–¿Su primer recuerdo de Gijón?

–Con los amigos jugando a la plaza de San Miguel, que era el centro neurálgico de mi emocionalidad. La plaza de San Miguel, que nunca ha perdido su estructura redondina. Estaba cerca la de casa de mis güelos, que vivían en Ruy Gómez. Si la plaza ye como un sol y las calles los rayos que salen, una de esas calles ye Ruiz Gómez. Otro espacio para mí, vinculado al deporte, ha sido siempre el Grupo (Cultura Covadonga). Soy socio desde hace muchísimos años. Luego, yo estudié en el instituto del Piles, que también tiene una historia interesante. Pertenezco a la primera promoción. Es interesante porque te dibuja el mapa de lo que era la demografía y la sociología de Gijón en aquellos años. Fue un instituto que se creó porque ya no daban abasto los otros centros públicos para acoger estudiantes. A mí, por zona, me correspondería El Calderón de la Barca, en El Coto, pero no cabíamos.

«Mis padres vivían donde la antigua fábrica del gas, en la calle Ezcurdia, centro del barrio de La Arena, escalera 10. Para mí la fábrica del gas ye un espacio casi proustiano. Porque no recuerdo la fábrica, pero recuerdo el olor. Recuerdo levantarme por la mañana y que olía a demonios».

«Hoy el barrio de la Arena es un barrio muy envejecido. Doblemente, tanto a nivel poblacional como a nivel de calle, de estructura. Pero cuando yo era adolescente creo que es el primer barrio de la ciudad que –salvando los barrios residenciales como Somió o La Providencia, que viven en otro clima– conquista una especie de estatus no voy a decir de clase alta pero sí de cierto bienestar. Fíjate, si uno mira el devenir sociológico a través del votante, estoy convencido que el barrio la Arena fue el gran depósito de voto y de empuje el Tini, del socialismo asturiano gijonés en los años 80. Hoy, seguramente, ha virado a votar a Moriyón. Y, sin embargo, es como que ha quedado detenido en el tiempo. Seguramente también porque es muy difícil –como desde casi todo en esta ciudad– mejorarlo desde el punto de vista de la infraestructura».

Fuimos tan grandes

«Otru elemento de aquel Gijón que para mí ye central, ye el Sporting. Hoy ye difícil de explicar lo que significó para nosotros aquel equipo. Yo pillé el Sporting que no volverá. Yo pillé el Sporting del ascenso con Miera en 1976. Y que luego encadena subcampeonatos de Liga, finales de Copa, gana aquí al Milan. Fue una época, fueron diez o quince años gloriosos donde el fútbol generó además un sentimiento de colectividad en la ciudad que no ye fácil de trasladar hoy lo que significaba aquello».

«Es algo que hoy comparto con mi generación. Aparte tengo un muy buen amigo, que ye Iván Iglesias, el futbolista. Crecí con él en todos los sentidos, de pupitre a pupitre, hicimos todo el recorrido en la escuela juntos y lo vi convertirse en uno de los mejores futbolistas que ha salido de aquí».

–De aquella sensación de pertenencia sportinguista, ¿qué recuerda?

–Recuerdo el evento. Recuerdo los domingos. Recuerdo ir con mi padre de la manina. Recuerdo el día en que la Real Sociedad ganó la Liga aquí. Ye algo que no olvidaré nunca. En el año 1984, con 13 años. Ver a la Real ganar aquí su primer campeonato de Liga. Bastaba-y empatar en la última jornada…. ¿Tú yes futboleru…?

–Nada.

–Bueno, pues la Real se juega la Liga contra el Madrid. El Madrid jugaba no sé dónde. Ganó, por supuesto. Y la Real tenía que sacar un punto. Y faltando 5 minutos perdíen 2-1 y marcó un gol Zamora. Y ganó la Real Sociedad su primera Liga. Recuerdo aquel partido. Miles de personas. Era un acontecimiento ir al Molinón entonces. Era un lugar que tenía algo de sagrado y profano al mismo tiempo.

«Hoy queda el recuerdo de que un día fuimos grandes. Eso sigue circulando por la corriente sanguínea de muchos sportinguistas. Aunque hoy uno va al Molinón y hazse cruces. Me decía un amigu que hoy aplaudimos que uno roba la pelota y da un pase p’atrás. Y yo vi a Gullit perder aquí partidos. Ví al Milan esti de les cinco Copes de Europa perder contra el Sporting. Ví al Barça y al Madrid marchar de aquí con les oreyes así, marchar de aquí perciendo 4-0. Eso generaba un caudal emocional que es muy difícil de repetir hoy. Y luego creo que generaba una especie de relato unitario, el ‘matagigantes’. Y luego la construcción de un personaje como Quini. Ye algo que esta ciudad no ha sido capaz de volver a repetir. Y pensar que eso estaba ligado a una práctica deportiva puede parecer alucinante. Pero sí. Además, era un momento donde todo era de aquí. Hoy ye muy difícil empatizar con los equipos o sentite parte de ellos. Porque ya no son de ninguna parte. O sea, hoy el Sporting juega con una camiseta que pone ‘Jalisco es mágico’»

–¿Quini que significaba para usted?

