El “Nie wieder” -”Nunca más”- alusivo a la Alemania nazi y aplicado a su ultraderecha actual se ha extendido por todo el país justo cuando el radicalismo derechista es la segunda fuerza en los sondeos y a escala nacional. El detonante son las revelaciones acerca de una reunión en Potsdam (este) en que neonazis y miembros de Alternativa para Alemania (AfD) abordaron una expulsión “étnica” de millones de ciudadanos de raíces no alemanas. La perspectiva de que los ultras lleguen a alcanzar posiciones de poder ha precipitado el “despertar” de ciudadanos, partidos políticos, industria y hasta iglesia que ven amenazada la democracia.
En Hannover (centro), se concentraron unas 40.000 personas ante la Plaza de la Ópera, entre ellas primer ministro del “Land”, el socialdemócrata Stephan Weil, y el expresidente Christian Wulf, del bloque conservador. Imágenes parecidas, de plazas desbordadas en su capacidad, se sucedieron de este a oeste, con decenas de miles de personas tanto en Halle como en Karlsruhe. En Hamburgo (norte), los convocantes tuvieron que dar prematuramente per terminada el viernes una manifestación con 50.000 asistentes, porque superaba con creces el aforo previsto. Lo mismo ocurrió en Bochum (oeste). Berlín y Potsdam habían arrancado la serie de marchas el fin de semana pasada con decenas de miles de personas. Hasta 200 concentraciones se convocaron casi en el último minuto para este fin de semana, la mayor de las cuales se prevé el domingo en Múnich.
Las secunda todo el espectro parlamentario, a excepción de la AfD, sindicatos, activistas climáticos y una legión de organizaciones locales. La Iglesia Evangélica ha llamado a “mostrar coraje en defensa de la democracia”. Y la gran industria las respalda y advierte del impacto negativo que puede tener el auge ultra en la economía. No solo entre los migrantes y resto de población de origen no alemán del país -uno de cada cuatro ciudadanos-, sino también entre los extranjeros que Alemania precisa para paliar los déficits de trabajadores que sufren todos sus sectores económicos.
Del rechazo ideológico al peligro real
El «despertar» se produce en un momento en gran debilidad en los sondeos de la coalición de Olaf Scholz -socialdemócratas, verdes y liberales-, a la que la oposición conservadora responsabiliza del auge ultra. En rigor, la revelación sobre lo abordado en Potsdam o sus paralelismos con la limpieza étnica del nazismo no debería sorprender. El líder de su corriente más radical en el este, Björn Höcke, abraza sin remilgos consignas negacionistas neonazis y ha llegado a calificar de “vergüenza” que Berlín tenga un monumento a los millones de judíos asesinados por la Alemania nazi. Su expresidente, Alexander Gauland, ahora jubilado, consideraba que Adolf Hitler y el nazismo fueron apenas una “cagadita de pájaro en los 1.000 años de grandiosa historia alemana”.
No hay dudas acerca de la toxicidad del partido, pero de pronto se teme que pueda llegar a posiciones de poder, como ya ocurre en tantos países, no solo europeos. El resto del espectro político les descarta como socio de coalición. Está por ver, sin embargo, qué ocurrirá si alcanza la primera posición en los comicios regionales que se celebrarán en el este el próximo septiembre. Entre el bloque conservador hay una corriente, la Unión de Valores, asimismo presente a través de dos miembros en la reunión de Potsdam y dispuesta a fundar un partido propio.