En marzo de 1887 un terrorista llamado Alexánder Ilich fue arrestado en San Petersburgo cuando llevaba encima una bomba con la que iba a atentar contra el zar Alejandro III. Después de un juicio sumarísimo fue ahorcado con otros camaradas del movimiento Voluntad del Pueblo. Hijo de una familia liberal conservadora, su padre era inspector de las escuelas del zar, ostentaba la condición de consejero de estado y estaba casado con la hija de un médico de ascendencia alemana. Ambos cumplían con los ritos y las celebraciones de la Iglesia ortodoxa. Alexánder era el hermano mayor de Lenin.
Sorprendentemente, en aquellos momentos Lenin estaba al margen por completo de la política y no mostraba interés alguno por los asuntos públicos. Era un estudiante modélico, el mejor de su promoción. Sus compañeros lo tenían como poco sociable y nada hacía prever un futuro revolucionario. La muerte de su hermano, el rechazo de la gente que evitaba el contacto con los familiares de un terrorista ajusticiado y su expulsión de la Universidad de Kazán, en la que estudiaba Derecho, hicieron que durante los años que siguieron Lenin fuese acumulando un odio creciente hacia el sistema y el poder político de los zares. Estuvo cuatro años sin poder hacer nada, mantenido por la pensión de viudedad de su madre, que temía que se suicidase. Tuvo tiempo para leer mucho y radicalizó su ideario con las obras de Carlos Marx y los libros de su hermano. Cuando la familia se trasladó a Kazán ya Lenin había almacenado una buena cantidad de odio contra quienes habían interrumpido su carrera y rechazado a su familia. El odio alimentó en buena medida su obsesión por destruir aquel mundo reaccionario liberal y burgués en el que vivía. Adoptó la doctrina de Marx porque, a través de la lucha de clases, respondía a ese afán de exterminio.
Su otra gran ambición era el poder. El poder absoluto manifestado en el completo control de la vida y de la opinión pública, sin opositores que pudiesen obstaculizar sus planes. Despreciaba todas las opiniones discrepantes, a las que tendía a ridiculizar, e interpretaba los hechos para adaptarlos a sus objetivos. Sus biógrafos destacan también una sicología tendente a gobernar utilizando el terror como principio, emulando al Robespierre de la revolución francesa. Además de Marx, las lecturas de Pléjanov lo llevaron a intentar una nueva ruta entre los postulados terroristas de Voluntad del Pueblo y los políticos del Partido Socialdemócrata. El camino era la revolución. La puso en marcha en 1893 desde su militancia en el Partido Socialdemócrata y el contacto con los círculos obreros a los que aleccionaba sobre técnicas de agitación. Estaba en San Petersburgo y tenía 23 años.
Vladimir Ilich Uliánov había nacido en abril de 1870 en Simbirsk. Sus primeros escritos fueron textos sin contenido ni trascendencia alguna, sin compromisos ni intereses políticos. Se casó muy joven con Nadia Krúpskaya, que consentía las relaciones de su marido con sus amantes, sobre todo con Inessa Armand, una francesa a la que Lenin conoció en París, hija de dos artistas de music-hall y esposa de un ruso acaudalado. Se dice que la única vez que se vio llorar a Lenin en público fue en el entierro de Armand en 1920, aunque su nombre fue borrado de todas las biografías de Lenin y las cartas que se cruzaron se mantuvieron en secreto hasta la caída de la URSS.
De estatura baja, con una calvicie prematura, Lenin tenía el aspecto de un comerciante o un maestro de escuela. Su bagaje cultural era escaso, tenía un conocimiento superficial de la Historia y una idea simplista del capitalismo. Fue su fuerza interior, su disciplina de hierro, su ascetismo y su fanatismo revolucionario; en fin, su carisma, lo que atraía hacia su persona tanto a los campesinos y a los obreros como a los intelectuales.
Cuando las autoridades le permitieron continuar sus estudios de Derecho como estudiante por libre ya había escalado puestos en el Partido Socialdemócrata. La política fue el camino elegido para su futuro. Estuvo en la cárcel varias veces y tres años en prisiones de Siberia. Pasó casi la mitad de su vida adulta en el exilio (Alemania, Suiza, Finlandia, Polonia, Austria, Inglaterra, Suecia), por lo que no conocía muy bien su país. Consideraba que Rusia era el trampolín adecuado para iniciar la revolución internacional. Abandonó el Partido Socialdemócrata, al que acusó de economicista y revisionista, y en su obra “¿Qué hacer?”, de 1902, llamó a la creación de un partido revolucionario compuesto de obreros y campesinos y dirigido por una intelligentsia. Con estos principios fundó el Partido Bolchevique, que ya funcionó durante la revolución de 1905 con actividades políticas y actos terroristas. Lo creó a su imagen y semejanza y fue diluyendo las organizaciones que lo componían y eliminando a los rivales hasta quedar como la única autoridad capaz de liderar la sociedad rusa de aquellos años.
Durante la Primera Guerra Mundial se manifestó partidario de que Rusia resultase derrotada porque consideraba que esta circunstancia provocaría el derrocamiento del zarismo. El Alto Mando alemán, conocedor de los planes de Lenin, lo utilizó en su beneficio y financió el regreso del líder bolchevique a Rusia desde su exilio en un tren que cruzó toda Alemania, con el fin de que participase activamente en el golpe de estado contra Kérenski en vísperas de las primeras elecciones democráticas de la historia de Rusia. El triunfo de las revoluciones de febrero y octubre de 1917 llevaron a Lenin a convertirse en el primer dirigente comunista de la URSS. Una de sus primeras iniciativas fue firmar el tratado de paz de Brest-Litovsk con Alemania y sacar a Rusia de la guerra, que se precipitó en otro conflicto en forma de una sangrienta guerra civil.
Después de gobernar con mano de hierro, Lenin murió en Gorki el 21 de enero de 1924. A pesar de su voluntad de ser enterrado en San Petersburgo, hace cien años que, por decisión de Stalin, su cadáver momificado se exhibe en un mausoleo de la Plaza Roja de Moscú, ciudad en la que, con la aquiescencia de Putin, sigue siendo una de las mayores atracciones turísticas.