–Para mí era la alegría que regalaba aquel paisanu y otros 10 como él a un nenu que iba al fútbol como una especie de ritual

Modelo Tini

–Todavía vivió el Gijón de “Volver a empezar”

–Yo viví dos ciudades. Vívi esa y luego viví la explosión del Arecismo. Date cuenta, Tini entra de alcalde en el año 87 y está hasta el 92. Me coge desde los 16 hasta los 28 años. Y además creo que ese ha sido último gran empujón que Gijón ha vivido. Creo que después de Tini no ha habido alguien que haya vuelto a pensar la ciudad. Con sus problemas y sus defectos, puso se encima de la mesa y se planteó a la ciudadanía un modelo. Un modelo obviamente de desarrollo, de crecimiento, de cambiar de relato de ciudad. Después de esa expansión que Gijón vive, digamos hasta el cambio de siglo, creo que la ciudad aún hoy sigue buscando lo que quiere ser. Y no lo sabe».

«Yo ligaría este Gijón que no sabe lo que quiere ser en el siglo XXI a que Asturias tampoco lo sabe. No soy capaz de discriminar lo que sucede en las grandes ciudades asturianas de lo que sucede en la región. Esto lo notaba en el Parlamento (Ricardo Menéndez Salmón fue diputado regional por Podemos en la anterior legislatura). Me llamaba muchísimo la atención que todas las referencias que los políticos en 2023 hacían a su idea de Asturias eran una especie de apostilla, de nota al pie, a los proyectos que Pedro de Silva había lanzado. Es decir, es como si no hubiera habido un nuevo pensamiento sobre qué Asturias queremos desde entonces.

«Cuando llegó Tini había una urgencia de dejar atrás eso que Gijón era. Ese desorden, esas villas miseria, esos lugares absolutamente desconectados de una retícula, y proponer una ciudad que se pareciera más también a la España en la que estábamos, a los tiempos que nos tocaba. Pero después de ese empujón, después de la bonanza económica que se ha vivido en este país, yo creo que a Gijón le toca desde hace tiempo plantearse qué tipo de ciudad quiere ser. Si quiere ser una ciudad con valor de uso o si solo quiere ser una ciudad con valor de cambio, que es por lo que me parece que hoy ha apostado. Gijón está fiando su futuro desde hace un tiempo única y exclusivamente a convertirse en una ciudad vinculada a la generación de recursos ligados a los servicios, de recursos ligados al turismo. Últimamente ha descubierto que somos parada de los cruceros, que nos llenan la ciudad cada equis tiempo».

Consumir el espacio

«Desde los años 70 del siglo pasado hay un debate, creo muy importante, que es el del derecho a la ciudad. De alguna manera, esto obliga a establecer un debate del valor de uso que tiene una ciudad, por utilizar terminología marxista, y el valor de cambio que tiene una ciudad. Y me parece que hoy casi todas las ciudades, y sin duda Gijón, tienden a creer sólo en el valor de cambio. Es decir, se trabaja en convertir todos los lugares en lugares de consumo. Y al mismo tiempo se produce un consumo de lugar. ¿Qué significa que se produce un consumo de lugar? Que los lugares pierden su identidad, sus notas características, que los lugares se uniformizan. Y me parece que caminamos hacia ahí. Veo que no hay ninguna voluntad de plantear otro modelo posible de ciudad donde la ciudad se le devuelva a los habitantes, no con un ánimo puramente especulativo, un ánimo puramente comercial, puramente de beneficio».

«Te pongo dos ejemplos. Gijón ha vivido esta pesadilla legal del Muro (el fallido intento de semipeatonalizar la fachada maritíma). Realmente se han enfrentado los modelo de uso y disfrute de nuestro horizonte, el único que tenemos además. El Muro ye nuestra calle mayor. Ye el lugar donde venimos a descansar la mirada. No hemos sido capaces de ponernos de acuerdo. ¿Qué queremos hacer con eso? Se me haz imposible que no esté peatonalizado ya. Por eso te digo que en esta ciudad hay fuerzas, algunas con siglas políticas detrás, y otras no tanto pero muy reconocibles, que tienen que ver fundamentalmente con el entramado hostelero-comercial, que son felices con ir desde su casa en no sé donde y hasta el centro de Gijón pasando en coche por delante de la playa. Como si fuera imposible cerrar eso al tráfico. Ahora lleguen a plantear soluciones como soterrar el tráfico. O sea, montar ahí un cristo. Como si esto fuera Brasilia».

«Si tú me dices qué haría yo, pues haría una enorme fachada atlántica de cuatro kilómetros y dejaría un carril acaso, o lo que fuera, una vía para un transporte público o eventualmente para urgencias hospitalarias. Y el resto sería espacio ganado para el uso. A mí que me saquen una estadística de cuántos coches son absolutamente ineludibles que circulen por ahí al día para nutrir, supuestamente, a los comercios».

