Los habitantes del norte de Europa tienen la mayor prevalencia de esclerosis múltiple (EM) del mundo. Un estudio publicado este pasado miércoles en ‘Nature’ sugiere una posible explicación, que quizá sirva también para aclarar el misterio de por qué Galicia –y Ourense especialmente, con 80 casos por 100.000 habitantes– presenta la más alta prevalencia de EM de España y una de las mayores de Europa. Los genes que aumentan significativamente el riesgo de que una persona desarrolle esta enfermedad fueron introducidos en el noroeste de Europa hace unos 5.000 años por una tribu de pastores que emigraban desde la estepa póntica, una región situada en lo que es ahora Ucrania, el suroeste de Rusia y el oeste de Kazajistán. El contacto estrecho con el ganado les hizo muy susceptibles a contraer enfermedades infecciosas, y desarrollaron una fuerte respuesta inflamatoria como defensa. Ese efecto beneficioso tuvo como contrapartida perjudicial un mayor riesgo de desarrollar enfermedades autoinmunes, como la EM.
Este concepto se denomina ‘pleiotropía’ y se aborda en el libro ‘Homo imperfectus’, de la paleoantropóloga gallega María Martinón-Torres. Para la evolución prima la ventaja, cuyo peso contrarresta los “daños colaterales”. “En estos casos, la enfermedad no es necesariamente un fallo, sino un arancel a pagar por un beneficio mayor”, apunta la científica en el libro.
Determinados cambios en el ADN producidos en el neolítico –periodo que comenzó entre el 6000 a. C. y el 4000 a. C., y en el que se generalizó la agricultura y el pastoreo– se analizan en un estudio publicado el pasado miércoles en ‘Nature’, que junto con otros tres trabajos destacados en la misma revista indagan en las modificaciones en el ADN ancestral y cómo estos cambios se vinculan a un mayor riesgo de padecer esclerosis múltiple, alzhéimer y otras dolencias.
“Adentrarnos en territorios nuevos nos hizo vulnerables a algunas dolencias”
Se registran el doble de casos de esclerosis múltiple por cada 100.000 personas en el noroeste de Europa, incluidos Reino Unido y Escandinavia, en comparación con el sur del continente. Los europeos del sur tienen una mayor probabilidad de desarrollar trastorno bipolar y los del este, mayor riesgo de diabetes tipo 2 y alzhéimer. Según estos estudios, los genes que incrementan el riesgo de padezer alzhéimer y diabetes tipo 2 se remontan a los cazadores recolectores. Los investigadores no descartan que las investigaciones puedan arrojar luz en el futuro también sobre condicionantes genéticos del autismo y la depresión.
Los investigadores configuraron el mayor banco de genes humanos antiguos del mundo con casi 5.000 muestras de ADN de europeos que vivieron en Europa occidental y Asia entre el mesolítico y el neolítico hasta la Edad Media, pasando por la Edad del Bronce, la del Hierro y el periodo vikingo. El genoma más antiguo correspondía a un individuo de hace 34.000 años. Así, compararon estos genomas con los de 410.000 europeos blancos actuales en una inmensa base de datos, el Biobanco del Reino Unido.
María Martinón-Torres, directora del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana en Atapuerca (Burgos), señala a Faro de Vigo, del grupo Prensa Ibérica, que, aunque no ha podido leer los artículos en detalle, constituyen un trabajo “magnífico” que pone de relieve “cómo la enfermedad es a veces la consecuencia o el efecto secundario de algunas mutaciones que nos han permitido adaptarnos a un mundo cambiante y mucho más amplio”.
Para la licenciada en Medicina y paleoantropóloga gallega, la peiotropía –que un mismo gen pueda tener efectos positivos y negativos a un tiempo, pero priman los positivos– “nos permitió adentrarnos en territorios nuevos, pero nos hizo vulnerables al padecimiento de algunas enfermedades”. “Es difícil, o casi imposible, querer jugar a todo y ganar a todo –añade–. La posibilidad de dispersarnos y habitar territorios muy diferentes lleva consigo algunos desajustes biológicos que pueden hacernos más propensos al padecimiento de enfermedades que, en global, no afectan al éxito demográfico y supervivencia de nuestra especie y por eso persisten”. Así ocurre con la esclerosis múltiple: “Cambios en la genética de nuestro sistema inmune que nos permiten defendernos de nuevas amenazas y exposición a nuevos patógenos o alérgenos, podrían favorecer la aparición de patologías en otros sistemas. Es un malabarismo entre beneficios e inconvenientes”, resume la científica ourensana.
El estudio sobre la esclerosis múltiple está firmado por una treintena de investigadores internacionales, entre ellos el gallego Santiago Rodríguez, doctor en Genética por la USC y profesor en la Universidad de Bristol (Reino Unido). En total, en los cuatro trabajos de investigación contribuyeron 175 científicos de todo el mundo.
Según el profesor Lars Fugger, coautor del estudio sobre la EM y médico consultor del Hospital John Radcliffe de la Universidad de Oxford (Reino Unido), “la EM no es causada por mutaciones, sino que está impulsada por genes normales para protegernos contra patógenos” –ha explicado a la BBC–. “Ahora podemos comprender y tratar la EM tal como es en realidad: el resultado de una alteración genética como resultado a la adaptación a ciertas condiciones ambientales que ocurrieron en nuestra prehistoria”.
“Hoy por hoy no vale como dato de diagnóstico ni de pronóstico”
Al doctor José María Prieto, jefe del Servicio de Neurología del Hospital Clínico de Santiago, no le sorprenden los resultados. Recuerda que un estudio danés de los años 70 ya vinculaba una mayor prevalencia de EM con cierto sistema en el cromosoma 6. Y en los 60, un neurólogo americano trazó un mapa de la distribución geográfica de la enfermedad: “Si te alejabas del Ecuador, la prevalencia iba aumentando”. Apunta a una mezcla de factores ambientales y genéticos, aunque advierte que no se puede identificar genética con herencia familiar: “Sabemos que hay un componente hereditario, sin duda: la probabilidad de que un paciente con EM tenga un hermano con EM es mayor que en la población general, pero no justifica ni hacer consejo genético ni plantear ninguna medida preventiva en ese sentido”, precisa. Lo compara con la asociación del virus de Epstein-Barr y la esclerosis múltiple: todo el que padece EM ha estado en contacto con este patógeno, causante de la mononucleosis infecciosa o «enfermedad del beso», pero se trata de un virus que se estima ha infectado, con o sin síntomas, a más del 90% de la población.
¿Padecemos más esclerosis múltiple en Galicia porque somos más «nórdicos» genéticamente? «Nuestra genética es, en cierto modo, cerrada, por la posición incluso geográfica que tenemos -señala este neurólogo gallego, eminente especialista en esclerosis múltiple-. Y, segundo, seguro que hay factores medioambientales: horas de luz solar, alimentación, factores medioambientales tóxicos, víricos, etcétera… seguro que eso influye», matiza.
“Hoy por hoy no vale como dato de diagnóstico, ni siquiera de pronóstico”, señala Prieto sobre estos y otros estudios genéticos que “solamente te permiten hablar en probabilidades”, aunque no descarta que “en un futuro muy lejano”, y quizá “con inteligencia artificial” y grandes bases de datos, el análisis genético de un paciente pueda arrojar un pronóstico de esclerosis múltiple con cierta consistencia.