¿Vive usted en Estados Unidos o tiene la posibilidad de viajar como turista? ¡No se lo piense y done plasma! Si es un nuevo donante podrá ganar hasta 400 dólares por cuatro donaciones e incluso aumentar esta cifra gracias a programas de incentivos, como los 50 dólares extra por traer a un amigo. Su plasma —una parte de la sangre que se extrae mediante plasmaféresis, proceso que dura alrededor de una hora— será la materia prima de Grifols, la compañía española que ha estado en el ojo del huracán esta semana por el ataque de la firma bajista Gotham City Research, informa EL PERIÓDICO DE ESPAÑA.
En un informe publicado el martes por la mañana, Gotham acusa a Grifols de maquillar sus cuentas al contar como beneficios 82 millones de empresas que no son de su propiedad. Aunque menos comentado que en otras ocasiones, entender el modelo de negocio de Grifols —la recolección de plasma para su transformación en medicamentos derivados— es fundamental para entender las acusaciones de Gotham, que han provocado a la empresa una caída del 39% en Bolsa.
Necesidad de plasma
Grifols causó polémica en España cuando en 2012, en lo más profundo de la crisis, su entonces consejero delegado Víctor Grifols sugirió remunerar a los donantes de plasma para ayudarles a subsistir. «Podríamos pagar 60 euros por semana, que sumados al paro son una forma de vivir», dijo en una conferencia en la escuela de negocios ESADE. Pese a ser una gran empresa española —nació como laboratorio en 1909 en Barcelona y está en el Ibex 35 desde 2008—, Grifols no obtiene la materia prima en nuestro país.
En España está prohibido pagar al donante de sangre o plasma desde 1985, no como en Estados Unidos, donde la Food and Drug Administration (FDA) lo permite desde hace décadas. «Antes de la Guerra Civil, en España y en Europa también se pagaba. Pero no había normativa. El archivo de Grifols conserva un listado de donantes, de los años del franquismo, donde se ve que era una actividad no regulada», explica Paloma Fernández, catedrática de historia económica en la Universidad de Bacelona. «Con la expansión demográfica de los sesenta y la construcción de grandes hospitales, los países europeos fueron regulándolo y se tendió a no querer remunerar por donar».
Los motivos por los que se llegó a esta conclusión son «complejos», dice Fernández, que apunta a la remuneración permite hacer seguimiento al donante. «Tener a los donantes como si estuvieran en nómina te garantiza que se cuidarán», dice.
Así, Grifols cuenta con más de 390 centros de donación remunerada de plasma, la mayoría en Estados Unidos. De ahí saca el plasma que luego procesa en alguna de sus quince plantas (algunas en Estados Unidos, otras en Europa). En 2022, según sus propios datos, recibió plasma de más de 920.000 personas. Aunque la compañía no desglosa la nacionalidad de los donantes, reconoce la importancia de los mexicanos que cruzan la frontera para donar.
Los mexicanos solicitan visados de corta estancia (B1 y B2) para acudir a los centros de Grifols, principalmente, y de la empresa australiana CSL. En 2021 la administración estadounidense prohibió esta práctica, que se reanudó un año después por orden de un juez y para alivio de Grifols. Tras levantarse el veto, la multinacional mencionó en su informe anual el «potencial alcista para duplicar los volúmenes de plasma» recogidos en los centros de la frontera.
Una investigación de ProPública reveló en 2019 que estos centros, situados en El Paso y otras ciudades texanas que hacen frontera con México, eran los más productivos de Grifols. «Si bien la mayoría de centros de Estados Unidos reciben alrededor de mil donaciones por semana, los de la frontera cuentan con más de 2.300», recoge el artículo. «Los documentos muestran que los centros fronterizos también tienen el rango más alto en frecuencia de donantes: encabezan la lista de centros con clientes que donan 75 veces o más al año«.
Grifols tiene actualmente 51 centros en el estado de Texas. En sus webs, como en las del resto de centros del país, se mencionan los programas de incentivos (400 dólares para nuevos donantes y 50 por traer a un amigo) y se explica a los potenciales donantes cómo cuidarse y qué visado llevar. La empresa argumenta en sus informes que las remuneraciones tienen un impacto de 2.600 millones de euros en los donantes y que les proporcionan «estabilidad financiera», «vidas más saludables» al poder permitirse «alimentos de mejor calidad», «bienestar físico y psicológico» y «más confianza en su futuro» al poder pagar «la matrícula y otros gastos relacionados con la universidad».
«Ahí está el tema», razona la catedrática. «En España, Grifols no puede ir a la Cruz Roja y pedirle plasma porque no se puede pagar. Y si no se puede pagar, no se puede asegurar la cantidad. La empresa necesita controlar de manera estable el volumen, los precios y las calidades. En un país donde las donaciones no son remuneradas no puedes montar una industria global. Grifols ha tenido que ir a un país donde la materia prima no tuviera esta regulación: a Estados Unidos. Han comprado centros y son el primer recolector de Estados Unidos. Por eso en los cables de Wikileaks se destapó que para Estados Unidos era estratégico controlar a Grifols».
