«Muchas veces pienso que si tuviera que escribir mi autobiografía, tendría que preguntar a alguien lo que hice, porque no te creas que me acuerdo. A ver, ¿qué recuerdo tengo del Gijón donde me crié? Una infancia feliz, ir al cine, al colegio, a la playa, al parque de Isabel la Católica… Recuerdo llegar a casa y limpiar mucho los zapatos. Gijón era un barrizal. Y entonces ver a mi padre limpiar los zapatos de toda la familia. Cuatro, cinco, seis pares… Y recuerdo cuando íbamos a ver a mi tíu Luis al Natahoyo. Acuérdome de esa imagen, que no se me olvida: ver bajar gente como en una manifestación, obreros a la salida de la fábrica de Moreda; a lo mejor quinientos. Y todos andando, con la tarterina, o en bicicleta. Y uno de ellos, el mi tíu, que trabajaba en aquella siderúrgica donde igual había cinco mil paisanos».

«Era muy distinto a mi barrio. En la calle San Bernardo donde yo vivía, en el centro, no veíes eso. A partir de ahí, sí que empecé a concienciame de que había otros barrios que yo no conocía, el Natahoyo, La Calzada, Tremañes… Que había un Gijón industrial y obrero que yo no conocía. Un Gijón al oeste con humo, con fábriques, con chimenees. Mira, me quedó la imagen de una entrevista que hicieron a Fernando Rodríguez ‘Panchano’, un nadador que ganó varias veces la ruta Gijón-Musel en los años 60. Panchano decía que según iba avanzando hacia El Musel, sacaba la cabeza por la izquierda para mirar a tierra y se iba orientando contando les chimenees que veía. Había 12 chimenees: la algodonera, la fábrica de vidrios de Gijón Industrial, etc…»

«Mi entorno era, ya te lo dije, la calle San Bernardo, donde viví hasta los diez años. Y El Parchís, nunca lo llamamos Plaza del Generalísimo. Y la playa. Acuérdome de una cosa fundamental. Me lo contaba mi madre: que yo aprendí a andar en la playa. Entre la Rampla y La Escalerona. Como mis hermanos. Porque en la playa, cuando la marea está baja y la arena seca si cae el guaje, que caiga. Mira, más gijonés no puede ser. (Risas). Yo luego eso lo poetizaba diciendo que si mi madre me metía a chapotear en los charquinos entonces era una especie una especie de bautismo laico».

Bilbao y San Sebastián

«Con el tiempo me di cuenta de que Gijón era como la unión de San Sebastián y Bilbao en una sola ciudad. Gijón era Bilbao por una parte, la ciudad de Panchano. Por otra parte, era la playa, los turistas que veníen de Madrid, los balnearios, Somió, los merederos… Eso era San Sebastián. Allí están separadas cien kilómetros, pero aquí están juntas. Los mismos obreros que iben a trabajar a Bilbao, por la tarde, o los domingos, iben a los merederos, a la playa, a San Sebastián».

«Hay dos característiques de Gijón. Una ye la industria. Y otra ye el asociacionismo, es decir, el juntanos. Y eso está relacionao. Es decir, cuando salíen todos los obreros juntos de la fábrica, hablaben y además de preguntarse por los fíos, también hablaríen de cuándo la empresa les iba a cambiar el mono, cuando iben a trabajar menos hores, a tener más sueldo; pero también plantearíense por qué no montaben un equipo fútbol. Así que ahí tenemos a los obreros juntos, saliendo a la vez y hablando de cosas, y haciendo bibliotecas, coros, equipos de fútbol, equipos de ciclismo, de ajedrez, y planteándose reivindicaciones laborales. Pues de ahí viene, creo yo, todo ese asociacionismo que seguimos manteniendo. Eso vertebró la sociedad y nos hizo tan asociativos como somos, tan aficionados a lo colectivo».

