Ucrania está teniendo un comienzo de 2024 complicado. Tras una contraofensiva que no ha logrado recuperar los territorios ocupados, el mercurio en negativo, y el frío, la nieve y el hielo entorpeciendo los movimientos en el frente, donde la munición y los ánimos escasean cada vez más, el país está exhausto después de casi dos años de guerra.
Las fuerzas ucranianas, sin embargo, siguen resistiendo a la agresión. Como también lo hacen sus defensas antiaéreas, aunque no sin dificultad. En lo que va de año, éstas han tenido que contrarrestar varias oleadas de ataques rusos que constatan un giro drástico en la estrategia militar del Kremlin.
Porque a diferencia de los bombardeos espaciados que el Ejército de Vladímir Putin lleva lanzando desde el inicio de la invasión, los de las últimas semanas se han vuelto más sofisticados, más precisos y, sobre todo, más intensos en cuanto a escala y frecuencia. Sólo entre el 29 de diciembre y el 2 de enero Rusia empleó más de 500 drones y misiles en golpear numerosas zonas alejadas de la línea de frente.
[Rusia lanza una oleada de ataques con misiles de alta precisión contra Kiev y Járkov]
Este mismo martes, Rusia ha atacado varias regiones del noreste, el centro y el oeste del país, donde han muerto siete personas y más medio centenar han resultado heridas, según el último balance oficial. En total, se calcula que Moscú ha lanzado 41 misiles de distintos tipos y desde distintos puntos. De ellos, las defensas antiaéreas ucranianas sólo han podido derribar 21. Se trata de un porcentaje de interceptación muy por debajo del 80% de media que se consiguió en 2023. Y no es una excepción: el 8 de enero Kiev sólo pudo parar menos de la mitad de los 59 proyectiles disparados por Rusia.
Esta efectividad en los ataques rusos se debe a que responden a una estrategia cuidadosamente planificada y orientada a colapsar y agotar la munición antiaérea de Kiev. Sobre todo en un momento en el que Ucrania aguarda a que los aliados occidentales envíen nuevos lanzamisiles Patriot, Hawk e Iris-T. «Los rusos están tratando de descifrar el código de la defensa aérea de Ucrania», señalaba Dara Massicot, investigador principal del Carnegie Endowment al Financial Times.
Para ello, Rusia ha estructurado sus ofensivas aéreas en tres fases. Primero, lanza una primera horda de drones Shahed desde distintas direcciones. Luego, con aviones desde el mar Caspio, misiles crucero KH-101 y Kh-555 y misiles guiados como los Kh-59 desde el mar Caspio. Y por último, misiles balísticos que caen en picado hacia su objetivo a velocidades superiores a la del sonido y que, por tanto, son muy difíciles de alcanzar.
Es precisamente en esta última fase en la que Rusia ha añadido ahora una innovación. En vez de utilizar sólo proyectiles de fabricación propia, como los Kinzhal o los Iskander, ha empleado misiles balísticos de corto alcance de Corea del Norte, según ha afirmado la Casa Blanca.
De acuerdo con fuentes del Pentágono consultadas por The New York Times, por el momento el número de misiles que Pyongyang habría transferido al Ejército de Putin es reducido: menor a 50 unidades. Sin embargo, teniendo en cuenta el acuerdo de cooperación militar que Kim Jong-un y Vladímir Putin sellaron a finales del año pasado, lo más probable es que queden muchos más por llegar.
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