La Orquesta Filarmónica de Gran Canaria, acompañada por el Coro Nacional de Lituania, interpretará este domingo, en el auditorio Alfredo Kraus, a las 19.00 horas, «un Mahler llevado al límite», como comentó su director titular, Karel Mark Chichon, durante la presentación que tuvo lugar ayer. Se trata de la Segunda Sinfonía del compositor alemán, conocida como Resurrección, una de las grandes obras del sinfonismo coral «más complejas, tanto desde el punto de vista logístico como de comprensión», subrayó Chichon que dirigirá a la formación grancanaria. El concierto, que forma parte de la programación del 40º Festival de Música de Canarias, se repetirán, al día siguiente, en el auditorio de Tenerife a las 20.00 horas. 

La obra cuenta con las voces solistas de la soprano canaria Tania Lorenzo y de la mezzo francesa Adèle Charvet y «tiene todo lo que se pueda imaginar y más: un coro sorprendente, unas bandas internas por casi todo el auditorio, una formación enorme sobre el escenario, dos solistas, etc», añadió. Chichon hizo estas declaraciones acompañado del director del Festival, Jorge Perdigón, el cual subrayó que este título no es frecuente «debido al gran coste de producción que requiere al ser una propuesta compleja que lleva al límite a todo y es difícil de programar».

La primera singularidad de Resurrección radica en que tiene una duración de 90 minutos sin pausa, cuando una obra sinfónica normal no pasa de 45. «Tiene un primer movimiento extremadamente largo, con esa estructura típica alemana que requiere extremada disciplina y atención a todos los detalles.», aclaró el director. «Es una de las grandes obras que, sin duda, definen la calidad de una orquesta porque es muy compleja de llevar con tanto que ocurre en tanto tiempo al ser un puzzle con muchas piezas que requieren de una extrema organización», añadió.

Chichon añadió que «Mahler no es Verdi ni Puccini. Es alemán y tiene que ser sobrio, con esa disciplina y certeza germana», afirmó «Pero si no se consigue se puede caer en el error de mandar un mensaje inadecuado», añadió.

Distribución

La segunda singularidad es la distribución de la orquesta, puesto que se trata de 200 músicos. «Es una orquesta con una banda interna al lado del director y otra banda exerna en el hall con las señales de la tromba que se escuchan muy lejos». Por eso, «los músicos tienen que tener una cámara para que se coordinen a tiempo», aparte de las presencias de los solistas y el organista. Pero es que también incluye refuerzos. Son músicos de la Filarmónica que colaboran con la orquesta, aparte de la plantilla total. «En una semana normal no necesitamos tantos refuerzos», aclara Chichon. «Pero parte del éxito de esta orquesta es por la forma que se eligen a esos músicos. Y antes esto no se cuidaba». Los primeros tres movimientos requieren una orquesta mucho más pequeña, pero con el cuarto y el quinto casi se triplica», y por eso al final se incorporan unos 30 músicos más. 

La mezzo, que interviene en el cuarto movimiento, es muy breve, pero intensa. Y es con su intervención con la que empieza el texto del drama poema Driady, del poeta polaco Adam Mickiewicz, en el que se basa. En cuanto al nivel de calidad del coro, el director musical subrayó la importancia de ofrecer la máxima posible como ocurre con el coro lituano también conocido como Coro Estatal de Kaunas. «Un Requiem de Verdi no se puede hacer con voces amateurs por la dificultad que tiene», afirmó. «Y con Mahler sucede lo mismo, es necesario una vocalidad gruesa difícil a nivel amateur». Y reconoció que muchas veces un director se encuentra ante la pregunta de cómo uno traduce un trabajo cuando tienes una orquesta profesional y un coro que no lo es.

El tercer aspecto a destacar, según Chichon, es que la obra en realidad trata de la pregunta «que nos hacemos todos los seres humanos y que se resume en ¿qué pasa cuando mueres? ¿Hay o no hay resurrección? «Y Mahler presenta momentos de gran belleza donde demuestra que sí hay vida detrás de la muerte. Que nacemos como niños y, generalmente, morimos como niños. Llegamos a una edad en que estamos tan frágiles que necesitamos de un adulto para ser como al principio». Pero es que, al final, la sensación que se lleva el espectador es que lo más importante es el respeto y la dignidad humana. No ese final triunfal de otras sinfonías.

Un cuarto aspecto importante a destacar es la importancia de esta obra en la historia de la música clásica, puesto que algunos expertos la sitúan como la obra sinfónica más importante después de la Novena de Beethoven. «Es la obra moderna más importante», aclaró Chichon. «Una composición que dice tantas cosas con una enorme flexibilidad todo el tiempo». Una obra que «requiere una concentración enorme en un primer movimiento muy duro, pero luego hay cuatro más y los músicos llegan bastante cansados, por lo que hay que graduarlo en los ensayos». Según Chichon hay que comprender la orquesta muy bien y la obra. «La he hecho cinco veces y la primera uno no la entiende. Yo empecé a entenderla bien a la tercera».

Y un quinto y último aspecto es el texto programático que escribió Mahler para entender la sinfonía y que nunca quiso que se difundiera. La obra quedaría como el funeral (primer movimiento), recuerdos de tiempos felices (segundo), pérdida de la fe (tercero), renacimiento de la fe (cuarto). y amor de dios (quinto). Chichon sí coincide con este esquema. «Es verdad que él siempre cambiaba de ideas. Sus partituras siempre tienen cambios y anotaciones. Después del primer movimiento él siempre exigía una pausa de diez minutos para descansar. Pero no siempre hacía lo mismo». Antes de la función, a las 18.00 horas, habrá una charla introductora a cargo de Ricardo Ducatenzeiler.