposibilidad de llegar a un acuerdo. Los propietarios justificaron el expediente de regulación por causas económicas y amenazaron con declararse en concurso de acreedores, algo que a los delegados sindicales les resultó «muy burdo».

Los sindicatos consideraron a principios de este mes que el objetivo del ere no era garantizar la viabilidad y los puestos de trabajo de la fábrica, sino «ahorrar costes laborales mediante la deslocalización de la producción a Marruecos«. Pablosky trasladó en junio de 2023 parte de sus secciones de cortado y aparado a este país. La empresa ha declinado responder a las preguntas de El Periódico de España, del grupo Prensa Ibérica.

Fábrica de Pablosky en Fuensalida (Toledo). Cedida


La secretaria provincial de CCOO Industria Toledo, María Jesús Fernández, explicó tras el cese de las negociaciones que de una fábrica en la que trabajaban 315 personas, la familia Martín-Caro quería prescindir de alrededor de 100: «Tienen en torno a 68 personas que están casi en edad de prejubilarse y de jubilarse. Entre 2025 y 2026, 68 personas se van a ir a la calle como jubiladas y no va a volver a reponer esos puestos. Entre las personas que echan ahora -48- y las que se jubilan, son más de 100 personas».

Cómo se vivieron los despidos

Desde el inicio de la jornada del viernes, la dirección comenzó a llamar a los empleados de los que desde ese día iban a prescindir. Los primeros en entrar al despacho fueron los 12 de los 19 que se propusieron como voluntarios. «Se fueron con alegría porque no querían estar ahí», asegura Lola Aceituno. Pero, después del bocadillo, llamaron a gente «que no entendemos por qué las han despedido». «Se podía haber hecho de otra forma, con una reunión con todos y después haberlos llamado individualmente. Se llamó de uno en uno a cada persona y no informaron al comité. No hemos podido estar con los compañeros, para asesorarlos a para acompañarlos», reprocha esta portavoz.

La fábrica de Pablosky el viernes no era una empresa, era un tanatorio, con mucha pena y mucha lágrima. Parecían corderos que iban al matadero uno detrás de otro»

Lola Aceituno – Delegada sindical de UGT de Calzados Pablo S.L.U.

Según argumentaba María Jesús Fernández, lo que Jesús Martín-Caro quiere es «pasar de una empresa de 315 trabajadores a una de 249, una pyme».

Batalla judicial

La compañía ha acometido los despidos, indican los sindicatos, «sin aguardar al informe preceptivo de la Inspección de Trabajo». «Las indemnizaciones que ellos proponían eran ridículas. Las personas que llevaban menos tiempo trabajando en la empresa se iban en mejores circunstancias que las que llevan más tiempo. Les dijimos que las subiesen y, a última hora, las elevaron un 5% más, pero sigue pareciendo poco para personas que han dado 40 años de su vida en una empresa», explica Aceituno. 

Los sindicatos consideran que algunos de los «despidos forzosos son nulos«, debido a que afectan a trabajadores que la familia tuvo que incorporar recientemente a la plantilla de Calzados Pablo S.L.U. «tras ser declarados ‘falsos autónomos’ por la Inspección de Trabajo». Asimismo, tanto UGT como CCOO pedirán la improcedencia del resto, al mostrarse en desacuerdo con las indemnizaciones que han planteado los Martín-Caro.