La pornografía ha llegado a los ojos de los niños y niñas por culpa de los móviles sin ningún tipo de control parental, afirma Juan Pedro Martínez, responsable del área de Psicología Educativa del Colegio Oficial de Psicología de la Región de Murcia.
Las consecuencias que tiene ver imágenes de esta clase tan explícitas tiene diversas consecuencias negativas para los más pequeños, comenzando por la distorsión de la percepción de la realidad con respecto a la relación de pareja, explica Martínez. «Terminan creyendo que lo que ven en esos vídeos es lo normal y lo saludable», añade. Al final, «se privan de tener relaciones sanas con otras personas y se terminan aislando», comenta.
Hasta los cuerpos que se suelen presentar en el cine X son poco naturales por lo que «se generan expectativas poco realistas que influyen en el autoestima».
Por otra parte, el experto indica que el hábito de consumir contenidos pornográficos puede crear adicción en los menores, «llegando a interferir en sus actividades diarias». A la larga, esta adicción puede desembocar en ansiedad y depresión, ya que los adolescentes «sienten vergüenza y culpa asociada a este consumo», añade Martínez.
La ficción del cine X «genera expectativas poco realistas que influyen en la autoestima», advierten
No menos importante es el efecto que en los consumidores de pornografía puede tener la violencia con la que a menudo se tratan los protagonistas de estas historias. «Se normaliza hasta tal punto que puede favorecer en el futuro comportamientos enmarcados en la violencia de género, muy relacionados con la cosificación de la pareja», argumenta el psicólogo educativo.
Desde el Colegio de Psicología de la Región echan en falta «más formación y control parental» para evitar que la pornografía alcance a los más pequeños de la casa. Es decir, educación afectivo-sexual en los colegios e institutos. «Si no se ofrecen estos contenidos, tarde o temprano, los menores los buscarán por otro sitio», advierte Juan Pedro Martínez.
Cada vez son más jóvenes los niños que acceden a un móvil propio con acceso a internet. Que los padres controlen a qué páginas web pueden entrar sus hijos es esencial para evitar el peligro de caer en el hábito del consumo de pornografía. Muchos adolescentes reconocen haber tenido su primer contacto con estos vídeos sexuales antes de los 12 años. «El despertar sexual cada vez se produce antes, pero en estos casos tan prematuros vemos una connotación social y cultural, buscan encajar en el grupo», agrega el psicólogo, que pide a las administraciones más recursos para investigar el desencadenante de la inmersión de los niños en el porno.