El equipo de Gobierno del Ayuntamiento de Palma ha anunciado esta semana su intención de realizar una auditoría del carril bici con un único objetivo: localizar sus puntos más conflictivos y proponer soluciones. Y lo ha hecho, además, con la idea inicial de eliminar paulatinamente los carriles para bicicletas de las zonas peatonales de la ciudad para incorporarlos a las calzadas, tal como se está ejecutando actualmente en Camí dels Reis si no vuelve a estallar otra canalización de agua potable

El problema de la red es que todavía no es tal, sino una suma de tramos con demasiadas interrupciones, que por su afán de no molestar a conductores ni eliminar zonas de aparcamiento ha terminado indignando por igual a peatones y ciclistas, sobre todo desde la irrupción de los patinetes, esos vehículos endemoniados que utilizan a voluntad y casi de forma simultánea calzadas, aceras, pasos de peatones y carriles para bicicletas en su eterno zigzag improvisado.

Los peatones ven invadido su espacio y son obligados a sortear los peligros que se les presentan a cada paso. Y los ciclistas tienen un imprevisible invitado en unas vías a menudo demasiado estrechas con una excepción en cada calle. Así que el reto del Ayuntamiento no es tanto aumentar los kilómetros del trazado, sino convertirlo en una verdadera red útil y segura, que sirva al usuario para desplazarse por la ciudad y dé sentido, además, a la promoción de la bicicleta pública que tanta aceptación ha cosechado entre la ciudadanía desde la renovación del servicio y la incorporación de los primeros modelos eléctricos. Mejorar el trazado es más importante que extenderlo. Pero en el centro de la ciudad no será posible sin antes poner orden al caos del patinete