La expansión, añade Fernández, no sucedió de la noche a la mañana. «En los setenta entraron en el accionariado socios norteamericanos que les proporcionaron el know-how de cómo transformarse de una pyme familiar barcelonesa en una gran corporación». Gracias a estas alianzas internacionales, Grifols es hoy la tercera empresa de hemoderivados más grande del mundo.
«Somos hipócritas»
En España hay dos puntos de vista sobre la remuneración de las donaciones. «Están los que quieren plasma a toda costa, la industria y los pacientes, y los que pensamos que no todo vale», sostiene Pablo de Paz, presidente de la Federación Española de Donantes de Sangre. Cuenta De Paz que el año pasado Grifols organizó un encuentro con asociaciones y el Ministerio de Sanidad en el que se discutió sobre este tema.
«En España se ha popularizado la donación de sangre, pero no se ha tenido visión para potenciar la de plasma. Y el plasma es fundamental», dice. «Se han conformado con comprarlo a Estados Unidos, el mayor proveedor mundial. El punto de inflexión fue la pandemia. Se redujeron las donaciones y en Europa saltaron las alarmas. Se ha desarrollado un reglamento para que los países se pongan las pilas y permitan la compensación. Si tú eres donante y tienes que desplazarte varios kilómetros, se te puede compensar por eso». Esta nueva normativa se aprobó en septiembre y favorece el negocio de la empresa catalana.
«Nosotros defendemos el modelo altruista», añade Daniel-Aníbal García Diego, presidente de la Asociación de Hemofílicos, una enfermedad que se trata, entre otros productos, con derivados del plasma. «Pero eso nos obliga a importar productos de plasma extranjeros. Queremos ser altruistas, pero aceptamos que otros no lo sean. Quizá habría que explorar sistemas que no fueran de remuneración económica, porque si no solo donará gente con necesidades económicas. Retornos fiscales, laborales… No queremos que donen los pobres para que consuman los ricos, pero mientras tanto dependemos de los mexicanos que cruzan la frontera. Es hipócrita».
García cree que, en caso de compensar al donante, hay que estudiar los incentivos. «Hay países que donan por altruismo. Pero si te pagan veinte euros ya no vas a querer participar, porque es poco dinero y ya no es altruista. Hay que diseñarlo bien».
Un gran conflicto de interés
La recogida de plasma es, por tanto, el ‘core-business’ de Grifols. Durante años, la empresa ha ido adquiriendo empresas poseedoras de centros de donación. En 2018 compró la alemana Haema —en Alemania se compensan las donaciones con 25 euros— y la estadounidense Biotest. Seis meses después de comprarlas se las vendió a Scranton, una firma patrimonial entre cuyos accionistas hay miembros de la familia Grifols.
Esta operación destapó en su momento los recelos de algunos inversores y ha vuelto al foco con el informe de Gotham, que buceando en las cuentas observó cómo Grifols consolidaba el beneficio de ambas como propio. La multinacional se defendió explicando que la maniobra es pública, está auditada y encaja con la normativa contable.
«Imagina que tienes una empresa de coches. Con otra sociedad, compras al proveedor que suministra las ruedas. Ese proveedor ya tiene un negocio estupendo, porque su cliente está garantizado con un contrato a muchos años», explica Juan Gómez Bada, director de inversiones en Advantage Fund, que en 2019 llamó la atención sobre la maniobra de Grifols. «Si controlas la empresa de coches y al proveedor, mandas en ambas. Esto ocurre en un montón de cotizadas: por ejemplo, dueños de una sociedad que tienen otra a la que le alquilan los edificios y se ponen un alquiler muy alto. Es un cachondeo y sucede mucho. Yo cada vez que lo veo vendo mis acciones. Pero en este caso es más sangrante todavía, porque lo han hecho con préstamos a largo plazo y comprándoselas a la propia Grifols. Es un gran conflicto de interés. ¿Qué pasa si estos proveedores de plasma sacan un 20% de beneficio vendiéndoselo a Grifols? Para Grifols es poco dinero, pero para Scranton es mucho. Y mandan las mismas personas. Creo que no hay una justificación clara para montar ese entramado».
De momento, la CNMV ha exigido a Grifols que aclare quiénes son los inversores de Scranton. Como bajista, Gotham tiene interés en hundir el valor de la acción de las empresas a las que ataca para ganar dinero, cosa que ya ha hecho. La catedrática de la UB sugiere que podría haber intereses de competidores de Grifols por hundir la compañía. El fundador de Gowex, la otra empresa española a la que atacó Gotham, siempre consideró que el soplo sobre su negocio lo dio algún competidor que quería quitárselo de en medio.