Este miércoles Podemos cumple diez años. El partido nacido del 15-M cumple su décimo aniversario viviendo uno de los procesos más turbulentos de su existencia tras su salida del Gobierno y la lucha con Sumar.
La primera gran victoria de la formación morada fueron las elecciones europeas de 2014 con apenas meses de vida. Era 2014 y el Teatro del Barrio de Madrid se desbordó para presentar al movimiento, encabezado entonces por Pablo Iglesias, Íñigo Errejón, Juan Carlos Monedero, Teresa Rodríguez y Miguel Urbán como los arquitectos de un proyecto político que buscaba transformar la rabia popular surgida del movimiento de los Indignados tras la crisis de 2008 y sus consecuencias tras los años de la tijera del Ejecutivo de Rajoy.
El germen de Podemos se gestó en la facultad de Políticas de la Complutense, donde sus fundadores daban clase. El partido se alimentó de la energía del 15-M y su manifiesto inicial abogaba por la derogación del artículo 135 de la Constitución, la salida de la OTAN, la lucha contra los desahucios y la realización de un referéndum en Cataluña.
En las elecciones europeas de 2014, Podemos logró un sorprendente resultado al conseguir cinco escaños. De la noche a la mañana, se convirtió en el cuarto partido de España y en el líder indiscutible en redes sociales, multiplicando sus seguidores de 100.000 a 600.000 en solo un mes. La estrategia pasaba ahora por convertir ese respaldo virtual en votos reales, y los medios de comunicación fueron el camino elegido. Programas como Chester, La Sexta Noche, o Salvados se convirtieron en plataformas clave para la ascensión de Podemos y colar su mensaje.
Tal fue el éxito, que, a finales de 2014, Podemos superó al PSOE en número de militantes, convirtiéndose en el segundo partido más grande de España. Su músculo se exhibió en la Asamblea Ciudadana de Vistalegre, donde Pablo Iglesias prometía «tomar los cielos por asalto». Una vorágine que comenzó a morir de éxito cuando allá por 2015 las críticas empezaron a surgir y el partido experimentó altibajos en las encuestas.
A pesar de las dificultades, las elecciones autonómicas y municipales de 2015 fueron un éxito para Podemos, conquistando importantes ciudades. Las ciudades y los alcaldes del cambio gobernaban a buena parte de la ciudadanía española con plazas como Madrid, Barcelona, Valencia, Zaragoza, A Coruña, Santiago de Compostela o Cádiz. No obstante, las divisiones internas y una gestión deficiente hicieron que casi todo ese poder municipal se diluyese en su mayoría en los siguientes comicios de 2019.
Pero no nos adelantemos. En las elecciones generales de diciembre de 2015 Podemos hizo historia con 69 escaños, con un ligero amargo sabor de boca al no superar al PSOE en el temido sorpasso que le pronosticaban muchas encuestas. Aun así, la irrupción nacional de Podemos hizo doblegarse al PSOE, bajo mínimos al conseguir solo 90 escaños. La legislatura fue efímera y se repitieron las elecciones en junio de 2016, con la creación de Unidos Podemos gracias al pacto de los botellines junto a Izquierda Unida, coalición que obtuvo 71 diputados.
Sus señorías ahora llevaban camisetas con lemas, reivindicativas y daban el pecho a sus bebés en el Congreso. También lucían rastas, para malestar de algunos diputados de la derecha, que llevaban toda su vida laboral entre moquetas.
Sin embargo, el poder institucional no frenó la descomposición interna. Vistalegre II, en febrero de 2017, exacerbó las divisiones entre los líderes del partido, y aunque Iglesias ganó, el partido ya no volvió a ser el mismo provocando la futura salida del otro pilar de Podemos, Iñigo Errejón. Pese a todo, la formación avanzó logrando gestas como la moción de censura contra Mariano Rajoy en junio de 2017. No tuvo éxito, pero sirvió para marcar distancias al PSOE manchado de «cal viva» y para lanzar a una de las figuras claves del Podemos de hoy: Irene Montero.