Lo ambicioso

«Y te quería poner otro ejemplo, ‘el solarón’. El enorme prau que tenemos ahí desde que se derribó en su momento la antigua estación del tren. Recientemente, Félix Baragaño, el presidente de la Cámara Comercio de Gijón, hizo unes declaraciones muy simpátiques en prensa. Creo que el lenguaje lo denunciaba, seguramente inconscientemente. Dijo que la propuesta de convertir el ‘solarón’ en un espacio público parecía-y muy ambiciosa. El uso del adjetivo ye absolutamente pertinente desde la lógica de esta persona y de lo que representa. ¡Claro que ye ambicioso ganar para la ciudadanía un espacio absolutamente despojado de ningún tipo de plusvalía que no sea la del disfrute de los ciudadanos!»

«Más luego, otros problemas de infraestructuras que tenemos: vial de Jove, el plan de vías veinte años detenido. O sea la movilidad, por decirlo de otra manera, se ha convertido en la patata caliente de este ayuntamiento desde hace mucho tiempo. Te pongo estos ejemplos en el sentido de que falta un modelo de ciudad que sea capaz de escapar a este puro pensamiento de un aparente beneficio».

La paz del capuchino

«Y luego hay otro tema tiene que ver con la singularidad de los espacios de la ciudad. Hay una filosofa estadounidense que se dedica fundamentalmente al urbanismo que se llama Sharon Zukin. Habla de cómo las ciudades viven un fenómeno al que ella llama ‘la pacificación por el capuchino’. Es decir: ¿cómo se disuelven los problemas que pueda haber a la hora de intervenir en una ciudad y de destruir sus señas de identidad, de generar esos espacios únicamente pensados para el consumo? Pues entregándole a esa gente que va a ser expulsada de esos espacios, o que va a perderlos, la posibilidad de estar tomando su capuchino como si estuvieran en via Tornabuoni en Florencia, o comerse un sushi como si estuvieran en un barrio de Japón. Esas sensaciones impostadas e impostoras que, al final, seguramente lo que provocan es que casi todos los centros urbanos se parezcan. Es muy difícil saber si estás en Varsovia, en Gijón o en Boston. Y al mismo tiempo expulsa a la gente, que es la otra cara de la moneda».

«Gijón ahora mismo se está convirtiendo en una ciudad inabordable para la gente joven. Primero por la degradación que está generando ese turismo. Y segundo porque, claro, el acceso al alquiler se está convirtiendo en algo imposible. Gente con un trabajo más o menos precario no puede encontrar piso ni en Gijón, ni Oviedo o Avilés. O sea, las ciudades los están expulsando a través de estos procesos de gentrificación. Y lo que ofrecen a cambio es esta pacificación por el capuccino: te crees de alguna manera que eres moderno, que tu ciudad ha subido de rango. Y no. O sea, se ha convertido en otra ‘Ciudad Potemkin’ más. En el caso de Cimavilla ye alucinante. El barrio se va vaciando».

«Yo soñaría con una ciudad, primero, más pequeña. Claro, sé que es imposible. Porque la suerte de Gijón está ligada a la suerte de Asturias. Y Asturias, no nos engañemos, camina hacia convertirse en una gigantesca conurbación: Gijón, Oviedo, Avilés, Siero, más les dos Cuenques, o lo que queda de elles. Caminaremos hacia una región, dentro 20 años, de 800.000 habitantes. Y el resto será nada. Va a seguir produciéndose ese acopio de gente. Las ciudades funcionan como una especie de agujero negro que chupa a los chavales que, obviamente, quieren huir de espacios en los que ya no hay nada. Entonces, ese sueño de un Gijón más pequeño obviamente no lo voy a ver. Pero sí me gustaría caminar a un modelo de una ciudad verde y sostenible. A mí me gustaría expulsar el coche. Creo que, además, es absolutamente innecesario. Esta ciudad puede manejase sin necesidad del uso del vehículo privado perfectamente».

«Cerraría la ciudad a cal y canto para el coche y recuperaría esos espacios. Una vez conquistados, esos espacios generan sus propios relatos y sus propias narrativas. Ya se le ocurriría a la gente qué hacer con esi maravilloso escenario frente al mar de cuatro kilómetros. Incluso económicamente».

–A Gijón le hace falta ganar del horizonte.

–Mira, puede ser un buen título. Ganar el horizonte. Y además, ahora que estamos celebrando esos cuarenta años del Elogio y noventa años de La Escalerona. Gijón ye un enorme tendederu que va desde la escultura de Eduardo Chillida hasta el barcu que sal allí al fondo (el mirador de la Providencia). Ye un enorme tendederu que no tiene parangón en España. No hay otro espacio tan amplio. Y a eso hay que da-y más valor que el que tiene. Dicen que si se cierran esos espacios al tráfico rodado la ciudad va resentise económicamente. Eso ye mentira. Ye urgente que Gijón redefina lo que quiere ser.