«El primer golpe llegó estando embarazada», arranca Joana. «Fue en la barriga, además». Su historia duele. Es dura, pero su lucha lo es aún más. Se llama Joana Bauzá, tiene 41 años y tres hijos. Es auxiliar de enfermería, aunque desde hace unos años no puede ejercer. Es madre, amiga, vecina y es, además, superviviente de violencia de género, la lacra que ha matado a 1.239 mujeres desde 2003 (y una mujer y dos niños en lo que va de mes). «Durante años sufrí agresiones de todo tipo», cuenta a CASO ABIERTO, portal de sucesos e investigación de Prensa Ibérica, «sexuales, físicas, psicológicas…». El hombre con el que se casó nunca fue príncipe, pero se convirtió en el peor monstruo con el que convivir, resume. «Yo no lo veía… estaba ciega de amor».

Joana, junto a este medio, echa la vista atrás e intenta resumir los años pasados. Las agresiones, en su mayoría, son indescriptibles. Las secuelas, incontables. Ha pasado por el quirófano en veinte ocasiones. Es ya paciente crónica, tiene la incapacidad permanente. No puede trabajar. «Al introducirme objetos mientras me agredía sexualmente, me destrozó por dentro. Tengo incontinencia urinaria y fecal». Lo cuenta, a pesar de la dureza de su relato, porque «hay que hablar de las terribles heridas que deja de por vida este tipo de violencia».

Ella lucha por superar lo vivido. Él se sentará este jueves en el banquillo de la Audiencia Provincial de Mallorca, acusado de dos delitos de amenazas, uno de agresión sexual con penetración, y un delito de maltrato habitual. Tanto la Fiscalía como la acusación particular le piden 37 años de prisión.

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«Solo pido que nadie tengo que pasar por lo que yo he pasado», clama Joana, antes de sentarse en el juicio contra él.
CASO ABIERTO
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Embarazada

«Nuestra historia comenzó en 2005. Nos casamos…», retrocede Joana. Él, conductor de ambulancia; ella, auxiliar de enfermería, «al principio todo era normal». Llegó el primer bebé, una niña, y lo hizo en un clima en el que ya predominaba el control, asegura. «Al principio no me daba cuenta, él venía de una familia de diez hermanos, muy patriarcal…«. Llegaron los celos, los reproches, los insultos. «No me dejaba salir con mis amigas. Me menospreciaba, insultaba la forma de vestirme… pero no me daba cuenta, yo estaba ciega de amor por él».

A él, cuenta Joana, le redujeron las horas de trabajo. «Antes podía estar 15 o 16… y, cuando estuvo más tiempo en casa, todo explotó», recuerda. «Estaba embarazada de cuatro meses de mi segundo hijo. Fue la primera vez que me pegó”. Junto a esos golpes, llegaron también las primeras amenazas: ‘ni se te ocurra denunciar o te mato a ti, a la niña y al bebé’. Le seguían varias disculpas y arrepentimientos: «venía con flores, detalles…». Joana lo perdonó.

«Él me pega, me da contra la pared y me da un golpe muy fuerte en la oreja. Por ello hoy tengo pérdida de audición»

Joana Bauza

La primera denuncia llegó en 2014. «Dos semanas antes me había agredido y yo había ido al hospital, pero no tengo fuerza para separarme y, además, de nuevo me pide perdón». Tras ello, «él me pega, me da contra la pared y me da un golpe muy fuerte en la oreja. Tan fuerte que por ello tengo pérdida de audición. Después, me coge del pelo y me arrastra por el suelo. Mis hijos lo vieron todo porque estaban delante».

La Guardia Civil lo detuvo y se celebró un juicio rápido. «Al cabo de los meses volvió a pedir perdón». Joana aceptó las disculpas, otra vez. «En el ciclo de la violencia, hay una luna de miel, ¿sabes? Tú estás anulada, y él te vuelve a caramelizar…». Vuelven a vivir juntos, vuelve el maltrato, los insultos, la violencia, aún más intensa.

«Me reventó»

Se intensificó la pesadilla. «Además de los golpes, los insultos, es ahí cuando empiezan las agresiones sexuales. Ahí es cuando…», Joana hace una pausa para decir: «es ahí cuando cada vez que viene del trabajo, tengo que estar preparada para tener relaciones sexuales, quiera yo o no«. Unas agresiones cada vez más fuertes, violentas, describe la mujer. «Me mete botellas, me mete cosas dentro de los órganos vaginales y anales… me reventó».

«Que la justicia sea tan lenta, que el proceso sea muy largo, hace que se cronifique nuestro dolor», denuncia la mujer

La última agresión Joana la vivió con su hija mayor presente. Ella le dijo que se quería separar. «Me pega en la cara y coge del pelo a mi hija, veo que la lleva al baño…«. Joana pidió auxilio, «llamé al 112». A casa llegó la policía y los servicios de emergencias. Fue cuando dijo ‘hasta aquí’. Denunció lo ocurrido y no hubo ninguna vuelta atrás. «Recuerdo que fue el 29 de noviembre de 2015. Esa fecha la tengo anotada como si fuera mi cumpleaños». Joana entró en el cuartel sin mirar atrás. «Fue cuando volví a nacer».

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«Le lentitud de la justicia supone una doble victimización», lamenta Joana.
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12 operaciones

Sobrevivir al horror le ha dejado cicatrices. «Voy con un andador y un cojín. Tengo un neuroestimulador de raíces sacras (una especie de marcapasos) para la incontinencia fecal, y una urostomía– bolsita en la tripa- para el pipí», explica Joana.

Su historial médico se completa con dolor pélvico crónico, vaginismo, dolor anal, sensibilidad química múltiple, fatiga y lumbalgia crónica, neuralgia del nervio pudendo y síndromes compresivos vasculares como síndrome congestión pélvica y síndrome de May-Thurner. «Tengo estrés postraumático que me ha producido fibromialgia, bruxismo, cefaleas tensionales, síndrome de Menier, ansiedad y depresión…». La lista de enfermedades continúa. «Para el suelo pélvico me han operado 12 veces, pero en el resto del cuerpo, en general, llevo 20 operaciones«. A la semana, sus cita médicas, no bajan de tres.

Revivir el horror

Protegida con un biombo, este jueves Joana contará todo lo que vivió ante el juez. Lo ha hecho en varias ocasiones, «es muy duro volver a exponer todos los detalles. Es algo que quería borrar de mi mente, pero siempre lo tengo que estar recordando. Por desgracia, todo lo relacionado con la justicia y la sociedad va muy despacio, esto tendría que cambiar». 

Joana cuenta que la vista que se celebra este 25 de enero arrancó en 2019, «tras dos años de terapia psicológica me di cuenta realmente de todo lo que me había hecho«, y no se ha celebrado juicio hasta años después. «Es un dolor añadido para mí y mis hijos. Además, en este camino, hemos tenido tres juicios más: el divorcio, la custodia y otro de impago de pensiones». Joana pide agilidad para el resto de casos, «que la justicia sea tan lenta, que el proceso sea muy largo, hace que se cronifique nuestro dolor«.

Salió adelante. Lo ha hecho una y otra vez. «Aunque mi vida ha cambiado, ya no puedo trabajar y eso me hacía muy feliz, hoy soy una mujer fuerte, valiente», sonríe Joana. Su conversación con este medio tiene un objetivo: «trasmitir un mensaje a todas las mujeres que estén pasando por una situación similar, que sirva mi historia para que nadie pase lo que he pasado yo».