El último informe PISA y su descalabro para España se hizo eco, en parte, de los efectos que tuvo el confinamiento por el virus del covid. Fue una situación excepcional que las familias pudieron controlar a duras penas y que evidenció, de paso, el relajamiento en la rutina de los estudios para complementar o reforzar los conocimientos adquiridos en el aula.

El retroceso lleva tiempo fraguándose: los padres tienen que enfrentarse a recios obstáculos, desde el omnipresente móvil y el chat de turno pasando por las redes sociales, hasta los videojuegos y los primeros pinitos con la IA. Un escenario rebosante de atractivos que deja en bancarrota cualquier convención educativa basada en los deberes, la preparación de un examen o la lectura de una novela.

La mayoría de los progenitores tratan de ser más seductores que la panoplia digital, pero algunos tiran la toalla o entran en depresión. Con la pandemia, el abanico de fatigas se abrió: días y días enteros a rastras con el castigo, el perdón y la negociación. Agotador. El anuncio del Gobierno de que los maestros de Primaria van a recibir cursos de refuerzo en la asignatura de matemáticas y en la destartalada comprensión lectora abre, sin duda, un novedoso horizonte.

Es obvio que los profesores, que sufren desde tiempo atrás una crisis de autoridad en las aulas, deben reciclarse y asumirlo como una obligación. Está en cuestión la enseñanza pública, cada vez más atacada y precarizada por los gobernantes de los ejecutivos de derechas. Los docentes no pueden difuminar su responsabilidad tras el socorrido régimen funcionarial, estatuto con el que pretenden imponer el no va con nosotros.

Pero cualquier reciclaje está en desequilibrio en el caso de no entrar los progenitores en el plan educativo. La mejora de calificaciones en el informe PISA pasa también por actualizar a los padres: la escuela tiene que trabajar la matemáticas y la lectura, pero no puede dejar atrás las tecnologías, su uso racional, eficaz y ético. De no ser así, todo esfuerzo será en vano. En el espacio privativo se impondrán contra la obligación.