El ritmo de las ciudades no se detiene, y en apariencia todas se parecen. A las siete de la tarde de un jueves cualquiera los supermercados están llenos, el tráfico del centro es denso y a vista de dron cualquier urbe superpoblada presenta una fotografía similar. Sólo hay pequeños espacios que las distinguen, refugios donde todavía anida la cultura, capaces de reunir a un centenar de raros que prefieren abandonar la comodidad del sofá y el apego a las plataformas y optan por salir de casa para gozar la música en directo.
Es el caso del ciclo de música antigua y barroca Almantiga que se desarrolla en el ADDA en seis sesiones, y cuyo concierto inaugural nos trajo una sorpresa en forma de bajo-barítono llamado José Antonio López, acompañando a la Orquesta Barroca de Murcia.
En la sala de cámara de nuestro Auditorio no hay trampa ni cartón. Del mismo modo que los ilusionistas practican la magia de cerca, allí los músicos se la juegan sin filtros. Hete aquí que nuestro solista, que tenía una planta y fisonomía de alemán de Baviera, interpretó dos cantatas de Johann Sebastian Bach que dejaron con la boca abierta a más de un melómano muy bregado en audiciones de todo tipo. En vinilo, CD o con mucha carretera a sus espaldas con tal de disfrutar en vivo de formaciones de primera.
Pero José Antonio López resultó ser lorquino, y terminó de dejarnos clavados en la butaca con un bis haëndeliano, que prometo nos hizo dormir esa noche muy felices a todos los presentes. Ahora que el Observatorio Contemporáneo ha publicado sus resultados, obviando el ADDA, ¿habrá algo más moderno que la música antigua y barroca? Creo que los panelistas no conocen mucho las delicatesen alicantinas.