Nicolás, el hijo de Manuel y Llanos, se desmaya antes de comenzar la matanza. El pequeño cae al suelo y empieza a echar espuma por la boca.

María se percata de lo sucedido y empieza a gritar su nombre. Manuel la sigue y junto a Justa consiguen estabilizar al pequeño.

La joven no se separa de su lado mientras se recupera: “Deberíamos llevarle a un médico”, le dice a Justa. La empleada le desvela a María que estos ataques le pasan desde que desapareció su madre.

“No lo ha tenido nada fácil”, apunta María mirando con dulzura al pequeño Nicolás. Justa le pregunta a María en ese momento si le gustan los niños: “He criado a mis hermanos pequeños, qué remedio”.

Justa le confiesa que a ella le hubiera gustado tenerlos, pero que no pudo ser: “Esta criatura sin madre y algunas nos quedamos con las ganas”.

Cuando el pequeño despierta, le confiesa a María que la última vez que vio a su madre fue cuando su padre se la llevó al bosque. Algo que le hace sospechar a María que su marido es el responsable de la muerte de Llanos.