«Aquí todo el mundo pertenece a cuatro o cinco sociedades culturales o deportives. El Grupo, por ejemplo, ye una cosa impresionante, tien 40.000 socios. Creo que en Mieres son menos. Yo creo que Gijón es la ciudad más social de Asturias. Y, cuidado, que a la alcaldesa no se le ocurra hacer cualquier cosa, sea la que sea, que si los vecinos están en contra, lo tiene fastidiado. El gijonés es muy militante, muy militante».

Un puzle de colores

«Siempre consideré, ye una teoría mía, que Gijón ye una ciudad mestiza, y me gusta lo sea. Alguna vez hice el juego de palabras, o la descripción, de que ye como un puzzle con distintos colores y distintas piezas, distintas formas. Lo ves formao y ves ahí Gijón. Oye, qué guapo. A lo mejor no ye la mejor ciudad del mundo, pero para nosotros sí. Esta ciudad que es así, formada por piezas diferentes, y muy coloristas, muy diferentes, es lo que nos gusta. Que en la cafetería te encuentres con el de Vox y con el obrero de la CSI ¿y qué pasa? Bien, correcto. No tienen por qué estar de acuerdo, pero comparten espacio. Uno de esos espacios donde se comparte ye la playa. Hay gente de todes les condiciones sociales, toes juntes. O el hípico, podía ser de élite, así en principio, pero va mucha gente de todo tipo».

Religión rojiblanca

«Hablando de mestizaje y de diversidad, ¿viste esa la bufanda que lleven muchos del Sporting? Pone: Real Sporting de Xixón. ‘Real’ ye una palabra castellana. ‘Sporting’ una palabra inglesa y ‘Xixón’, una palabra asturiana. Esas tres palabras… Eso es Gijón, la mezcla».

«Esta bufanda que ye la de militancia por antonomasia. Aquí tienes que ser del Sporting pero a muerte. Otra forma de asociacionismo ye el Sporting, claro. ¿Como es posible? Parez una religión. Al Molinón llámenlo de El Templo, el capellán Fernando Fueyo bendecía a los jugadores antes de salir y los fieles de La Mareona van a casa su madre, hores y hores en autobus, para ver al Sporting perder. ¿Pero qué ye? No tien explicación. Es decir, somos La Mareona. Es decir, somos mucha gente de todo pelaje: la madre, el hijo, el abuelito. Y vamos a ver perder al Sporting a muchos kilómetros de distancia, pero da igual».

«Aquí hay una militancia del ciudadano, que va mirando con lupa. Me acuerdo de Marcelo García, aquel concejal de Medio Ambiente, que era muy particular, como sabes. Y él iba con la muyer, con Encarna. Iben por Begoña apuntando les baldoses que estaban mal para después pasar el parte al Ayuntamiento. No lo hacía un funcionario, ellos dos, Encarna y Marcelo, considerando Begoña como su propia casa. Sí, somos muy mirones, muy de mirar con lupa. Lo que hacía Marcelo con los ladrillos, seguimos haciéndolo. Pero está bien eso, ¿no?»

El gran cambio

«La historia contemporánea de Gijón, para mí, comienza cuando los ciudadanos podemos elegir a los alcaldes, el 3 de abril de 1979. Les primeres elecciones municipales. A partir de ahí, fueron 6 años de Palacio, buenos. Pero, después, los 12 de Tini fueron súper buenos. Cambió la ciudad, era un hombre muy arriesgado, tuvo mucha imaginación. También venía de una ciudad destrozada. Aprovechó los fondos europeos. El Gijón que tenemos, con los centros municipales integrados, que son cosa de él. O la reforma del Llano, por ejemplo, que transformó toda esa parte de Gijón, un mundo chabolista. Lo que digo no es cosa de afinidad política ni personal, ye la realidad. Tini rediseñó la ciudad totalmente. Y no solo geográficamente, sino culturalmente, socialmente. Hizo una ciudad distinta, aumentando nuestro ego: qué bien lo hacemos, somos ejemplo de cosas, deportivas, culturales, de cosas grandes, conciertos, todo. Nos hizo decir: ‘Bueno, estamos en el mundo’. Cosa que antes no había pasado».

