El capitán responsable de la compañía en la que fallecieron ahogados dos militares en vísperas de Navidades mientras realizaban una maniobra en un lago de Córdoba ha confesado a la Guardia Civil que ya había ordenado en más ocasiones a otros reclutas ese mismo ejercicio sin línea de vida, sin ambulancia y sin otras medidas de seguridad.
Así lo ha confirmado el abogado Luis Romero, que representa a la familia del soldado Carlos León Rico, el más joven de los dos fallecidos en la mañana del pasado 21 de diciembre en la base militar de la Brigada Guzmán el Bueno X de Cerro Muriano (Córdoba).
Durante el interrogatorio que le realizó la unidad de la Guardia Civil a cargo de la investigación, el capitán reconoció que él había realizado en más ocasiones esa expedición, y que no entendía «por qué le quitaban del mando». «Dice que las maniobras son como la guerra, que siempre hay riesgo», explica el letrado.
El soldado León Rico tenía 24 años. Era soltero y natural de El Viso del Alcor (Sevilla). Ingresó el 8 de mayo en las Fuerzas Armadas, hace apenas seis meses. El día de la tragedia era el último de su período de instrucción, que finalizaba al día siguiente, el viernes previo a Nochebuena.
Según ha explicado Romero, el abogado de la familia, aquella mañana el soldado llevaba, como el resto de sus compañeros, una mochila con ocho kilos peso. En su caso -y en el de otros reclutas- se les habría añadido una mina de tres kilos y medio más como «castigo» debido a la realización defectuosa de un ejercicio en jornadas anteriores.
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Además de esos 12 kilos, señala en su relato Romero, el soldado llevaba la ropa mojada «y las botas, el casco y el arma». Mucho peso para una mañana «casi sin luz con el agua helada», ha añadido.
Las Fuerzas Armadas prohíben los castigos físicos de los mandos a sus subordinados. Al margen de si el peso podría haber propiciado el hundimiento en el agua del soldado y del cabo que trató de rescatarle, se podría añadir a los cargos un delito de abuso de autoridad o maltrato a inferior.
«No os agarréis»
«No os agarréis a la cuerda, soltadla, solo es para un caso de vida o muerte». Es lo que le dijo el capitán a los soldados durante las maniobras en el lago en el que se produjo la tragedia.
El letrado ha explicado que en el ejercicio no había una «línea de vida» ni tampoco ambulancia de rescate, como adelantó EL ESPAÑOL el pasado mes de diciembre, pocas horas después de la tragedia. Por protocolos internos de las Fuerzas Armadas, son dos elementos necesarios para garantizar la seguridad en ejercicios de riesgo.
Sí había una cuerda atada entre dos árboles pero no arneses ni agarres para los soldados. De hecho, el capitán «les gritó en varias ocasiones que no debían agarrarse» salvo caso de vida o muerte.
Pero estaban de maniobras desde las cinco de la mañana. Y el sobrepeso, el uniforme mojado, la falta de sueño y la exigencia dio con la muerte de dos soldados, como se ha contado. Pudieron ser más, añade el letrado, que señala que algún recluta llegó a la orilla del lago artificial donde se hacían las maniobras inconsciente y con hipotermia. Varios tuvieron que ser trasladados al hospital.
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Cuando se advirtió al capitán de que había soldados que se estaban ahogando, el mando ordenó soltar la cuerda de uno de los puntos de anclaje, relata el letrado. ¿Para qué? «Pensó que iba a hacer efecto látigo e iba a sacar a los soldados que se hundían. Pero hizo lo contrario, los hundió más», ha relatado, según testimonio de testigos presenciales.
Mientras tanto, el Juzgado de Instrucción número 4 de Córdoba, encargado de la investigación de la causa, ha dictado un auto en el que acuerda su inhibición en favor de la justicia militar al considerar que ésta jurisdicción es la competente para ello.
Ante la Guardia Civil ya han declarado 45 militares. Alguno de ellos, ha relatado el abogado del soldado León, ha señalado que «todo era un descontrol«. Más aún cuando un recluta, por error, dijo que había visto al soldado fallecido por la zona y por eso se le buscó más tarde. Ya estaba muerto cuando le encontraron.
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