Desde 2016, Podemos empieza a sufrir una campaña mediática y parapolicial plagada de mentiras y medias verdades. Son los años del falso informe PISA, acusaciones de dinero venezolano e iraní, la artificial trama de la niñera o la financiación irregular que, como en casi todos los procesos, ha quedado en el sonoro lawfare. Sin embargo, el movimiento más dañino para la formación y su líder fue la compra de un chalet en Galapagar. Una vivienda con un valor muy alejado del de otras casas de políticos, pero que aleja a Iglesias y Montero de sus promesas de seguir viviendo en Vallecas. Tal es el terremoto, que ambos pusieron su cargo a disposición de su militancia. Consiguen el apoyo del 68%, muy lejos del resultado de otras consultas, pero el daño ya estaba hecho.
El camino a La Moncloa
Aun así, Podemos empezó a acercarse al cielo. En 2018, Pedro Sánchez se convierte en presidente al desalojar en otra moción de censura a Rajoy con el apoyo morado. Iglesias jugó un papel clave en recabar apoyos y comenzaba la cuenta atrás para el primer Ejecutivo de coalición de la democracia.
Dos años, y tras una repetición electoral sin acuerdo entre PSOE y Podemos, Sánchez acepta una coalición que abría a Podemos las puertas de la Moncloa. El pacto del abrazo sucedió a enero de 2020. En solo seis años de vida Podemos sentaba a cinco ministros en el Palacio de la Moncloa y en la primera fila del Congreso: Manuel Castells, Alberto Garzón, Yolanda Díaz, Irene Montero y Pablo Iglesias, que ejercería de vicepresidente segundo.
La gestión, intensa. Y es que el primer gobierno de coalición de la historia enfrentó una pandemia mundial, una nevada histórica, una guerra en Europa y hasta un volcán. Y en el que Podemos se apuntó medidas como una subida inédita del Salario Mínimo Interprofesional, la creación del Ingreso Mínimo Vital, la Ley del Aborto o la Ley del Solo Sí es Sí o la trans, que acabó aprobada mucho más edulcorada de lo que el propio PSOE planteaba en 2018 por el sector feminista de los socialistas, que se oponía a lo que defendía.
Un desgaste mediático e interno que supuso el abandono de Pablo Iglesias en mayo de 2021 para enfrentarse a Isabel Díaz Ayuso en las elecciones madrileñas. La estrategia dividió el apoyo a la izquierda del PSOE y marcó el declive de lo que es hoy Podemos. Iglesias consiguió salvar la existencia de Podemos en Madrid unos años más, pero tras los malos resultados se retira de la política activa y retoma una carrera mediática desde la que marca la agenda de lo que es hoy el partido o su integración en Sumar en la guerra con Yolanda Díaz.
La relevancia desde el Grupo Mixto
Este ruido, acusado por el desgaste, hace que su sucesora, Ione Belarra, tome las riendas de un partido resquebrajado por el poder vertical y que en mayo de 2023 vea como prácticamente pierde toda la representación autonómica y municipal. Tras el acuerdo con Díaz, con veto a Irene Montero incluido.
De la ecuación salieron cinco diputados que, tras los tira y afloja con Sumar, acabaron en el Grupo Mixto. Podemos buscaba su autonomía y su influencia en el tercer Ejecutivo de Sánchez. La autonomía no solo de Podemos, también de su secretaria general, Ione Belarra, tapada en muchas ocasiones por la influencia de Pablo Iglesias y en otras por el machismo que impera en la política por aquello de escuchar a él antes que a ella.
Pero lo que más urge a Podemos ahora mismo es marcar su influencia. No lo tiene fácil. La relación con Sumar está rota, y la relación con el PSOE pasa por Félix Bolaños, el súper-hombre de Sánchez, con el que la relación es más bien limitada. La prueba se vio el pasado miércoles. Los cinco de Podemos tumbaron el decreto anticrisis de Díaz provocando la crítica unánime de la izquierda por impedir, entre otras cosas, la ampliación de permisos de paternidad, entre otras medias. Ninguna de las respuestas que dio Podemos caló en la opinión pública. En parte por su cerrojazo a los medios de comunicación. Apenas Irene Montero, en plena precampaña por las elecciones europeas, fue quien capeó el temporal de críticas. Salvo ese día, el mutismo de Podemos ha sido la norma mientras Díaz y Sánchez les acusan de tumbar el decreto por venganza a Sumar. Quizá por eso tampoco se esperan grandes faustos en su décimo aniversario.
En definitiva, Podemos se encuentra reducido a cinco diputados, fuera del Gobierno y enfrentando divisiones internas. De un ascenso meteórico a un presente en la penumbra, la década de Podemos ha sido un viaje del cielo al infierno.