El fútbol, a no ser que sean situaciones excepcionales, pocas veces engaña. Tanto en los momentos donde los resultados presumen por sí solos como cuando las dudas son abundantes. No obstante, en una Segunda División donde es muy difícil obtener conclusiones debido a su complejidad, a nadie se le escapa que al Levante le falta continuidad. Encadenar una racha de victorias que le catapulten a la zona clasificatoria donde no se puede renunciar a absolutamente nada. Las herramientas, fruto de un grupo de futbolistas tan talentosos como ambiciosos, las tiene, pero, en ocasiones, le falta dar un último empujón. Un último paso. Tal y como ocurrió en el encuentro de ida, el Mirandés, en los minutos de descuento, le arrebató a los granotas tres puntos de oro, tras ver cómo les anularon un gol sin apenas argumentos en el inicio, desatascar el partido con una obra de arte de Carlos Álvarez y sufrir un empate en el tramo final después de coquetear con el resultado cuando menos debió hacerlo: dándole cancha a su rival para embestir y jugando con el freno de mano puesto. El punto, dentro de una lectura objetiva y al tratarse de un duelo a domicilio, sirve para seguir sumando, pero las formas lo catalogan como una oportunidad perdida. Una nueva caída en la orilla de la victoria.
No obstante, el combinado granota se las prometió muy felices desde prácticamente el comienzo de partido. El fútbol, sin duda, son rachas. Tanto para bien como para mal. Bouldini, a los dos minutos del inicio, perforó la meta de Ramón, tras una jugada embarullada y cuyo desarrollo tuvo un balón mal despejado y aprovechado por un Carlos Álvarez que, astuto al detectar al marroquí, se la colocó en la testa. Sin embargo, el colegiado, ante sorpresa de los presentes en Anduva, invalidó el gol. Ni el ‘22’ participó en posición antirreglamentaria y actuó lejos de los parámetros de la ilegalidad. De hecho, ningún futbolista protestó, sino que se resintieron al tener la sensación de que tendrían que remar a contracorriente a las primeras de cambio. Sin embargo, el guion regresó al establecido, para lamento de un Levante cuyas experiencias, en situaciones tan controvertidas como clarividentes, no son agradables.
Pese a ello, este equipo, que no ha sufrido modificaciones en cuanto a piezas, es mucho más fuerte que el de los últimos meses. No solo de cuerpo, sino, sobre todo, también de mente. Sabe, incluso, resistir a los golpes. Ante un Mirandés que no quiso renunciar a su identidad, controló los tiempos del encuentro. Dominó con el balón en su posesión y, cuando le tocó recular debido a la velocidad al contragolpe de su adversario, no se desestabilizó. Es más, tanto uno como otro proyectaron sus armas con rapidez, aunque sin precisión. No obstante, Levante y Mirandés pudieron adelantarse en el marcador después de tantearse sobre el césped. Dani Gómez, escurridizo entre centrales, al igual que un dolor de cabeza para sus rivales, terminó una jugada trazada por Pablo Martínez, Oriol Rey y Algobia girándose y ejecutando un disparo que se marchó por poco. A su vez, Gabri Martínez, una de las revelaciones del campeonato liguero, mostró sus credenciales, a falta de diez minutos para el descanso, recibiendo desde la derecha, introduciéndose en zonas interiores y estrellando un balón en el travesaño. No obstante, si el fútbol son rachas y, sobre todo, demostrar virtudes y capacidades, en Orriols son conscientes de que en sus filas tienen un diamante en bruto. Un talento emergente que ya es una realidad en el fútbol profesional.
Carlos Álvarez, en los últimos coletazos del primer asalto, se sacó de la chistera un gol de museo. Una diana para enmarcar, que tiene tanta belleza como trascendencia en los puntos. La tarde en Anduva, labrada desde el oficio, tuvo el sello del ‘37’ con una acción maradoniana. Algunos en el barrio de Orriols se atreven a compararlo con el eterno ‘10’ argentino, pero sus movimientos, su capacidad para llevar el esférico pegado a sus botas y sus acciones zigzagueantes no se alejan. El andaluz, después de deshacerse de Tachi, lanzó desde media distancia un zapatazo que, después de impactar en el larguero, tocó las mallas de la portería de Anduva para delirio visitante. El Levante, si puede permitirse el derecho de soñar con ascender al cielo de la élite futbolística, es, sin lugar a dudas, gracias a la aportación colectiva, pero también, al talento de jugadores como Carlos, con la capacidad de sacar su varita mágica para desatascar compromisos ligueros.
Pese a ello, el estadio del Mirandés, precisamente, no se caracteriza por ser un campo plácido. En Anduva, si se quiere obtener recompensas de gran valor, hay que bajar al barro. Ponerse el mono de trabajo y, sobre todo, mantenerse firmes. El temporal procedente del norte, sin embargo, provocó pellizcos de intranquilidad en clave granota, pero los integrantes del equipo de Javi Calleja fueron conscientes de que fue momento de apretar los dientes. Si no, que se lo pregunten a Dela, quien no dudó ni un instante en frenar un mano a mano entre Gabri Martínez y Andrés Fernández tirándose sobre el césped para arrebatarle el balón. Pese a ello, un disparo desde la frontal del ‘24’, previo a un desvío provocado por la defensa levantinista, puso a temblar a un equipo que, más allá de lo que sufrió, tuvo la oportunidad de sentenciar a través de las botas de Cantero. El ‘11’, deshaciéndose de su contrincante, se puso mano a mano con Ramón Juan, pero el meta le negó el gol. Sin embargo, el extremo terminó acordándose de su ocasión errara. El Mirandés, de tanto insistir, encontró el tanto del empate. Centró Pablo Ramón y Carlos Martín, aprovechando el defectuoso despeje de un Buba Sangare que debutó en LaLiga Hypermotion, igualó la contienda.