«Tuvo que capear con toda la reconversión, claro. Pero no me imagino una reconversión industria tan dura sin un alcalde tan animoso como Tini. No me imagino ese  desmantelamiento si no hubiese habido esos alcaldes que hubiesen hecho cosas que de alguna manera compensaron. Nos hacía pensar cosas reales y es que la ciudad se iba transformando para mejor. Las fábricas se iban quitando, correcto. Las chimeneas de Panchano ya no estaban, pero, vino Springsteen, vinieron los Rolling, estamos en el mundo».

El futuro

«De cara al futuro me preocupa, por ejemplo, la contaminación. Y, claro, me preocupa de qué vamos a vivir. Si vamos a vivir de 4.000 turistas alemanes que vengan en un crucero y que a lo mejor ni bajen a Gijón siquiera a tomar algo. En aquellos tiempos era fácil, todo giraba alrededor de la industria. Pero todo ese empleo es difícil de reemplazar. Pero, mira, por ejemplo, yo soy muy fan de la ‘milla del conocimiento’. Estoy alucinado de lo que hay ahí. Y somos muy punteros ahí. Eso está muy bien. Me acuerdo cuando empezó, que lo dirigía Emilio Gumiel. Mi mujer, Elena, que falleció hace cuatro años, y que conocía mucho a Gumiel, cuando pasábamos por allí siempre decíamos: ‘Mira, el pradín de Gumiel’. Y ahora ye un mundo. El ‘pradín de Gumiel’ quedó en un emporio».

«Entre las cosas que más me gustan de Gijón es el movimiento asociativo de Gijón, que sigue siendo muy potente. Pero, claro, tú ves un periódico de hace 20 años, y había veinte o treinta actos culturales al día, no te exagero. Una movida cultural impresionante. No sólo por parte del Ayuntamiento. Ahora se mantienen cuatro entidades culturales muy potentes, la Cultural Gijonesa, el Ateneo Obrero, el Ateneo Jovellanos y Gesto, que se complementen con lo que haz la Fundación Municipal de Cultura. Ahora mismo puedes elegir en Gijón cuatro o cinco actividades al día, pero hace años podíes elegir quince o veinte. Eso empeoró. Quizás debido al envejecimiento de la población. Las asociaciones de vecinos son gente muy mayor. Las sociedades culturales, también».

«Se nota el paso del tiempo y puede que esas asociaciones tengan un futuro más difícil si no se renuevan. Tendría que haber relevo generacional en el movimiento ciudadano de Gijón. Tendría que haberlo pero no lo hay. Eso es un hecho evidente. Por tanto, el futuro ahí lo veo gris. Supongo que no vamos a ser la excepción del resto de España. Es lo que pasa en todo el país. Mira, por ejemplo, la Cultural Gijonesa creo que es una excepción. La directiva es gente joven. De unos 50 años, que para mí es gente joven».

«Y entre las cosas que me gustan de Gijón también está esa actitud autocrítica. Eso no nos lo podrán quitar, el amar a la ciudad, somos muy rendidos a la ciudad. Todavía consideramos a la ciudad como nuestra casa. El Muro, el Cascayu, lo que sea, cuidado con eso. Escribí hace tiempo que, si te fijas, en esa bahía está el cerro de Santa Catalina, la luna, y San Lorenzo, el sol. Están juntos ahí y son lugares santificados antes del cristianismo. Mi teoría es que no es casualidad. Y, ojo, en el otro extremo de la playa está La Providencia. Es decir, lo que va a venir. O sea, en toda esa parte del Muro hay como algo sagrado. Algo tipo Iker Jiménez. ¿Qué misterios hay aquí? Esti Gijón no ye normal, aquí pasen coses muy rares» (risas).