Sheila Barrero tenía 22 años cuando la asesinaron en la madrugada del 25 de enero de 2004 cuando volvía a su casa en coche por la carretera que une Villalbino (León) y su pueblo, Degaña (Asturias).
Era de noche, llovía y la niebla lo cubría todo. Según la investigación, alguien la interceptó y se colocó delante de ella, obligándola a frenar. Dos cazadores vieron, de hecho, dos coches parados y a una pareja discutiendo, pero no lo contaron hasta cuatro meses más tarde.
Eran las ocho de la mañana y veinte minutos más tarde alguien disparó a Sheila en la cabeza y por detrás. El cuerpo lo encontró su hermano Elías, que avisó a su madre. «Esa imagen no se me ha borrado ni se me borrará», ha asegurado su hermano, en directo en ‘Y ahora Sonsoles’.
«Justifican pruebas injustificables»
La primera persona a la que llamó fue a su madre, algo que, ha confesado, no volvería a hacer. «A mi madre no», ha dicho.
Ya han pasado 20 años de este crimen de la que la policía tiene dos pruebas claves: una bufanda hallada en el coche y el casquillo de la bala mortal.
Sólo una persona dio positivo en la prueba de disparo: un joven con el que Sheila había tenido relación. Se trata de Borja Vidal, que tenía 19 años en 2004 y licencia de armas.
En 2019 los investigadores lo señalaron sin ninguna duda como el asesino de Sheila y gracias a los avances científicos se demostró que sólo él pudo disparar el arma y que en la bufanda había un resto de algodón que coincidía con su ropa. Él, sin embargo, siempre lo ha negado y la justicia lo avala. «Justifican pruebas injustificables», ha dicho su hermana.
Los hermanos de Sheila llevan años esperando que el presunto asesino se siente en el banquillo y haya un juicio, pero no se ha abierto esa posibilidad. «Que no se haya resuelto hace que no pueda seguir con mi vida», ha asegurado Mónica, la hermana de la víctima.
Elías, además, se cruza en ocasiones con el principal sospechoso del asesinato de Sheila, que ha rehecho su vida sin consecuencias.