La capacidad de producir de la economía española por hora de trabajo y por capital invertido ha caído el 7,3% en lo que va de siglo, lo cual ha hecho aumentar la brecha de ineficiencia que separa a España de otros países que sí han logrado importantes mejoras en el mismo periodo, como EEUU (+15,5%), Alemania (+11,8%), Reino Unido (+8,8%) o Francia (+0,8%). Lo mismo que España, Italia también ha perdido eficiencia de su fuerza laboral y de su capital en este mismo periodo, con un retraso (-5,1%), según los datos analizados por el primer informe del Observatorio de la Productividad y la Competitividad en España (OPCE) que han puesto en marcha la Fundación BBVA y el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (Ivie).
El estudio, publicado este viernes, subraya que la falta de avances en la productividad total de los factores (PTF) frena el crecimiento del PIB por habitante y amplía la brecha con los países que sí logran mejorar su eficiencia. Así, se cacula que la distancia entre España y la UE en renta por habitante ha crecido del 2,4% en 2000 al 14,4% en 2022.
«España sigue por debajo de la UE en el nivel de este indicador que mide la eficiencia con la que las empresas utilizan el trabajo y el capital disponible (maquinaria, equipos, activos inmobiliarios, infraestructuras) para generar valor añadido», señala el informe dirigido por los investigadores Francisco Pérez, Matilde Mas, Dirk Pilat y Juan Fernández de Guevara.
En definitiva, «esta evolución de la eficiencia indica un deficiente aprovechamiento de los recursos utilizados», señala el informe. «La desventaja española en productividad respecto a otros países limita su competitividad internacional debido a que una parte de su sistema productivo no es eficiente, frenando las ventajas de costes a la hora de competir y las mejoras de renta per cápita y bienestar«, concluye.
Cuatro etapas desde el 2000
En los 22 años de este siglo que abarca este análisis, el OPCE diferencia al menos cuatro etapas. Una primera etapa, entre el 2000 y el 2013, en la que la productividad anotó en España un severo descenso del 6,2% lastrada por la crisis financiera y, sobre todo, por el pinchazo de la burbuja inmobiliaria, que dejó el país sembrado de viviendas, locales y oficinas vacías (o, lo que es lo mismo, repleto de activos improductivos).
En un segundo momento, entre 2013 y 2019 el informe detecta un crecimiento del 1,2% de la productividad que, si bien es muy leve, «marca un ligero cambio en su evolución».
La pandemia, si embargo, interrumpió este despertar de la productividad, cuyo índice anotó un fuerte descenso del 5,1% en 2021, reflejando así la incidencia de la crisis sanitaria en las actividades de hostelería, transporte, recreativas y artísticas, con un mayor peso relativo en la economía española.
Tras la pandemia, el indicador ha vuelto a crecer, un 2,8% acumulado entre 2021 y 2022 (1,4 puntos cada año), recuperándose más rápidamente que tras la crisis anterior, según subraya el informe de la Fundación BBVA y el Ivie.
Lento avance laboral y desplome del capital
El saldo de estas cuatro etapas da como resultado un retroceso del 7,3% del indicador de Productividad Total de los Factores que, según el análisis del OPCE, es fruto de la combinación de un lento avance en la eficiencia por hora trabajada y de un profundo retroceso en la de los bienes de capital.
La productividad del trabajo, calculada dividiendo el PIB por el total de las horas trabajadas por los ocupados, ha logrado crecer a una media anual del 0,7% desde principios de siglo. (Si bien este avance es inferior al del 1,1% de la UE o el 1,4% de Estados Unidos).
Al mismo tiempo, la productividad del capital —el valor añadido generado por unidad de dotaciones de capital disponibles (maquinaria, equipamientos tecnológicos, inmuebles, infraestructuras públicas y privadas)— ha caído en promedio entre 2000 y 2022 un 1,2% cada año, debido a que la inversión acumulada ha avanzado más que el valor añadido generado.
Las causas
Los economistas del Ivie relacionan la debilidad de la productividad por hora trabajada en España con factores relacionados con los «pobres resultados educativos», la temporalidad laboral y un menor nivel de empleo en sectores más cualificados (que aún tienen un peso relativamente más bajo en España que en otros países desarrollados). El «predominio de modelos de gestión poco profesionalizados» en muchas empresas también abunda en la pobre productividad del factor trabajo en la economía española.
Pero sobre todo, la baja productividad española es consecuencia del lastre inmobiliario y de la débil inversión en activos intangibles (I+D, software y bases de datos, diseño, imagen de marca, formación de la empresa a sus trabajadores, estructuras organizativas innovadoras, etcétera), cuyo potencial para mejorar la eficiencia de las empresas es elevado. En comparación con las economías avanzadas, España ocupa la última posición en inversión en intangibles. Aunque destina a ello el 40,5% de la inversión total, este porcentaje se sitúa 20 puntos por debajo de los que rigen en Reino Unido, Finlandia, Estados Unidos, Francia o Suecia. En relación al PIB, la inversión en activos intangibles en España se sitúa en el entorno del 9,5%, casi la mitad de las tasas de Francia, Suecia o EEUU. Con todo, el informe del OPCE detecta «un cambio de tendencia» favorable en la economía española.
Mientras tanto, la economía española aún no ha terminado de digerir las consecuencias del pinchazo inmobiliario de 2008, cuyo lastre «se prolonga hasta nuestros días porque los activos inmobiliarios son muy duraderas y pueden permanecer parcialmente desaprovechados durante décadas, suponiendo costes de amortización y financieros para las empresas o los hogares que los poseen», explica el informe.
Las soluciones
Para atajar el problema de productividad que se detecta en la economía española, el OPCE destaca la necesidad de reforzar «cinco palancas directas»: la inversión productiva, el capital humano, la innovación y otros activos intangibles, la digitalización y la dinámica productiva de las empresas.
Junto a esos motores directos, se destaca la necesidad de impulsar «palancas indirectas» para la productividad tales como el impulso al comercio internacional y las políticas de inversión extranjera; las políticas regulatorias y de la competencia; las políticas del mercado de trabajo; y las políticas industriales y regionales.
Los integrantes del Observatorio señalan además que España, junto a Italia y Estonia, son los únicos países de la zona euro que todavían no han atendido la recomendación de la Comisión Europea, en 2016, de impulsar Consejos Nacionales de Productividad para abordar estas cuestiones.