El acuerdo entre Junts y PSOE para traspasar a Cataluña las competencias sobre inmigración ha tensado de nuevo la relación entre ERC y su antiguo socio de gobierno y ha generado incomodidad en el Govern, que exige a la Moncloa más concreciones, mientras trata de rebajar el alcance real del pacto.

La política catalana ha vivido durante todo este jueves las réplicas del acuerdo in extremis de ayer entre Junts y socialistas, que permitió al Ejecutivo sacar adelante dos de los tres decretos ley y que incluye, además de las competencias en inmigración, la supresión del artículo de la Ley de Enjuiciamiento Criminal y publicar las balanzas fiscales.

De hecho, se da el caso de que el pasado septiembre Junts se quedó solo en el debate de política general en el Parlamento catalán al defender un propuesta que reclamaba el traspaso de esas competencias por parte del Estado, que fue tumbada al no recibir apoyo de ningún otro grupo.

Ahora, reforzados tras el acuerdo con el PSOE, Junts se ha esforzado en sacar pecho de su capacidad negociadora en contraste con ERC, pero también por haber conseguido marcar perfil en el debate migratorio, cuestión cada vez más presente en discursos del partido, desde Carles Puigdemont hasta los alcaldes de la comarca del Maresme que pidieron un cambio legal para expulsar a multirreincidentes.