21 jornadas ha necesitado el Girona para batir su récord particular de puntuación en Primera División. Todo ello, en medio de una goleada y en un contexto idílico para seguir soñando.
La sonrisa de los 13.000 presentes tardará en borrarse, mínimamente, hasta el compromiso de la Copa, momento en el que los de Míchel traten de volver a repetir el concepto ‘historia’, pasando a las semifinales de la Copa. Todos aquellos que pisaron el césped de Montilivi durante la noche del domingo vieron a los gerundenses colocarse líderes de nuevo superando al Real Madrid, con un ‘hat-trick’ de Dovbyk en seis minutos y endosando una manita a un rival de entidad como el Sevilla.
El juego de luces fue la introducción a una nueva fiesta que despejó, por si había alguna duda, los fantasmas tras el empate en Almería. La barra energética la pusieron los de Ancelotti, que remontando al mismo rival y la polémica generada con las decisiones arbitrales encendió una mecha imparable de tono ‘blanc-i-vermell’.
Por enésima vez, los catalanes se vieron obligados a remontar por un gol tempranero del contrincante. Ni el estilo se negocia ni los protagonistas parecen ponerse nerviosos con situaciones adversas. Con el mono de trabajo puesto, el jugador del mes de diciembre, Artem Dovbyk, y un brasileño que hasta hace seis meses era prácticamente un desconocido, empezaron los descosidos frente a la defensa sevillista, que inició la cita con cinco defensas para frenar a un equipo que parece imparable.
Hasta el brazalete que abrazaba a Portu parecía llevar consigo un plus de coraje. El murciano, que por primera vez actuó como capitán desde su regreso, asistió y luchó todos los duelos como si fuera el último. Al igual que él todos sus compañeros, dando la sensación, con el 5-1 y antes de llegar al descuento, de que tendrían que remontar un choque en el que se aventajaban por cuatro goles. Se trató de una nueva fiesta, histórica, sobre el césped de Montilivi.